De cómo fue preciso
elegir entre absolutismo y liberalismo
21
Una ilustración ambigua
«El cristianismo sólo predica servidumbre y dependencia.
Su espíritu es demasiado favorable a la tiranía
para que no sea siempre aprovechado por ella. Los verdaderos
cristianos fueron hechos para ser esclavos, lo saben y no se
conmueven por ello; esta corta vida tiene demasiado poco valor
a sus ojos.»
J. J. Rousseau1.
Benjamin Franklin (1706-1790), un genio polifacético2,
dejó la escuela a los diez años movido por la pobreza
y a los quince escribía bajo seudónimo sus primeros
artículos. Tuvo tratos amistosos con Hume, y el mismo año
en que aparecen sus Discourses y la gran obra de Montesquieu
publica él sus Consejos para un joven comerciante.
Allí leemos:
«Piensa que el tiempo es dinero [...] Piensa que el
crédito es dinero [...] Piensa que el dinero es fértil
y reproductivo [...] Piensa que, como dice el refrán,
un buen pagador es dueño de la bolsa de cualquiera [...]
Guárdate de considerar como tuyo todo cuanto posees y
de vivir según esa idea. [...] y verás lo que
hubieras podido ahorrar y lo que aún puedes ahorrar en
el futuro. Por seis libras puedes tener el uso de cien, supuesto
que seas un hombre de reconocida prudencia y honradez. Quien
malgasta inútilmente a diario un solo céntimo
derrocha seis libras al cabo del año, que constituyen
el precio del uso de cien»3.
Weber recuerda que semejante actitud habría
pasado por «sucia avaricia» en épocas previas,
aprovechando para observar que el espíritu comercial y
el precomercial no se distinguen precisamente por la avidez de
oro4.
La frontera está en sentarse sobre las propias monedas
o regalarlas a la Iglesia como hacían tradicionalmente
señores y siervos, o desarrollar una mentalidad inversora.
El consejo primario para el aprendiz de businessman es
un «guárdate de considerar tuyo todo cuanto posees»,
que le impide tanto atesorar como derrochar, y le instala en un
hábito «aplicable a la industria». No debe
considerar suyo lo que tiene porque lo tiene en función
de otros individuos previsores y frugales, cuyo testigo asume
mirando el céntimo precisamente para multiplicarlo. El
deber de solidaridad social ha encontrado este insólito
fundamento, que está en las antípodas del «no
os inquietéis por el mañana»5.
I. Máquinas y poblaciones
Antes de que esta actitud se generalice la inercia
del trabajo servil impone al patrono un círculo vicioso.
Estimular la laboriosidad pagando por resultados sólo funciona
a veces, pues otras topa con jornaleros que lo aprovechan para
trabajar menos, aunque sea ganando menos, y durante siglos se
pensó que los salarios bajos son «productivos»
porque impiden sobrevivir sin una dedicación regular. Pero
un salario insuficiente sólo puede estimular incompetencia,
cosa sabida también desde siempre; con tierras muy similares,
por ejemplo, el campesino polaco medio segaba por término
medio un tercio menos que el prusiano, mejor pagado y alimentado.
Durante el siglo XVII y parte del XVIII la prosperidad de Las
Provincias se asienta en que paga al menos un 50 por 100 más
a sus jornaleros, y dispone de una población confortablemente
alojada. En realidad, el único modo de mejorar los rendimientos
es algo que «no puede ser producido por salarios altos ni
bajos, sino por un largo y continuado proceso de educación»6.
Dicha educación equivale finalmente a
clase media, un sector cuya capacidad adquisitiva se adapta a
fluctuar en función de azares y capacidades personales.
Sin embargo, la industrialización implica que un número
creciente de campesinos se transforme en operario urbano, creando
masas finalmente gigantescas de desarraigados. Si no se convierten
en nueva clase media la agravar se agravará hasta extremos
jamás vistos, aunque un aburguesamiento del proletariado
es impensable a corto plazo. El gran trasvase humano del campo
a la ciudad se apoya materialmente sobre la máquina de
vapor7,
núcleo de las nuevas instalaciones fabriles, y en Inglaterra
la vanguardia industrial crea un movimiento gremialista
de sabotaje, que concibe su engranaje de bielas y pistones como
último invento del Maligno.
Una proletarización masiva se produjo
ya con el Bajo Imperio romano, que fue llenándose de ex-propietarios
y descendientes suyos, pero Roma era un gigante político
montado sobre un pigmeo industrial, y Europa representa lo inverso.
En el Bajo Imperio las urbes se iban despoblando aunque
las leyes castigasen con pena de muerte el cambio de residencia
y oficio, mientras ahora la creación acelerada de
empleo hace que el campesinado afluya libremente a las ciudadesfábrica.
En Roma el proletariado se sostenía con cartillas de racionamiento,
y ahora debe ser rentable para su empleador. En un caso la curva
demográfica declinaba y en el otro tiende a hacerse vertical.
