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LOS ENEMIGOS DEL COMERCIO
VI. UNA RELIGION PARA EL OCASO ROMANO
Podríamos decir que la promesa de salvación, principal
novedad, es un exorcismo tendente a liquidar el temible prestigio de
la diosa Fortuna105.
Las sociedades se estatalizan cuando lo tribal no aborta en ellas lo civil.
Pero el pueblo judío -en contraste con el inglés, el español,
el chino o cualquier otro (excepto quizá el gitano)- no está
formado por vecinos, compatriotas o conciudadanos, sino por parientes
agrupados en un culto-familia. Para establecer una constitución
distinta de sus reglas ético-religiosas encuentra dificultades
singulares, que desde mediados del siglo II a.C. imponen una alternativa
dolorosa en cualquier caso: o bien la teocracia desgarrada por luchas
sectarias-, o bien ceder la administración a algún Estado
propiamente dicho, mal menor para el judío no milenarista.
Los ebionim no comulgan con el ansia de independencia que vertebra
a otros grupos milenaristas, centrados como están en la salvación
personal. Pero tampoco transigen con el compromiso prosaico del civismo,
que reclama autonomía para un orden de cosas basado en respetar
ciertas reglas de juego. Su radicalidad viene precisamente de no admitir
el juego (mundo) en cuanto tal, oponiendo el deber de auxilio
mutuo a las ruletas de cualquier fortuna. El bautismo les permite conservar
la unidad tribal originaria sin perjuicio de extenderla a toda la especie,
y cierta familia limitada pasa a ser ilimitada sin dejar de tener un solo
progenitor, que es el único dueño legítimo del mundo.
Los hijos de un padre mortal pueden incapacitarle por pródigo si
olvida la cuota que el derecho sucesorio llama legítima. Tratándose
del Dios de Jesús imaginar siquiera dicha acción es absurdo
siendo como es un creador infinitamente justo-, aunque eso no altera
el derecho de cualquier prole a heredar sin discriminación. El
paso que los ebionitas han dado desde los hermanos por consanguinidad
a los hermanos por bautismo faculta para extender a todos la cuota de
legítima y, de paso, para suprimir el tercio de libre disposición.
Cualesquiera diferencias patrimoniales consagran el hurto perpetrado por
unos pocos a costa del resto, porque Dios creó los bienes terrenales
para que fuesen disfrutados por todos.
1. La comunidad del amor
A la misma conclusión llegamos atendiendo al estado de ánimo
y esperanzas del fiel, ya que sentirse lleno de Dios es también
saberse infinitamente débil. Jesús corona la tradición
profética viendo en el hombre a un siervo que no se gana el sostén
de su Señor, haragán y pecaminoso en vez de diligente y
recto. Para merecer la misericordia divina debería enmendarse,
algo deseable aunque imposible sin un acto de soberbia inspirado en última
instancia por el ángel rebelde, Satán. No obstante, puede
pagar al menos parte de su débito como siervo improductivo de Dios
corrigiendo las distancias sociales e individuales, y destruir con
amor fraterno todas las deudas humanas, todos los cálculos de individuo
a individuo106.
Propuestas previas de igualdad material -como la platónica- resultan
cutáneas y artificiosas comparadas con este comunismo doméstico-amoroso,
donde por un lado lo mundano nada importa y por otro es un deber perentorio
evitarle privaciones al prójimo. La concentración puesta
en salvarse de la muerte y el Infierno es tanta, y tan aguda la conciencia
de Dios como acreedor, que no sólo debe dar todos sus bienes en
limosna sino amar al enemigo. Bastante enemigo de Dios es ya el hombre,
propenso siempre a la insumisión y la desidia, para desafiar su
santa ira no poniendo la otra mejilla cuando una resulta abofeteada. Pura
benevolencia, como una revolución que no desea revolución,
amar hasta a los agresores acelera el proceso de poner primeros a los
últimos.
El proceso quizá evoque alguna resistencia, pero ya no será
una lucha fratricida sino una disputa entre hermanos y falsos hermanos.
Estos últimos viven en el exilio rodeados de lujo y apostasía,
o engañan al pueblo ingenuo desde el Templo y las sinagogas, burlándose
en ambos casos de las señales sobre el fin del tiempo.
Venganzas recíprocas
En vano buscaremos al Jesús histórico, que incontables
especialistas han sido incapaces de reconstruir por falta de datos fiables.
Tal como YHWH es el prototipo del dios humano, demasiado humano, Jesús
resulta ser una persona absolutamente escurridiza que cada biógrafo
y cada fiel perciben a su manera. A la pregunta ¿Cómo
cree que le ama Jesucristo? -hecha cada año por la encuesta
Gallup- 89 de cada 100 norteamericanos marcan la casilla De una
manera personal. Así ha sido en todos los países y
tiempos, por otra parte, pues Jesús de Nazaret existió,
aunque Jesucristo es una invención del Nuevo Testamento107.
Las noticias no fabuladas sobre él son pocas y vienen de José
ben Matías, más conocido por su nombre romano Flavio
Josefo-, único contemporáneo que le menciona. Aristócrata
y cabecilla militar durante la primera guerra judía, colega de
celotes feroces como Simón bar Giora y Juan de Giscala, Josefo
acabó concentrando el desprecio de sus paisanos cuando no quiso
inmolarse con otros defensores de una fortaleza, y tras obrar como un
pícaro en ese trance salvó la vida augurando a Vespasiano
que sería el nuevo Emperador. No contento con dicha pillería,
terminó de indignar a su pueblo cuando osó ver en ese César
al verdadero mesías. Con todo, no tiene motivos para
callar, inventar o exagerar, y aunque dedica mucho más espacio
a Juan Bautista ofrece cuatro datos sobre Jesús: fue un galileo
nacido de José y Miriam, ingresó en la cofradía de
los bautistas, fue crucificado como rebelde por el gobernador romano y
su hermano Tiago resultó muerto a pedradas por judíos que
le acusaban de apostasía108.