Todo es diametralmente distinto salvo el fenómeno de muchedumbres
desposeídas, entonces víctimas de un aparato productivo
insuficiente y ahora fruto del titanismo fabril.
El paso de la sociedad comercial a la industrial
abre a la vez el arca de la abundancia y el cofre que guardaba
los vientos, sin perjuicio de que predomine un sentimiento de
confianza en el Progreso. Comprenderlo y justificarlo ha creado
un gusto por la lectura reflexiva, que pasa a ser signo de distinción
y sentido de la responsabilidad en todas las clases sociales,
creando un mercado boyante para libros de pensamiento. El proyecto
genérico de las Luces debe precisar unas propuestas que
en muchos casos ya no caben en el acostumbrado combate del bien
contra el mal.
1. Perspectivas sobre el Progreso. Lo
primario social y políticamente es consolidar las libertades
con regímenes democráticos, una meta común
que suscita proyectos y realizaciones en gran medida divergentes.
La democracia llega a Norteamérica sin guerra civil, y
en Inglaterra el sufragio universal acaba instaurándose
mucho después, desde luego de modo pacífico8.
En Francia y en el resto de Europa habrá derramamientos
de sangre más o menos ingentes, y una causa cada vez más
enconada de conflicto civil. De alguna manera, cuanto más
reine un absolutismo centralista más radical será
la opinión pública, como muestra la comparación
entre la Ilustración anglosajona y la francesa.
Al interés que Hume y su círculo
de amigos escoceses9
exhiben por el análisis de corte científico corresponde
en el otro lado del Canal de la Mancha una pasión por la
brillantez, ya que «la filosofía francesa es lo ingenioso
mismo»10.
Ambos grupos hacen gala de talante anticlerical11,
y en ambos reina como divisa el «atrévete a saber»;
pero el grupo inglés y norteamericano no comulga con el
despotismo ilustrado de los philosophes y su propuesta
de «todo para el pueblo pero sin el pueblo». Le produce
especial estupor una doctrina como la idéologie,
que anticipa técnicas de reflejo condicionado e ingeniería
social para un Estado «omnipotente [
] capaz de conseguir
de los hombres todo lo que desea»12.
Colmados de buenas intenciones, los ideólogos creen en
una producción de ideas próxima al lavado de cerebro,
y su línea de despotismo benévolo puede prender
también al otro lado del Atlántico. En efecto, uno
de los Padres Fundadores de la nación norteamericana es
el médico Benjamin Rush, cuyas terapias origen del
Prohibition Party proponen «que en lo sucesivo
será asunto del médico salvar a la humanidad del
vicio tanto como hasta ahora lo fue del sacerdote. Concibamos
a los seres humanos como pacientes en un hospital; cuanto más
se resistan a nuestros esfuerzos por servirlos más necesitarán
nuestros servicios»13.
A Francia le hacen falta décadas para
asimilar la sociedad industrial, algo que sólo constatamos
cuando aparezca el tratado de economía política
de Say (1803). En Inglaterra y Norteamérica ese marco es
vida cotidiana y ha sido plasmado ya en 1776 por Smith. El Progreso,
que en un caso se encomienda a la evolución de factores
impersonales, en el otro sugiere disciplinar al pueblo con instrumentos
propios del seminario o la cárcel, dándose la mano
otra vez con el voluntarismo que le trata como menor de edad.
Esa corriente idéologue tendrá poco después
su contrapartida británica en el utilitarismo de Bentham,
Mill, Ricardo y Malthus, parejamente autoritario y esquemático,
que el hijo de Mill John Stuart intentará armonizar
con las libertades cívicas14.
En ambos casos la pretensión es «rehacer todo el
derecho y las instituciones sobre principios racionales»15.
II. La Ilustración philosophe
Vespasiano evitó abaratar el transporte
terrestre para proteger a su plebicula, y un derivado de esa idea
aparece en la industrial Inglaterra con el movimiento tecnófobo
del legendario Ned Ludd, tejedor, capitán y rey. Sus adeptos,
que empezaron demandando un sistema de precio fijo, dieron rienda
suelta a la frustración de no conseguirlo destruyendo equipos
e instalaciones, e incluso a los propietarios si opusieran resistencia.
Los ludditas ingleses no fueron ni comunistas ni partidarios de
Robinsón, pero su guerra contra la máquina es afín
por radical a ideas tan bien recibidas en los salones
franceses como abolir la propiedad privada, e incluso la civilización.
Artesanos de Lancaster o Leeds no se parecen nada en credo y atuendo
a gentilhombres versallescos y parisinos, aunque un espíritu
nostálgicamente visionario prende por igual en ambos.
«Los hombres de letras se convirtieron
entonces en los primeros políticos de Francia, para sustituir
las complicadas costumbres del pasado por reglas sencillas»16,
y «una marea de crítica dogmáticamente acrítica
[
] se resolvió en volúmenes rebosantes de
autocomplacencia»17.
Voltaire, el más sutil y cultivado, atribuye todos los
males a la Iglesia («lInfame»), defiende
exclusivamente libertad «literaria» y recomienda al
monarca galo imitar al «gran emperador de la China»
en autoridad absoluta. Diderot (1713-1784), cuya energía
saca adelante la Enciclopedia, pone en boca de un tahitiano
imaginario su propio discurso sobre el desarrollo industrial:
«Has entrado en nuestras cabañas, ¿crees
que nos falta algo? Puedes perseguir hasta donde quieras lo
que llamas las comodidades de la vida; pero deja que los seres
sensatos se detengan en lugar de continuar sus penosos esfuerzos,
que sólo les proporcionarán bienes imaginarios.
Si nos convences, moviéndonos a superar el estrecho límite
de nuestras necesidades, ¿cuándo podremos dejar
de trabajar? ¿Qué tiempo tendremos para disfrutar?»18.
Un viaje a Holanda, por entonces en avanzada
decadencia, le convence de que esos maníacos del rendimiento
«son alambiques vivientes, que se destilan a sí mismos»19.
Su amigo Rousseau (1712-1778), un ginebrino emotivamente muy inestable20,
piensa que la división del trabajo ha transformado algo
positivo como el amour de soi del noble salvaje en algo
negativo como el amour propre del civilizado, que siendo
al tiempo competitivo y dependiente sólo puede progresar
en desigualdad, temor, sospecha y envidia21.
No coincide con otros philosophes en preconizar un despotismo
ilustrado al contrario, advierte que el pueblo sólo
podrá educarse merced al autogobierno, y en El
contrato social (1762) presenta la libertad como esencia del
ser humano. Sin embargo, tiene razón lord Russell cuando
observa que «intenta asegurar la igualdad aún a costa
de la libertad»22;
una manifestación de ello es que supedite el derecho de
sufragio o volonté de tous a la soberanía
de cierta volonté générale «única
y sublime».
La Administración roussoniana, que «no
contempla el interés privado sino el común»23,
rechaza la división de poderes y plantea la democracia
como una «religión política con dogmas sencillos»24,
donde el descreído será ejecutado. Por una parte,
con el contrato social llega «una asociación [
]
donde al unirse a todos cada uno sólo se obedece a sí
mismo, y permanece tan libre como antes»25.
Por otra, libertad no equivale a autonomía de criterio
y acción. Constituye más bien «una obediencia
a la voluntad general que fuerza a ser libre»26,
y allana el camino a tribunos cuyo rasgo común será
imponer el terror como atajo hacia la virtud. En un momento de
crisis para lo patéticoenfático, donde las
pasiones se dirían cada vez más sujetas al control
ejercido por los intereses, la formidable elocuencia de Rousseau
presta voz a la sensación reactiva de que «el mundo
aparece súbitamente vacío, mezquino y aburrido [
]
falto de nobleza, grandeza, misterio y ante todo pasión»27.
Desde 1750, cuando el premio convocado por cierta
academia le sugiera escribir su Discurso sobre las artes y
las ciencias, se entrega en cuerpo y alma a demostrar una
oposición irreductible entre Naturaleza y Sociedad que
empieza considerando lo inmoral del artista y el científico.
A diferencia de las «verdaderas necesidades humanas»,
artes y ciencias son meros subproductos del orgullo y la vanidad,
cuyo lamentable resultado ha sido ensanchar la distancia entre
«grandes» y «pobres». Ocho años
más tarde, en su Carta a DAlembert sobre el teatro,
extiende el reproche a los géneros que él mismo
cultiva profesionalmente la comedia, la novela y la composición
musical, afirmando que cuanto menos lugar ocupen librerías
y centros de esparcimiento más se parecerá una sociedad
a «esa Esparta que es imposible citar lo bastante como ejemplo
a seguir». Ha leído siendo muy joven la biografía
de Licurgo en las Vidas paralelas de Plutarco, y con ese
banco de datos esboza la primera filosofía romántica
de la historia, cuyos grandes héroes son Estados reñidos
con las insignificantes libertades civiles para poder consagrar
la libertad «auténtica»28.
Atenas y las demás polis democráticas griegas, como
la Europa posmedieval, constituyen modelos de corrupta decadencia.
Podemos concluir esta sumarísima reseña
de Rousseau con algunos párrafos del Discurso sobre
economía política, que Diderot le encarga para
la Encyclopédie. Aunque en 1755 hay ya una notable
bibliografía sobre el tema, él examina el asunto
a la luz de su personal intuición:
«La voluntad general es el primer principio de la economía
política. El segundo es conformar las voluntades particulares
a la voluntad general, estableciendo el reino de la virtud [
].
La regla más importante en finanzas es preocuparse
más de evitar necesidades que de incrementar las rentas.
Y como los dirigentes son dueños del todo el comercio
del Estado nada es más fácil para ellos que dirigirlo
hacia los canales aptos para satisfacer cualquier necesidad,
sin parecer que interfieren [...]