Este par de líneas pueden considerarse fidedignas si no son fruto
de una posterior interpolación.
Los Evangelios mencionan más de una visita de Jesús a Jerusalem,
pero sólo en la última penetra envuelto por toda la
multitud de sus discípulos, que claman Bendito el rey que
viene en nombre del Señor109.
Con esa comitiva como guardia personal se dirige al Templo para
espantar a los que vendían [
] acusándoles de convertirlo
en cueva de bandidos110.
Ya había expulsado a esos mercaderes al comenzar su vida pública,
años antes, pero ahora la violencia se multiplica por la amenaza
que representan sus adeptos, añadida a la osadía de instalarse
en el Templo a predicar. Parece inminente una efusión de sangre
en la ciudad, mientras él fluctúa del pacifismo al belicismo:
unas veces sugiere vender la capa para comprar una espada111,
y otras anuncia su resignación. Finalmente, cuando el consejo municipal
le manda llamar envereda por la vía socrática y muere predicando
una paz que no siempre promoviera en vida. Cordero de Dios que borra
los pecados del mundo, su tormento quiere lavar los adulterios-idolatrías
de Israel para con YHVW, e introducir en su benevolencia al resto del
género humano.
2. El papel de Roma
Es una reconciliación infinita, que clausuraría toda rencilla
si ya el Evangelio más antiguo no dedicara dos capítulos
a los acusadores nativos de Jesús112,
con un gobernador que quiere salvarle. En el ultimo Evangelio repite hasta
tres veces no veo culpa en él e intenta firmemente
liberarle, pero los judíos seguían gritando: si le
dejas libre eres enemigo del César, a quien desafía cualquier
hombre con pretensiones de rey113.
Una vez más, no se trata de tales o cuales individuos, o de tales
y cuales estamentos, sino de los judíos114.
Pilatos pudo ser una persona pusilánime, y la descripción
sería entonces psicológicamente correcta115,
pero el derecho romano atribuye a sus funcionarios monopolio penal, y
la cruz es el castigo reglamentario para rebeldes como el esclavo Espartaco.
Por otra parte, entre los apóstoles hay un celote reconocido (Simeón)
y un sicario o iscariota (Judas), quizá dos116,
grupos que desafiaban a Roma. Para creer el relato evangélico hace
falta pensar que a Pilatos esto le habría resultado tan indiferente
como que una multitud vetase el comercio en las inmediaciones del Templo,
o pululara por la ciudad celebrando la llegada de un nuevo monarca.
Si no es atribuible a censura posterior, la falta de noticias romanas
al respecto sugiere que el episodio conmovió poco a Administración.
El Talmud de Palestina, única fuente alternativa (aunque
posterior al siglo III), no subraya la Pasión como un evento social
destacado. Se limita a decir que el tal Jesús en realidad
Joshua o Josué-117
era hijo ilegítimo de una judía y un legionario llamado
Pantero, condenado por Roma como uno más entre los demagogos galileos.
Su criterio, inmodificado desde entonces, es que el Nuevo Testamento está
lleno de odio mal informado hacia los judíos, aunque fue escrito
por judíos que huían de sí mismos y buscaban congraciarse
como fuese con el dominador romano118.
Tampoco parece improbable que tropas de Kokhba, el último rey-mesías,
masacraran comunidades griegas y cristianas entre 130 y 135119.
A principios del siglo I eran una décima parte de la población
del Imperio, próxima en número a los griegos. Ahora son
un pueblo vencido y perseguido por todas partes.
Tenacidad en la derrota
No desaparecer será su nueva proeza, que el superviviente moral
el espíritu fariseo- cumple pasando a una vida de espora
mientras descompone y compone cada línea de la Ley, sujeta desde
ahora a una interpretación no alegórica sino pegada a la
letra. Debe encontrar allí respuesta y consuelo para todas las
circunstancias imaginables, una tarea que produce repertorios ingentes
de sentencias sobre lo más nimio y lo más básico.
Durante el periodo de alzamiento la vena profética ha sido indiscutible,
pero desde mediados del siglo II los rabinos exhiben una marcada ambivalencia
hacia el mesías, de quien se esperarán pruebas absolutamente
irrefutables sobre el favor de YHWH. Kokhba, por ejemplo, pasa de ser
un excelso rey-mesías a un lamentable simulacro.
Buena parte de los que no han muerto o sido vendidos como esclavos emigran,
alimentando la tercera Diáspora, mientras el resto se agrupa física
y doctrinalmente en las alturas de Safed (Galilea). La respuesta de las
sinagogas al cataclismo son los seis volúmenes de un código
actualizado la Mishnah- y un comentario aclaratorio mucho
más extenso (la Gemarah), cuyo marco general son el Talmud
de Babilonia y el de Palestina, sobre todo el primero por autoridad y
volumen. Atendiendo a esas fuentes, que empiezan a redactarse a principios
del siglo III, un porcentaje notable de los que fueron vendidos como esclavos
ha sido capaz de redimirse y regresar a su país, mientras otros
viven extramuros aunque colaboran con aportaciones a la causa de sobrevivir
material y espiritualmente.
No volveremos a encontrar un solo judío dedicado a la agricultura120.
Pueblo de pastores en origen, que alumbra luego a mercaderes y banqueros,
el depositario de la Ley defiende su identidad capacitándose como
técnico y hombre de confianza para quien mande en cada territorio,
mientras sus sacerdotes profundizan en un tipo de interpretación
a caballo entre el delirio y la silogística121.
Son signos y lazos de identidad para quien ascendió al trono económico
con Roma y ha acabado perdiendo la igualdad jurídica del ciudadano,
que descubre como tabla de salvación formarse para algo tan demandado
siempre como el trabajo experto. Obligados a cuidar los rescoldos de un
fuego mesiánico atizado por rabinos aunque ajeno al fariseísmo,
los nuevos rabinos deben ser liberales al tiempo que ritualistas o no
administrarían un patrimonio limitado la valía personal.
Una de sus cátedras declara en el siglo IV que será
nulo cualquier decreto impuesto a la comunidad sin aceptación de
la mayoría122.
Otra fija las prelaciones:
Salvar la vida de un hombre prima sobre salvar a una mujer [
]
Cubrir la desnudez de una mujer prima sobre cubrir la del hombre. El
rescate de una mujer prima sobre el de un hombre. Un hombre en peligro
de ser sodomizado a la fuerza tiene prioridad sobre una mujer en peligro
de violación. El sacerdote tiene prioridad sobre el levita, el
levita sobre el israelita y el israelita sobre el bastardo [
]
Pero si el bastardo es instruido en la Ley y el sumo sacerdote la ignora,
el bastardo tiene prioridad sobre el sumo sacerdote123.
El último alzamiento conocido de los judíos será
la rebelión de 315, que tiene por enemigo a Constancio II un
césar del Imperio oriental- y concluye nuevamente en rendición.
Han intentado aliarse con Persia, el único poder no romanizado
y considerable de la zona, pero desde finales del siglo V (cuando el Talmud
se completa) faltan noticias sobre este pueblo o sobre judíos singulares
hasta el siglo X. Cuando volvamos a oír de ellos, en la alta Edad
Media, son odiados como usureros que saquean al pueblo e imprescindibles
para el señor en general.
2. Caudal y ambigüedad del mensaje evangélico
A mediados siglo XIX, Marx un ateo que es nieto y biznieto de rabinos-
afirma en su primer artículo que la esencia empírica
del judaísmo es la usura124.
Ha abordado el tema tan de pasada que no atribuye también al judaísmo
el primer freno radical al interés del dinero, las primeras fraternidades
comunistas y la única cultura antigua contraria a la esclavitud.
Tampoco se ha detenido a analizar la discordia unida a cualquier gobierno
religioso de la política, cosa esta última explicable considerando
que su destino será fundar la religión política de
nuestro tiempo.
Con el judío como quien mató al príncipe
de la vida125
la pendencia entre proféticos y legalistas toca a su fin. El sacrificio
sucesivo de Juan Bautista y Jesús otorga a los cristianos una ventaja
tan insuperable como creciente, que destierra el prosaísmo meritocrático
con un culto redentor para toda suerte de infelices. Esto faculta para
arremeter contra lo sacro de la civilización grecorromana las
lindes de cada dominio-, apadrinando una sociedad de débiles a
quienes Dios ama y fuertes de quienes se vengará pronto o tarde.
Lo original de Jesús ha sido generalizar la regla del fuero interno,
una libertad de conciencia ignorada sistemáticamente por otras
culturas y profetas que desembocará en el tipo de humanidad característicamente
europeo.
La acción en conciencia va del individualismo a su
opuesto sin olvidar el amor como principio y fin de todo. A Jesús
la política le parece una pérdida de tiempo, cosa curiosa
cuando su denuncia del interés particular personal, profesional,
gubernamental, racial y nacional- divide la historia en un antes y un
luego. Platón había abogado por imponer siempre el interés
universal, y en un orden práctico de cosas los estoicos llevaban
siglos proponiendo filantropía cosmopolita y libertad de conciencia.
Pero el estoicismo exalta la fortaleza allí donde el cristianismo
exalta la fe, y ser refractario al elemento mágico-sacrificial
priva al estoico de carisma para las masas. Los intereses particulares
sólo dejan de parecer vicios sociales cuando el Estado deje de
parecer un individuo sencillamente más grande, atendiendo
a una diferencia entre simple y complejo que Europa no percibe hasta el
siglo XVIII.
La conciencia y el más allá
Rendirse al cumplimiento de la voluntad divina como Jesús supone
practicar el desapego hacia cualquier cosa distinta de la salvación,
cosa demostrada mediante oraciones y atenuando carencias del prójimo.
La deidad evangélica ha dejado de ser el Señor de las Batallas,
y a tal punto ha cambiado su concepto que el anagrama YHWH no aparece
una sola vez en el Nuevo Testamento. Ahora es un Padre benévolo
asimilable al Logos estoico como fiel del equilibrio cósmico,
cuyos decretos podrán hacerse equivalentes sin demasiadas dificultades
a ley de la Naturaleza126.
Esa norma impone una convivencia amorosa, donde la unidad de los humanos
como criaturas divinas se sobreponga a su compartimentación en
grupos.
La Antigüedad no conoce una llamada al mejoramiento que apele a la
inteligencia sin olvidar el ansia de salvación sobrenatural. Ahora
el vulgo oye que Dios se ha hecho Hombre y todos los humanos pasan a deberse
respeto absoluto, del que deriva un deber de obrar pacíficamente.
Por otra parte, la magnanimidad está entreverada de milagrería
y rencor, como respondiendo a odio por el género humano127,
pues todo se hace por desprecio del mundo material y aspirando a otro
completamente distinto, donde como en la Divina comedia del
Dante- un trance contemplativo de la idea divina suplanta cualquier inclinación
al luxus y la luxuria.