Deben establecer aranceles sobre la importación de
bienes foráneos, prohibir la exportación de los
no muy abundantes, gravar el producto de las artes frívolas
y demasiado lucrativas, y desterrar la importación de
cualesquiera artículos de lujo.
Esto aliviará a los pobres, evitando el crecimiento
continuo de la desigualdad en fortunas. Tal es la costumbre
constante en China, donde sólo el comprador asume los
costes y el pueblo no resulta oprimido.»
1. Los economistas franceses. Estar sobre
las laderas de un volcán a punto de entrar en actividad
abona un florecimiento doctrinal, que produce una rica variedad
de posturas. Junto al naturalismoprimitivismo de Diderot
y Rousseau florece el materialismo llamado filosófico29,
el comunismo ilustrado, la ya mencionada idéologie y la
escuelasecta de los fisiócratas30.
Esta última parte de François Quesnay (1694-1774),
médico personal de Luis XV y madame de Pompadour, su favorita,
que opuso al dirigismo tradicional en su país el lema laissez
faire, laissez passer31,
pues la economía política constituye cierto sector
de una Naturaleza armoniosa en todas sus obras, cuya operación
no debe ser interferida.
Inmersa en las coordenadas generales de la Ilustración
gala, la fisiocracia sólo se distingue de la ideología
y el resto del despotisme légal por el talento de
sus iniciados. Todos piensan la economía como un sistema
donde magnitudes interdependientes van equilibrándose en
cualquier caso principal cosa ignorada por los mercantilistas,
y Quesnay merece admiración entre otras bastantes razones
por su descripción del flujo monetario32.
Turgot, su discípulo predilecto, es a juicio de Schumpeter
el mayor economista de todos los tiempos por agudeza analítica.
Dupont de Nemours, otro de los juramentados, influiría
sobre Adam Smith con el sistema de aranceles bajos expuestos en
su Fisiocracia (1770), y tras diversas peripecias acabó
fundando en Norteamérica la más duradera dinastía
industrial conocida33.
Quesnay mantuvo que en ausencia de monopolios
la libertad individual para perseguir el propio interés
asegura la satisfacción máxima para las necesidades
del conjunto34.
Pensaba que las clases sociales son complementarias una
idea bautizada luego como armonismo por sus compatriotas Say y
Bastiat, y tiene algo de asombroso que fuese tan hostil
a cualquier forma de privilegio cuando vivía en el entresuelo
del palacio de Versalles. Nos ayuda a entenderlo el estado floreciente
del agro francés, que en vez de medidas proteccionistas
pedía más bien apertura de mercados exteriores.
Buen amigo de algunos, Hume piensa que a despecho
de sus virtudes son «los hombres más quiméricos
y arrogantes de la actualidad»35,
arrastrados a ello por su doctrinarismo. Hasta el profundo Turgot
suspendió su compromiso con el laissez faire para
obstaculizar las exportaciones de productos industriales, convencido
de que eso mantendría al alza el precio de los agrícolas
Le impulsaba a ello el triple dogma del grupo: 1) sólo
la agricultura es fuente de ganancia real (produit net);
2) todos los impuestos deben reducirse a un gravamen único
sobre la renta de la tierra; 3) la sociedad está formada
por una «clase productiva» de campesinos, una «clase
soberana» de nobles terratenientes y una «clase estéril»
donde entran todos los demás36.
El comercio y cualquier industria distinta de
la agropecuaria generan ingresos en el mejor de los casos iguales
a sus gastos, y tampoco crea excedente cualquier jornalero que
no esté empleado en el campo. La clase soberana, en cambio,
está lejos de ser estéril y debe considerarse «mixta»,
porque sostiene al campo con adelantos (avances) sobre
las cosechas, hace circular sus productos y mantiene disponibles
a sus miembros para cubrir cargos públicos. Evidentemente,
esas tres cosas puede hacerlas la clase media, y Francia se decantará
muy pronto por elevar su produit net aboliendo el estamento
nobiliario. Lo frívolo del concepto fisiocrático
sobre el rendimiento real37
se observa en una Memoria que Turgot presenta a Luis XVI trece
años antes de estallar la revolución:
«En el plazo de diez años vuestro pueblo estará
desconocido y aventajará infinitamente a todos los demás
por su ilustración y sus buenas costumbres, por el celo
inteligente que mostrará en vuestro servicio»38.
Por lo demás, la inminencia del naufragio
inspira a los fisiócratas una amalgama de lucidez y audacia,
que opone al sermón tradicional sobre austeridad, baratura
y proteccionismo algo bastante más próximo al criterio
contemporáneo del gasto como inversión. Quesnay
afirma que «la frugalidad es la madre de la pobreza»,
y se adelanta claramente a Smith en presentar como principio general
la soberanía del consumidor, equiparando bien común
con un fortalecimiento de la demanda que sostenga «el paso
de la necesidad al lujo»39.