El júbilo por haber encontrado salvación parte de una santa
pobreza que ve en la carne y el dinero caras de una sola moneda, núcleo
permanente de hediondez, inaugurando el indefinido ejercicio de hipocresía
que se sigue de reprimir esas emociones. El principio humanista queda
expuesto al precio de una conciencia desgarrada entre más allá
y más acá, superstición y realismo. Su corazón
lo colma una amargura volcada hacia dentro, como la del homosexual en
una sociedad que abomina formalmente de su inclinación:
Soy un ser de carne vendido al poder del pecado. No comprendo
realmente lo que hago, porque no hago lo que quiero sino lo que odio
[
] En realidad, no soy yo quien cumple la acción, sino
el pecado que habita en mí. Porque sé que no mora en mí
ningún bien, quiero decir en mi carne, y está a mi alcance
querer el bien pero no cumplirlo, porque no hago el bien que quiero
y cometo el mal que no quiero. ¡Infeliz hombre el que soy! ¿Quién
me liberará de este cuerpo que me aboca a la muerte?128
La carne conspira contra el espíritu, y el espíritu
contra la carne. Hay antagonismo entre ellos129.
Las comunas iniciales
A mediados del siglo I los seguidores de Jesús están en
la disyuntiva de seguir lo que hace el grupo surgido en Jerusalem, encabezado
por Santiago, y las directrices cualitativamente menos arduas del grupo
grecocristiano surgido en Antioquía130.
Unos proponen que el hombre se justifica ante Dios por sus obras
(empezando por circuncidarse y cumplir el resto de la Ley) y otros que
basta la fe. Prescindiendo de esa capital diferencia, los Evangelios han
preconizado un reparto de bienes que las primeras comunidades cumplen
vendiendo todas sus propiedades y bienes y compartiendo el precio
entre todos, según las necesidades de cada uno131.
Como Jesús no estableció nada detallado al respecto, la
redistribución se verifica a través de los Apóstoles
y está marcada por la convicción de que es inminente la
batalla entre Cristo y el Anticristo. De ahí que el dinero donado
por los fieles no se emplee en producir o reproducir recursos, sino en
evitar el comercio y el crédito. Los préstamos, como precisa
Santiago, no sólo no deben devengar intereses sino que tampoco
exigen reembolso, pues otra cosa oprime al humilde132.
Es una Hacienda estrictamente transitoria, aunque no exenta de severidad
para el defraudador:
Un tal Ananías, de acuerdo con su mujer Safira, vendió
una propiedad; reservó una parte en connivencia con su mujer
y puso el resto a los pies de los apóstoles. Ananías,
díjole entonces Pedro: ¿por qué ha llenado Satán
tu corazón, hasta el punto de mentir al Espíritu Santo
quedándote con parte del precio de tu campo? [...] No has mentido
a los hombres, sino a Dios. Al oír estas palabras Ananías
perdió el equilibrio y expiró. Un gran temor se apoderó
entonces de todos cuantos lo vieron. Algunos jóvenes amortajaron
el cuerpo y se lo llevaron a enterrar.
Unas tres horas después apareció su mujer, ignorante de
lo sucedido. Pedro la interpeló: Dime ¿el campo
que vendisteis, valía tanto? Ella repuso: Sí
valía tanto. Pedro continuó: ¿Cómo
habéis podido conspirar para burlaros del Espíritu Santo?
Pues bien, en la puerta tienes las pisadas de quienes han enterrado
a tu marido, que te llevarán a ti también. En ese
mismo instante ella se derrumbó y expiró. Un gran temor
se apoderó de todos cuanto se enteraron de estas cosas133.
Que este tipo de gestión fiscal persista algunas generaciones
prueba la sintonía del momento con aquello que gnósticos
cristianos y judíos llaman ebriedad de lo inaudito.
Pero dispone también de un apoyo imprevisto en lo más pedestre
y sobrio: el Imperio está llamado a adoptar un culto que bendiga
en general la depauperación.
3. Un cristianismo operativo
El proceso de reconciliación-escisión representado por Jesucristo
se reproduce en Saúl de Tarso un fariseo nacido extramuros que
empieza persiguiendo a las comunas134.
Alcanzado por la luz, acaba uniéndose a su fe para llevar
la palabra de Dios a los paganos135,
e ingresa en el recuerdo como san Pablo Antes de redactar su Epístola
a los romanos el bautismo era una inmersión en agua que preparaba
para la apocalíptica inmersión en fuego; a partir de ella
es un requisito para que el pecado original no condene automáticamente
al infierno. La especie humana depende de una liturgia que sólo
el clero puede administrar con eficacia, y el valor de ese grupo concreto
se torna infinito. Hay ahora un motivo de absoluta urgencia para que los
apóstoles y sus delegados se lancen en misión hacia los
cuatro puntos cardinales.
Bastaría esto para asegurar a san Pablo un lugar preeminente en
la historia de la Iglesia, pero hay mucho más. Antes de incorporarse
al movimiento los fieles concebían a Jesús como un mesías
humano, y Pablo colabora en el triunfo final de un Dios repartido en tres
personae: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Igualmente
destaca su actividad como organizador, que convierte en distancia estética
la desventaja teórica de no haber conocido al Mesías, y
permite un filtrado de tradiciones orales muy distintas136
cuyo producto es un cuerpo de doctrina unitario y a la vez multifacético
-el Nuevo Testamento-, donde un tercio de las páginas está
ocupado por cartas suyas a las primeras comunas cristianas. Con este texto
disponible desde principios del siglo II- un credo local puede convertirse
en religión ecuménica.