III. El comunismo ilustrado
La oposición entre naturaleza y sociedad
que hallamos en Rousseau y Diderot no les lleva a plantear tesis
comunistas, sino reformas que dirijan el Progreso hacia metas
menos «decadentes». Aunque añoran una Edad
de Oro pretérita para ellos indiscernible del cazadorrecolector,
y previa a la institución del dinero, no ven practicable
ni retroceder al ingenuo salvaje ni condenar la propiedad privada40.
Con todo, la corriente utópica de Moro y Campanella ha
resurgido en Francia desde finales del XVII con una secuencia
de obras sobre sociedades perfectas, que coinciden en ser insulares
un símbolo de su autarquía económica
y desconocer la posesión exclusiva de bienes. Empiezan
siendo libros de aventuras precursores de la ciencia-ficción,
donde el ideal de una propiedad común no se enuncia con
particular vehemencia, y parten de un superventas publicado por
el hugonote Denis de Vairasse41.
Al año siguiente aparece La Tierra
Austral de Sadeur, donde la sociedad descrita es anarco-comunista,
y desde entonces hasta mediados del XVIII con El viaje
de Nils Klim al mundo subterráneo, del danés
L.Holberg este género a caballo entre lo fantástico
y lo edificante disfruta no sólo de cultivadores sino de
una entusiasta acogida popular. En sus Aventuras de Telémaco
(1699), el abate Fénelon incluye como capítulo 8
la descripción de un país comunista totalmente apacible
y dedicado a la agricultura, cuyos habitantes «se amaban
con un amor fraterno al ser todos libres, todos iguales.»42
Restif de la Bretonne, director de la Biblioteca Real francesa,
atribuye asombrosos avances técnicos a otra sociedad comunista
remota en El descubrimiento austral por un hombre volador o
El Dédalo Francés, novela muy filosófica
seguida de La carta de un simio. Cabe incluso incluir en esta
rúbrica las Aventuras de Gulliver, que es la sátira
de Swift al propio género43.
1. Regresando a lo natural. La gravedad
ética retorna con el abate Morelly44
y su Naufragio de las islas flotantes o Basiliada del célebre
Pilpaï (1753), un poema épico en dos volúmenes
sobre «una isla feliz donde vive un pueblo inocente por
no haberse desviado del camino que trazó la Naturaleza»45.
La obra contiene algunas concesiones al género empezando
por decir que traduce un original antiquísimo escrito en
sánscrito, pero lejos de centrarse en artilugios
pintorescos hace una apasionada defensa del colectivismo. Eso
le valió reseñas negativas y un comentario irónico
del propio Quesnay «¿se imaginan un teatro
con localidades igualmente buenas?»46,
a los cuales respondería con el Código de la
Naturaleza o verdadero espíritu de sus leyes, desconocido
o esquivado en todos los tiempos (1755). Escrito en prosa,
y publicado de modo anónimo, aporta «un programa
considerablemente meritorio, pues presenta con todo detalle soluciones
a los problemas prácticos de estructura y administración
de una sociedad comunista»47.
El anonimato hará que algunos atribuyan
el Código a Diderot, aunque su prefacio defiende
la Basiliada contra «supuestos sabios como Montesquieu,
admirados por nuestra imbecilidad»48,
y el contenido del libro hace inverosímil esa atribución.
La nostalgia de Diderot por el noble salvaje quiere quitarle su
brida teológica a las pasiones entregarse a ellas
sin sentimiento de culpa, y Morelly logra algo tan distinto
como depurar la tradición ebionita pasándola por
el filtro de las Luces. Su proeza intelectual es un rechazo del
«tener» (avoir) apoyado exclusivamente sobre
la razón, y «formular por primera vez que todas las
desviaciones inmorales del comportamiento normal derivan de la
sociedad capitalista»49.
Como la realidad supera siempre a la imaginación en matiz
y pormenor, nada es más procedente que la letra de su texto:
«El único vicio que percibo en el universo es
la Avaricia, pues todos los otros son variaciones, grados suyos
[
]
Encontramos el deseo de tener incluso en el fondo del
desprendimiento, pero si nos desprendemos realmente de él
llegaremos a una situación donde resulta casi imposible
que el hombre sea depravado y malvado, pues es casi matemáticamente
comprobable que toda propiedad privada de los bienes provoca
en la sociedad lo que Horacio llama materia para el máximo
mal.
Todos los fenómenos morales y políticos son
efectos de esta causa perniciosa [
] y todos los productos
monstruosos que vienen de las aberraciones de la mente y el
corazón derivan de la tendencia de los legisladores a
permitir que el vínculo primario de cualquier sociabilidad
sea roto por la usurpación de aquellos recursos que deberían
pertenecer en común a todos.
Si suprimimos la propiedad privada apenas restarán
algunas leves discordias, y la sociedad recobrará rápidamente
su armonía»50.
Una vez abolida la propiedad no hay inconveniente
en mantener la división del trabajo y un aparato gubernativo,
ya que ni lo uno ni lo otro estarán expuestos a abuso.
Pero impedir que la propiedad reaparezca exige una constitución
comunista, y gran parte del Código se dedica a exponerla
«con un sobrio sentido de la viabilidad»51.
Dichos preceptos se agrupan en once capítulos, correspondientes
a otros tantos tipos de leyes («fundamentales o sagradas,
económicas, agrarias, edilicias, policiales, suntuarias,
administrativas, gubernamentales, conyugales, pedagógicas
e instructivas»), cuyo contenido puede deducirse de cuatro
ejemplos:
«Nada pertenecerá a nadie [
] y todo ciudadano
será un hombre público, sostenido y empleado a
expensas públicas»52.
«Nada se venderá o intercambiará entre
ciudadanos, Quien necesite judías, verduras o frutas
irá a la plaza pública, donde esos artículos
habrán sido traídos por el cultivador, y se llevará
lo que necesite para un día exclusivamente»53.
«Las tiendas públicas y los cuartos de asamblea
serán levantados con arreglo a una estructura uniforme
y agradable, en torno a una gran plaza de lados iguales, y las
vecindades se distribuirán por intervalos regulares,
del mismo tamaño y forma, divididas uniformemente en
calles»54.
«Todo ciudadano tendrá una ropa de trabajo y
otra de fiesta, ambas adornadas modesta y apropiadamente, sin
admitirse ornamento que permita a una persona destacar sobre
otras. Toda manifestación de vanidad será suprimida
por los jefes de familia»55.
El lugar del Morelly en la historia oficial
del comunismo no está a la altura de sus méritos,
pues nadie había cuestionado la propiedad privada desde
una perspectiva extrateológica, y tampoco reunido el conjunto
de lo indeseable como efecto de esa sola causa. «No incurro
en la temeridad de pretender reformar al género humano»,
como empieza diciendo, parece una incoherencia pero funda una
inversión en los términos esencial para todo el
igualitarismo ulterior. La temeridad reformista fue consagrar
un «tener» excluyente que Morelly llama también
«salir de la Naturaleza», experimento funesto aunque
pasajero que una vez anulado permitirá a los seres humanos
existir como realmente son.
El Código define también
la ideología en el sentido de Marx, como creencia determinada
por la posición social de cada individuo y grupo, y lo
hace inmediatamente después de negar que su propuesta sea
temeraria: «La verdad [
] .la niegan los interesados
en engañar a la humanidad, o está enmarañada
por los errores en cuya virtud el resto se dejó engañar».
He ahí el acta de nacimiento para una filosofía
sistemática de la sospecha, con engañadores y engañados
como hilo argumental, que luego se atribuirá en exclusiva
al comunismo llamado científico. Por lo demás, el
olvido de Morelly en términos subjetivos lo compensa objetivamente
el hecho de que su libro inspire en 1794 la Conjura de los Iguales56,
primer intento de asaltar el Estado para abolir la propiedad privada.
El siguiente y último philosophe comunista
es otro abate, G. de Mably (1709-1785), que llega a ese ideario
ya senecto y lo plasma en su De la legislación o principios
de las leyes (1776). Allí leemos que «el lujo
proporciona a los ricos todos los vicios de la pobreza, y a los
pobres una codicia que sólo pueden satisfacer con crímenes,
o con las más envilecedoras ruindades»57.
Las colonias francesas en Canadá y Louisiana le ofrecen
datos para admirar a las tribus ágrafas americanas, «donde
las familias viven tranquilamente en común cubriendo sus
necesidades por medio de la caza». Imitarlas exige reducir
de modo drástico la población, pero ni él
ni Morelly consideran indeseable una humanidad reducida a la milésima
parte de sus habitantes mientras se mantenga solidaria. Como Rousseau,
Mably añora la selección eugenésica espartana
y venera a su legislador, Licurgo, pues «nadie ha conocido
mejor los designios de la Naturaleza»58.
Así, la corriente inaugurada por santo
Tomás Moro ha dejado atrás su prosopeya de islas
australes para propugnar una imitación de pueblos efectivos,
cuya existencia denuncia los artificios del industrialismo, y
es notable que el libro de Mably aparezca el mismo año
que el Wealth of Nations de Smith. En un lado del canal
de la Mancha se componen monumentos a la complejidad económico-social,
y en el otro mientras fermenta la mayor de las revoluciones
la propuesta es un retorno a la sencillez de los mohicanos. Tras
repasar el pensamiento de sus compatriotas, Durkheim lo resume
en un modo paradójico de combatir la pobreza:
«La fórmula del socialismo [sansimoniano] consiste
en regular las operaciones productivas de modo que concurran
armónicamente. La fórmula del comunismo es regular
los consumos individuales de modo que sean siempre idénticos
y mediocres. En un caso el propósito es la cooperación
regular entre funciones económicas [...] con vistas a
un máximo de rendimiento. En el otro se busca simplemente
impedir que unos consuman más que otros. Allí
se organizan los intereses particulares, aquí resultan
suprimidos»59.
NOTAS
1
- Rousseau 1963, p. 184.