Para que la nueva fe tuviese futuro se imponían al menos tres condiciones
adicionales, que Pablo asume explícitamente. La primera era no
tomar al pie de la letra el retorno inminente del Cristo, viendo en la
redención un trabajo lento y a fin de cuentas indefinido137;
como salvarse coincide con un progreso interior del fiel, basta saber
que la nueva religión lucha con todas las otras y triunfará
sobre ellas. La segunda condición era deslindar esa espera de la
ociosidad, organizando la Iglesia sobre un realismo ajeno a la corriente
profética, y pocas declaraciones tan claras en ese sentido como
la que dice: De día y de noche debemos afanarnos con trabajo
y fatiga para no ser una carga [
] Si alguien no quiere trabajar,
que no coma138.
La tercera condición era no confundir pobrismo con abolicionismo,
amor incondicional por el débil y rechazo de la servidumbre como
institución, pues los esclavos deben servir fielmente a sus
amos139.
Concretamente:
Que cada uno siga en el estado en que lo encontró la llamada
de Dios. ¿Eras esclavo? No te preocupes. Aunque puedas convertirte
en libre, aprovecha más bien esa condición. Pues quien
era esclavo es un liberto del Señor, tal como quien era libre
es un esclavo de Cristo140.
Esclavos, obedeced a vuestros señores terrenales con temor
y temblor, de corazón. No os limitéis a la obediencia
externa que busca concitarse el favor de los hombres, sino afanaos como
esclavos del Cristo que ponen toda su alma en cumplir la voluntad de
Dios141.
Como ninguno de estos tres criterios aparece en las enseñanzas
de Jesús -donde más bien hallamos lo contrario-, no es improbable
que Pablo debiera disputar con los demás Apóstoles para
imponer su perspectiva. El Nuevo Testamento, única fuente de datos
no inverosímiles sobre él, fecha su muerte en los últimos
años del reinado de Nerón142
sin por ello despejar multitud de incógnitas. Tan misteriosa y
escurridiza para el historiador como la de Jesús, su figura sólo
se convierte explícitamente en faro tras un periodo de oscurecimiento,
cuando el Imperio occidental está a punto de desaparecer y surgen
los primeros Padres eclesiásticos. Pablo es conciencia infeliz
en estado puro -un ser de carne vendido al poder del pecado-,
aunque su combinación de misticismo y amor al orden inspira directa
o indirectamente el proceso adaptativo de las comunidades cristianas.
Todos, ha escrito, deben someterse a las autoridades
establecidas [
] pues quien se resiste a la autoridad se rebela contra
Dios, y los rebeldes se ganan ellos mismos su condena143.
Cambios en la opinión pública
Al pagano culto del siglo II los cristianos le parecen orates a medio
camino entre el pirómano y el mendigo, reclutados generalmente
entre pobres diablos. Un siglo más tarde le parecen peligrosos
por su capacidad para servir tanto en las legiones como en puestos civiles,
sin perjuicio de representar un sabotaje sistemático contra los
valores tradicionales, cosa innegable. Pero el tránsito de una
amenaza a otra merece dos palabras.
En el siglo II, cuando empiezan a circular ediciones del Nuevo Testamento,
casi todos estos fieles son esclavos, libertos y hombres libres de humilde
condición, que se mantienen en la marginalidad para cumplir al
pie de la letra su Libro. Trabajar les parece un efecto del pecado cometido
por Adán y Eva, que no condena a quienes hayan recibido el bautismo.
Lo próximo de la Segunda Venida implica una existencia de meros
consumidores, capaces de subsistir mientras cada grupo cumpla la regla
de reparto y sea ascéticamente frugal, y Tertuliano evoca a aquellos
primeros fieles diciendo que el hambre no aterra a quien está
preparado para morir con Cristo144.
Su existencia coincide con un colapso económico generalizado que
ellos experimentan como peligro de superpoblación, y el obispo
san Cipriano sugiere controles de natalidad: Cuando el mundo era
joven tenía sentido crecer y multiplicarse, pero para su etapa
de senectud lo pertinente es el consejo evangélico de ejercer la
castidad145.
No menos decisivo para que individuos y comunas practicaran inicialmente
el absentismo laboral fue evitar una contaminación por contigüidad
con los paganos146.
Sin embargo, la senectud imaginada por el Fin del Mundo contiene más
bien el nacimiento de la Iglesia, y a mediados del siglo III por lo menos
un décimo de la población es cristiano. Suenan voces de
alarma ante un grupo que se niega a colaborar con esfuerzo y respeto por
el Estado147,
seguidas por persecuciones, y -a juzgar por las protestas que esto produce
en cristianos troquelados a la antigua usanza- es entonces cuando sus
correligionarios empiezan a colaborar en toda suerte de oficios civiles
y militares. La Iglesia es un ser complejo, como el propio Imperio, y
sólo será cuestión de tiempo que limen sus diferencias.
Ahora la fe dispone de portavoces elocuentes como Tertuliano (c.155-220)
e incluso eruditos como Orígenes (185-264), que habrían
sido santos muy venerados de no incurrir en una u otra herejía,
pues el precio que paga la unidad eclesiástica es construir una
ortodoxia inflexible. Hasta los administradores prácticos de cada
congregación empiezan a ser personas capaces de redactar libros,
sin perjuicio de hallarse inmersas en el desgarramiento de esta vida o
la otra. Un modelo del dilema es el propio san Cipriano (200-258), primer
obispo de Cartago y acuñador de expresiones célebres la
Iglesia es la Esposa pura de Cristo, no tendrá a Dios
por Padre quien no tenga a la Iglesia por Madre-, que empieza escondiéndose
ante la persecución del emperador Decio y termina sucumbiendo a
la de Valeriano. Tampoco faltan entre las más altas autoridades
eclesiásticas individuos de rara versatilidad como Calixto I (217-222),
que tras ser vendido como esclavo administra con picardía la casa
de empeño de su amo para recobrar la libertad. Acto seguido gana
una elección a obispo y acaba accediendo a la sede romana, en reñida
batalla con el antipapa Hipólito.
Los cristianos empiezan siendo objeto de represión como algo chocante
por grotesco, y acaban siéndolo no tanto por insolidaridad hacia
los deberes de ciudadanía como por una intolerancia que pone en
peligro de extinción a cualquier otro culto. Su creciente coherencia
social engrana con una creciente incoherencia del Imperio, que se manifiesta
ahora en el proceso llamado de la anarquía militar. Volvamos a
Roma para precisar el estado de cosas.
4. Lo divergente converge
Ciertos años como el 253 hay tres Emperadores, y otros -como el
235- su número puede elevarse a seis. El tropel de aspirantes y
guerras escenifica la tragedia de que el esquema administrativo va dejando
de asegurar el intercambio de objetos variados entre ciudadanos distantes.
La gran unidad es un peso muerto, cuyo coste no mantiene la comunicación
entre células y evoca procesos gangrenosos. Que los recursos se
destinen a remendar agujeros pertenece al mismo orden de cosas en cuya
virtud los caminos terrestres y marítimos vuelven a ser arriesgados
o impracticables, y el valor de las propiedades se desvanece como agua
vertida sobre arena.
Siempre que cunde el hambre las oportunidades de inversión son
óptimas, pero los Césares llevan demasiado tiempo regalando
-víveres a masas potencialmente subversivas, tierras al Ejército-
a costa de granjeros mayores y menores, profesionales y hombres de negocios,
último rastro de particulares con capacidad para invertir. El traslado
de anonas es la principal actividad no militar, y una alta proporción
de los medios disponibles para el transporte comercial se dedica a esos
repartos extracomerciales. Ahora Roma ha esquilmado a su propia burguesía
provinciana, nacida de una autonomía municipal que va recibiendo
sucesivos recortes hasta desaparecer en la regimentación de todo.
Aunque los dominios orientales duran incomparablemente más como
sociedades diversificadas, hasta sus mayores focos previos de producción
y comercio Alejandría y Antioquía- han sido saqueados
en un momento u otro por el ejército imperial, y nunca se repondrán
del todo.
Modelo de sociedad hecha a vivir del trabajo ajeno, Roma es el paradigma
del amo que prefiere morir luchando a perder su derecho infinito sobre
el esclavo. Ocuparse de aquello que provee a las necesidades materiales
es lo vil por excelencia, impropio de cualquier hombre bien nacido y más
aún del que se debe a su elevada condición148.
Esa actitud hace especialmente instructivo el proceso por el cual sus
ciudadanos acabaron proletarizados en masa, entendiendo por proletario
no el ilustre nombre de quienes aportaban prole a la República
sino el estatuto de quien sólo posee necesidades, y está
obligado a trabajar como mano de obra inespecífica, o a vivir del
subsidio. Todos los oficios civiles y militares han pasado a ser hereditarios.
Reorganizando la miseria
Ser llamado a filas, recuerda un historiador, estaba
reservado a quienes tuviesen un país que amar, una propiedad que
defender y cierta participación en unas leyes que respetaban tanto
por interés como por obligación149.
Como el minifundista quedaba exento del deber patriótico, la legión
original estaba compuesta por granjeros de cierta entidad mandados por
caballeros y dirigidos por senadores, que representaban la aristocracia
agraria. Ahora han desaparecido no sólo la antigua clase senatorial
y la ecuestre sino aquél granjero, absorbido por latifundios o
expropiado por el Fisco, correspondiendo los rangos militares a bárbaros
o romanos míseros, condenados a una vida peor aún si no
se enrolaran. Cuando no han salido de la tropa, los generales-emperadores
pertenecen a la única elite profesional superviviente, donde conviven
latinos con germánicos, balcánicos o hasta asiáticos
como Filipo el Árabe.
Arruinados, quienes antes asumían o supervisaban la producción
y distribución de bienes trabajan como servidores públicos
indiscernibles del esclavo, y militares en excedencia o en activo han
acabado siendo propietarios de los predios rústicos y urbanos.
Salvo jefes del ejército, que dirigen también las gigantescas
policías, todos los urbanitas dependen de alguna cartilla de racionamiento
con la cual especulan tan juntos como aislados, temeroso cada cual de
que otro le denuncie por rebeldía, sociedad secreta o magia. El
espectro social se achata, algo que si en un sentido venga al pobre del
rico en otro le hunde más aún. Irse ciñendo progresivamente
a lo imprescindible en alimento y vestido generaliza un ascetismo pintoresco:
el de quien tiene siervos pero vive finalmente de conseguir alguna limosna,
y aprende a estirar para una semana lo que comería en un día.
La contracción global del producto precipita también un
ocaso en los mercados de esclavos, hecho en principio estimulante que
ahora significa sólo progresiva falta de liquidez y empleo. Ya
no sale a cuenta enseñarles un oficio y cobrar su salario, porque
escasea cada vez más quien pueda pagarlo. Techo, vestido y alimento
pasan a ser algo demasiado caro para casi todos los supuestos hombres
libres, condenados a heredar el oficio de sus padres y a regalar trabajo
cuando el Estado lo mande. Es por eso un eufemismo llamar baja clase
media al precipitado urbano de siervos no rentables, libertos y
ciudadanos míseros, como hace Weber, pues lo propio de cualquier
estrato intermedio es alguna movilidad -ascendente o descendente-, y dicho
rasgo brilla ahora por su ausencia. Tal o cual individuo quizá
se convierta en magnate o hasta Emperador, pero la excepción confirma
la regla y la regla es ahora un estancamiento que las leyes defienden
con pena capital para el infractor.