2
- A su condición de Padre Fundador de los Estados Unidos,
artífice de la vital alianza con Francia, añadió
un largo catálogo de inventos y una comprensión
pionera del «fuego eléctrico».
3
- Franklin en Weber 1998, vol. I., p. 38-39.
4
- «La codicia de los mandarines chinos, de los antiguos
patricios romanos o de los modernos agricultores resiste toda
comparación [
] Precisamente la falta más
absoluta de escrúpulos a la hora de imponer el propio
interés en materia de dinero caracteriza a los países
cuyo desarrollo capitalista ha permanecido retrasado
en relación con las pautas occidentales»; Weber ibíd,
p. 48-49, subrayados suyos.
5
- Mateo 6, 34.
6
- Weber ibíd, p. 51-52.
7
- El inglés James Watt patenta en 1768 la primera, que
desde 1774 se produce en serie.
8
- Allí la guerra civil ha acontecido más de un siglo
antes, con las luchas entre el Parlamento y la Corona que devastan
el país entre 1642 y 1651.
9
- Smith, Steuart, Millar, Ferguson y Gibbon, parientes espirituales
de un Montesquieu que a sus compatriotas les parece «anglófilo».
10
- Hegel 1955, vol. III, p. 383.
11
- En el Wealth of Nations leemos, por ejemplo: «La
Iglesia romana fue en la Edad Media la combinación más
formidable contra la libertad, la razón y la felicidad.
Pero su poder fue destruido por el progreso de las artes, las
manufacturas y el comercio»; Smith 1982, p. 706.
12
- Según el idéólogue Mercier de la
Rivière; cf. Tocqueville 1982, p. 173.
13
- Rush, en Szasz 1981, p 185-186.
14
- Jeremías Bentham (1748-1832), un niño prodigio,
escribió sus Principles of Morals and Legislation
(1789) para demostrar que «el dolor y el placer son los
soberanos de la Humanidad», y que el principio moral absoluto
es la «máxima satisfacción para el mayor número».
Ni allí ni en ninguna otra parte de su copiosísima
obra encontramos reflexiones sobre el concepto de justicia. Mandó
ser embalsamado y expuesto al público con su ropa y bastón
favoritos, dentro de un habitáculo que sigue atrayendo
en Londres a devotos y turistas. El Essay on Government
de su secretario Mill «no se puede calificar sino de absurdo
insalvable, aunque según parece inextirpable» (Schumpeter
1995, p. 486). El logro de ambos es formular «la más
superficial de todas las filosofías de la vida» (ibíd,
p. 173).
15
- Hayek 1960, p. 174.
16
- Tocqueville 1982, p. 156.
17
- Schumpeter 1995, p. 162. Y prosigue: «En esta época,
autonombrada Edad de la Razón, el mejor antídoto
para los cumplidos que los literatos solían dirigirse a
sí mismos es leerles».
18
- Suplemento al viaje de Bougainville, 1771; en Horowitz
1982, vol. I, p. 80.
19
- Diderot, en Schama 1977, p. 375.
20
- En 1754, por ejemplo, cuando su Discurso sobre el origen
de la desigualdad sea prohibido en algunos países,
Hume le ofrece el cobijo de su propia casa. Aunque acepta el ofrecimiento,
Rousseau no tardará en pensar que su anfitrión le
está tendiendo una trampa y sale huyendo.
21
- El tema se aborda monográficamente en el Discurso
sobre el origen de la desigualdad (1755) y en Emilio o
la educación (1762).
22
- Russell, en Moya 2007, p. 296.
23
- Rousseau 1963, p. 73.
24
- El credo es concretamente «la existencia de la Divinidad
poderosa, inteligente, bienhechora, previsora y providencial,
la vida venidera, la dicha de los justos, el castigo de los malvados,
la santidad del contrato social y de las leyes»; Rousseau
1963, p. 186.
25
- Ibíd, p. 61.
26
- Ibíd, p. 64.
27
- Hirschman 1970, p. 132.
28
- En el Discours sur léconomie politique afirma
que Roma «fue un milagro continuo que el mundo no podrá
resucitar. La virtud de los romanos, engendrada por su horror
a la tiranía y un patriotismo innato, hizo de cada uno
de sus hogares una escuela de ciudadanía». Seis párrafos
después afirma que «los pueblos más degenerados
y oprimidos son las naciones conquistadoras». Roma no forma
parte, según parece, de ese elenco.
29
- El barón DHolbach, por ejemplo, escribe un Systéme
de la nature (1770) en dos volúmenes donde ésta
habla en primera persona, y concluye diciendo: «¡Oh
vosotros que tendéis a la dicha en cada instante de vuestra
duración, no resistáis a mi voz soberana! ¡Gozad
sin temor!». Un ánimo algo menos exultante, aunque
expresiones idénticas («gran Todo», «Causa
absoluta», «Uno inmenso») inspiran a J.B. Robinet
los cinco volúmenes de su De la Nature. Como Helvetius,
estos autores traducen alma por materia y Dios por Naturaleza,
ofreciendo sistemas filosóficos cuya ambición sólo
puede parangonarse con su ingenuidad. El deísmo, otra de
sus variantes, mantiene la fe en el Ser Supremo suprimiendo el
dogma de las religiones positivas.