El inmovilismo se consolida en áreas rurales con los colonni,
que siendo jurídicamente libres se protegen del Fisco arrendando
tierra ajena y pagando su usufructo en especie y servicios. Si el propietario
vende la tierra ellos van con ella, y las deudas de los padres se transmiten
a los hijos, nietos y biznietos. La ocupación del campesino ha
pasado a ser tan hereditaria como los oficios civiles y militares. Aparentemente
Roma ha descubierto un modo de tener tantos esclavos como habitantes,
sin necesidad de comprarlos ni mantenerlos.
Un gobierno militar para la economía
Pero prodigios tan extraordinarios sólo se esperan en situaciones
agónicas. Como la iniciativa privada ha dimitido, en 273 los collegia
relacionados con el transporte y almacenamiento de víveres pasan
a ser un servicio público dividido por secciones y negociados.
Común a los Emperadores de esta etapa, todos de vida muy breve,
es tratar la economía como sierva del mando (ancilla imperium)
e ir delegando la actividad productiva en sistemas involuntarios de relación.
El juego de oferta y demanda parece fuera de lugar cuando la ciudadanía
ha pasado a ser una masa de no-propietarios en situación de paro
crónico.
A finales del siglo III las guerras entre aspirantes y titulares del trono
han producido una postración tan intensa como aquella que fundara
la Pax Augusta, sembrando un ansia de concordia a cualquier precio. Pero
el estado de cosas es incomparablemente peor, y la restauración
que se confía a Diocleciano supone convertir a un recio soldado
profesional en hacendista y jurisconsulto. Con la vida cuartelera como
modelo, estataliza la producción de grano y pone en marcha reformas
monetarias, administrativas y fiscales dirigidas a simplificar como sea,
ahondando en la desvinculación de estímulos y procesos.
Un hito en ese sentido es su edicto sobre precios máximos, que
saluda la llegada del siglo IV dictando topes salariales y valor de cambio
a un millar largo de artículos. La Exposición de Motivos
del precepto es instructiva:
¿Quién será tan insensible o falto de humanidad
para no haber advertido que los precios excesivos se extienden por el
comercio de los mercados y la vida cotidiana de las ciudades, y que
el ansia desmedida de beneficios no es aminorada ni por la abundancia
de suministros ni por los años de buen fruto? [
]
Como una situación provechosa para el género humano rara
vez se acepta de modo espontáneo, y como la experiencia nos enseña
que el temor es la guía más eficaz y la mejor regla para
el cumplimiento del deber, nos complace que sea sometido a pena capital
cualquier persona que incumpla las medidas de este estatuto150.
Como cuando se define un dios por ser el verdadero, o un país
por ser el mejor, adjetivar el sustantivo cancela su análisis.
Aquí lo excesivo del precio y lo desmedido
de la ganancia se presentan como variables dependientes, cuando la causa
de que los bienes resulten inaccesibles no es una alta tasa de beneficio
empresarial sino lo contrario, algo reflejado a su vez en pérdida
de capacidad adquisitiva. Diocleciano cree que producción y consumo
crecerán cambiando lo espontáneo por el temor,
pero su plan no puede fracasar más ostensiblemente.
En el primer momento, refiere un testigo, la alarma
fue tal que nadie salió a vender, y la carestía empeoró
aún más, aunque tras muchas ejecuciones la simple necesidad
llevó a revocar la norma151. Ejecutar a alguien porque no
vende patatas, gallinas o hebillas por menos de tanto o cuanto no toma
en cuenta que faltan medios para vigilar el cumplimiento del plan, y un
Emperador amargado por los límites de la coacción dedica
el final de su gobierno a perseguir cristianos, a quienes acusa de construir
un Estado secreto con ramificaciones en el ejército. Puesto que
han osado incluso levantar una parroquia frente a su palacio en Nicomedia
(Sarajevo), ejecuta a varios miles de fieles y entre ellos a nueve obispos.
Es un número hasta cierto punto modesto, considerando que hay ya
varios cientos152.
Antonio Escohotado
Marzo, 2007
NOTAS
105
Eliade 1983, vol. II, p. 274.
106
Troeltsch 1992, vol. I, p. 58.
107
Bloom 2006, p. 34.
108
También podría ser cierto que Jesús sin perjuicio
de pertenecer al estamento artesanal- descendiera de un linaje davídico,
título privilegiado para aspirar al estatuto de rey-mesías.
Ya desde el profeta Daniel, y más aún en los años
inmediatamente previos a su nacimiento, un desasosiego manifiesto en
brotes de insurrección se une a rumores sobre la llegada de un
nuevo David. Eso explica, desde luego sin justificarla, la matanza de
niños decretada por Herodes el Grande en Galilea, territorio
levantisco por excelencia.
109
Lucas 19:37.38.
110
Ibíd. 19:45-46.
111
Ibíd., 22:36. Allí mismo añade: Porque la
Escritura dice:Se le contará entre los forajidos.
112
Que es el consejo de los notables o Sanedrín, donde están
representados la nobleza (ancianos), los saduceos (sumos
sacerdotes) y los fariseos (escribas). El Sanedrín
decide acusarle de blasfemia cuando Jesús se identifica
como el Mesías anunciado, Hijo del Bendito. Cf. Marcos
14:53 y 14: 60-65.
113
Juan 19:12.
114
La expresión aparece 5 veces en los evangelios de Mateo y Lucas,
6 en el de Marcos y 71 en el de Juan; cf. Johnson 1988, p. 145.