30
- Fisiocracia: fuerza (cratos) de la naturaleza (physis).
Para ingresar en ella era preciso un juramento de fidelidad al
Maestro y la Doctrina.
31
- Usando una expresión del hacendista Boisguillebert (1646-1714),
que cifró lo necesario en laissez-faire la nature et
la liberté; cf. Schumpeter 1995, p. 258-259.
32
- El circuito en zigzag de su Tableau sigue la circulación
del efectivo como si fuese flujo sanguíneo, y pretende
ofrecer a Luis XV un modo de aliviar su bancarrota sin merma para
la renta nacional. Eso pide detectar no sólo dónde
está realmente el dinero en cada momento del ciclo, sino
qué tipo de impuesto evitará lo equivalente a no
encontrar la vena buscada, o desangrar al paciente.
33
- Dotado con «talento de pianista, no de compositor»
(Schumpeter 1995, p. 269), presidió la Asamblea Nacional
francesa y se salvó in extremis de la guillotina,
gracias a ser ejecutado Robespierre el día antes del que
le tocaba a él. Una vez en América, organizó
con su amigo Jefferson la creación del dólar y fundó
una fábrica de pólvora la Du Pont Company
que actualmente es la segunda empresa química del mundo,
origen del nylon, el neopreno, el teflón, la licra y un
largo etcétera.
34
- Desde los Principles of Economics (1890) de Marshall
este criterio se conoce como «máximo en competencia
perfecta».
35
- Hume, carta a Morellet de 10-7-1769.
36
- Cf. Samuels Warren 1961, p. 96-111.
37
- «Quesnay sólo ve producción de plusvalía
en la tierra. Marx no la ve sino en el caso del trabajo. Ninguna
de las dos construcciones reconoce productividad al capital, en
el sentido de instalación, equipo y material», y
mucho menos en los procesos de innovación que fundamentan
su desarrollo (1995, p. 282).
38
- Turgot, en Tocqueville 1982, p. 172. Esto no altera que fuese
un funcionario impecable, cuyos planes de reforma administrativa
y fiscal iban a ser asumidos en buena medida por la Francia republicana.
Si perdió el favor de Luis XVI fue por querer llevar adelante
un programa de lucha contra el privilegio odioso para la Iglesia,
la Corte y el resto de la nobleza.
39
- Aquí se mantiene también fiel a su dogma agrario,
y contrapone un deseable luxe de subsistence (alto nivel
de consumo en productos del campo) a un indeseable luxe de
décoration (centrado en «manufacturas»);
cf. Siegel 1973, p. 234.
40
- Rousseau, en su ya citado artículo «Economía
política» de la Enciclopedia, afirma que «el
derecho de propiedad es el más sagrado entre los de la
ciudadanía, aún más importante en algunos
aspectos que la propia libertad».
41
- Historia de los sevarambos, pueblos que habitan la tierra
austral, conteniendo una relación del gobierno, las costumbres,
la religión y el lenguaje de dicha nación, desconocida
hasta ahora para los pueblos de Europa (Ámsterdam 1675).
42
- Fénelon en Fetscher 1977, p. 57.
43
- Su libro III dedicado a la isla flotante de Laputa
describe los trabajos de una Academia aplicada a reconvertir excrementos
humanos en la comida de la cual partieron, un modo ciertamente
ácido de ridiculizar esta literatura.
44
- No se conservan fechas de nacimiento y defunción, ni
otros detalles biográficos de Morelly. Ser abate alguien
ligado a la Iglesia por órdenes menores (en contraste con
las órdenes mayores o solemnes del sacerdote) explica
su evidente dominio del latín, aunque no le impide ser
agnóstico.
45
- Cf. Durkheim 1982, p. 139.
46
- Cf. Samuels Warren 1961, p. 106. Sin el acicate de la propiedad
privada las personas no se verán inducidas a trabajar con
eficiencia, cuando lo esencial para una sociedad bien ordenada
es «que todos trabajen para los demás creyendo que
trabajan para ellos» (Quesnay en Siegel 1973, p. 226).
47
- Schumpeter 1995, p. 180.
48
- Prefacio, p. 38. Uso la versión online del original francés
(taieb.net/auteurs/Morelly/Code).
49
- Schumpeter 1995, p. 180.
50
- Libro I, p. 30-33.
51
- Schumpeter, ibíd.
52
- Leyes sagradas, I.
53
- Leyes económicas, XI.
54
- Leyes edilicias, I-II.
55
- Leyes suntuarias, III.
56
- Véase más adelante, p.
57
- Oeuvres, XIV, 342-343; cf. Durkheim 1982, p. 140.
58
- Observaciones sobre la historia de Grecia, en Oeuvres,
IV, 22.
59
- Durkheim 1982, p. 145.
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