115
Para una sólida argumentación en contrario, y de un teólogo
católico, cf. Lemonon 1987, p. 74-97.
116
A juzgar por el episodio donde san Pedro le corta la oreja a uno de
los agentes policiales con su sica (Juan 18:10).
117
Josué tomó Jericó, y es célebre por pedir
a YHWH que detuviera el Sol para poder exterminar a todos los derrotados
en una batalla.
118
Bloom 2006, p. 35.
119
Cf. Johnson 1988, p. 146-147.
120
Cf. Shahak 2002, p. 125.
121
El descanso sabático manda no cosechar, por ejemplo,
y de ello viene que no pueda montarse a caballo ese día; el jinete
se expondría a la tentación de hacerse una fusta cortando
alguna rama -cosa idéntica a cosechar-, si bien el argumento
ha acabando prohibiendo no sólo la equitación sino el
ciclismo. La Ley prohíbe también ordeñar,
una conducta importante para los granjeros que sólo les admite
ser compasivos con sus animales domésticos aliviando la presión
de las ubres; pero nada impide que sin proponérselo- quien
les ordeñe tope con un cubo dejado bajo cada ubre por el trabajador
del viernes, y que de un modo no consciente, puramente automático,
acabe llevándolo a un lugar frío donde la fermentación
de ese líquido esté controlada. Cf. Shahak 2002, p. 122-125.
122
Yer. Shabbat 3d.
123
Horayot 3, 7-8.
124
Marx 2005, p. 12. Ha empezado diciendo: No puede el judío
oponer a la nacionalidad real su nacionalidad quimérica y a la
ley real su ley ilusoria, creyéndose con derecho a estar al margen
de la humanidad, a no participar por principio del movimiento histórico,
a aferrarse a la esperanza de un futuro que nada tiene que ver con el
futuro general del hombre (Ibíd., p. 1).
125
Hechos de los apóstoles, 3:15. Es el primer discurso de
san Pedro a los hombres de Israel en Jerusalem. A principios
del siglo III san Hipólito considera a los judíos avergonzados
por haber matado con sus manos al Dios que vino (Refut.
her. 9, 25).
126
Los primeros cristianos occidentales cultos, san Ambrosio y san Jerónimo,
llaman escritores eclesiásticos a estoicos como Séneca
y Epicteto, a despecho de ser paganos.
127
Tácito Anales XV, 44.
128
Pablo, Epístola a los romanos, 7:14-24.
129
Epístola a los gálatas, 5:17.
130
La palabra cristiano mesías en griego (jristos)
con una desinencia latina- aparece en esa ciudad, y se exporta desde
allí.
131
Hechos de los apóstoles 2:44. No había entre
ellos indigentes, pues cuantos eran dueños de haciendas o casas
las vendían y llevaban el precio de lo vendido, y lo depositaban
a los pies de los apóstoles, y a cada uno se le repartía
según su necesidad (Ibíd., 4:32-33).
132
Epístola de Santiago, 2:6.
133
Hechos. 5: 1-11.
134
Dirige la primera purga en Jerusalem, devastando a la Iglesia
cuando iba de casa en casa, deteniendo a hombres y mujeres (Hechos,
8:3).
135
Ibíd. 9:15.
136
Fundamentalmente, el hebraísmo en buena medida elemental que
informa los evangelios sinópticos (Marcos, Mateo,
Lucas) y la teología platónica-gnóstica-zoroástrica
de Filón, que inspira el evangelio de Juan, así como la
Epístola joánica y el Apocalipsis
137
En su segunda carta a la comunidad de Tesalónica advierte: No
dejéis que vuestro espíritu se agite demasiado deprisa
y se alarme con palabras proféticas [
] orientadas a pensar
que el Día del Señor ha llegado (2:2).
138
Ibíd. 2:8-10.
139
Epístola a Timoteo 6:1.
140
Epístola a los corintios 7:20-23.
141
Epístola a los efesios, 6:5-7.
142
La persecución de cristianos decretada por Nerón es una
leyenda, tan extendida como carente de apoyo en los anales romanos.
Debe descartarse por ello su martirio (y el de san Pedro) en el año
67 o 68, sin perjuicio de que pudiera haber muerto en Roma hacia esas
fechas debido a alguna otra causa.
143
Romanos, 13:1-3.
144
En Troeltsch 1992, vol. I, p. 120.
145
Ibíd.
146
El inevitable contacto con emblemas idólatras prohibía
trabajar para el Estado y para los ayuntamientos, en ocupaciones disipadas
como el teatro, las artes o la enseñanza laica, como ayudante
de pontífices, astrólogos y magos o en cualquier actividad
ligada a los templos. Esto último incluía de modo expreso
a carpinteros, albañiles, ebanistas, soladores, artesanos
de cubiertas, pintores, grabadores, herreros, carniceros, floristas
y cualquier oficio ligado a cultos impíos; Ibíd,
p. 123-124.
147
Plinio el Joven constata en 98 la desolación económica
que cunde en las regiones de Asia Menor donde predominan los cristianos,
y en 178 Celso teme que si sus principios prevalecieran el Imperio acabaría
sin ejército. Orígenes le responde que cuando todos
los hombres se hayan convertido en cristianos hasta los bárbaros
se sentirán inclinados a la paz; ibíd., p. 124.
148
Cicerón, De officiis, I, 42.
149
Gibbon 2000, p. 39.
150
Diocleciano, en Cameron 2001, p. 38.
151
Lactancio, Sobre las muertes de los perseguidores, 7, 5-7.
151
Un millar, según Gibbon.
©
Antonio Escohotado 2007
LOS ENEMIGOS DEL COMERCIO
http://www.escohotado.org
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