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LOS ENEMIGOS DEL COMERCIO
XXII. JACOBINISMO Y COMUNISMO
Soy francés, soy uno de tus representantes
¡Oh pueblo sublime, recibe el sacrificio de todo mi ser! ¡Feliz
el que ha nacido en tu seno! ¡Más feliz aún el que
puede morir por tu felicidad!44.
Con la Constitución de 1791 llega una nueva forma de gobierno,
donde las facultades del Rey se limitan a elegir primer ministro y ejercer
un derecho de veto sobre decisiones de la Asamblea, que ahora pasa de
Constituyente a Legislativa. La cuota de poder político atribuida
a Luis XVI es mínima si se compara con el absolutismo nominal previo,
pero no deja de ser exorbitante para lo que el país está
dispuesto a admitir. Cada uno de sus Gobiernos debe, pues, optar entre
sostener su decaída imagen o erosionarla más aún,
cosa tan sencilla en la práctica como proponer o no el tipo de
medida que se verá obligado a vetar. Barnave, primer encargado
de formar gabinete, evita por ejemplo proponer una confiscación
de los parientes no emigrados de emigrés, consciente de
que el Rey habrá de oponerse. Su sucesor, Brissot, aprovecha ese
proyecto de ley para exacerbar el odio a la Corona.
1. El tercer parlamento
La Asamblea Constituyente se transforma en Asamblea Legislativa tras nuevas
elecciones, que no arrojan resultados imprevistos. Los nuevos miembros
pertenecen abrumadoramente a clases medias y si algún cambio se
observa es una progresiva pérdida de representatividad, pues la
cámara que acaba de entrar en funciones es elegida por menos del
10% de los electores45.
La meta de todos es ser foros democráticos, desde luego, pero la
Asamblea Legislativa endurece las condiciones para votar46
y en bastante mayor medida los requisitos para ser elegido; los aspirantes
a escaño deben ahora demostrar que pagaron al Fisco cuando menos
el equivalente a cincuenta sueldos.
Por lo demás, el resultado de las elecciones sigue dejando en minoría
a Marat y al cada vez más radical Robespierre. De sus 800 miembros,
la mitad vota sin adscripción a una línea fija, como Sieyès;
136 votan intransigente y casi el doble -264- apoya a los feuillants
de Barnave47,
que asumen las riendas del Gobierno. La estrella de la nueva Asamblea
es Brissot, un nacionalista exaltado cuyo grupo de brissotins o
girondinos acabará formando el último Gabinete de Luis XVI.
El presidente del comité constitucional se ha despedido sugiriendo
que el tiempo de la destrucción ha terminado; pero
muy pocos diputados están dispuestos a tolerar lo que consideran
un ultraje a la soberanía francesa. Haber exigido que la familia
real no padezca nuevas agresiones, si el país no quiere exponerse
a represalias, dispara una declaración de guerra a Austria que
se extiende a Prusia48
y acabará incluyendo a Inglaterra, Holanda y España.
Guerrear finalmente contra toda Europa no es en principio incompatible
con el Estado de derecho que introduce la Constitución de 1791.
Pero la situación interna se liga a éxitos y reveses del
frente que empiezan siendo esto segundo ante todo-, y el proceso
conducente a las primeras levas en masse es indiscernible del que
recorta progresivamente el pluralismo ideológico y las garantías
civiles. La huída real justifica que el credo sans-culotte
considere rota la baraja a todos efectos, y dos semanas después
de que de la carroza real haya vuelto a París una manifestación
antimonárquica se torna tan violenta que la Guardia Nacional debe
protegerse disparando a dar. Varios patriotas mueren, sus cadáveres
se presentan como mártires de un Gobierno tiránico y cierta
asamblea parisina de distrito proclama: El deber más sagrado
es olvidar la ley para salvar a la Patria49.
Llega la hora de borrar la distinción entre el símbolo y
lo simbolizado, el déspota y un pobre hombre vencido. Su torpe
intento de ponerse a salvo reconfirma el Gran Miedo, una convicción
que en 1788 y 1789 parecía borrosa y propia de analfabetos. Tan
cierto como que los graves caen es ahora una conjura para acallar al pueblo
matándolo de hambre, y quien diga otra cosa es un enemigo público.
Este planteamiento lo vienen proponiendo de modo infatigable periódicos
como LAmi du Peuple de Marat y el Père Duchesne
de Hébert50,
que son las manifestaciones más incendiarias de una variada prensa
política51.
Nuevos métodos
Desde la manifestación de julio de 1791 el patriotismo parisino
ha ido creciendo como vapor calentado en condiciones de confinamiento,
y para agosto del año siguiente la naturaleza del asunto
ha cambiado por completo; ya no se trata de libertad, sino de salud pública52.
Identificada con el honor de Francia, esa salud contempla como foco infeccioso
que los reyes sigan existiendo y haya aún tropas regulares en París53,
mientras afluyen de toda Francia adeptos al desagravio patriótico
que será una venganza inolvidable y modélica.
Las principales cabezas de esa reivindicación son el sentimental
Danton, que ha ascendido a capitán de la Guardia Nacional, y el
sanguinario avocat Billaud-Varennes (1756-1819), apodado el Rectilíneo.
En la mañana del día 10, ante el despliegue de una muchedumbre
armada con picas, mosquetes y abundante artillería, el marqués
de Mandat -jefe de los que custodian el palacio- se dirige al Ayuntamiento
para parlamentar.
Pero nada hay que convenir; el ataque no hará prisioneros, y tras
oír algunos insultos Mandat es asesinado cuando iba de camino al
calabozo54.
Se ha puesto en marcha el estilo que corresponde a romper la baraja, y
el chambelán Roederer convence al rey de que salga literalmente
corriendo con los suyos hacia la Asamblea. Allí los diputados se
avienen a darle refugio unos por compasión y otros para poder
juzgarle luego-, si bien no puede asistir a sus deliberaciones y debe
conformarse con un cuarto trastero. Destituido a continuación,
él y su esposa pasarán de ese recinto a cárceles
separadas tan pronto como termine el combate en las Tullerías.
Con todo, esta vez no son 82 invalides, como en La Bastilla, sino
profesionales que -aún disponiendo de un castillo incomparablemente
menos fortificado- quieren poder rendirse o en otro caso vender cara su
vida. Los agresores, por su parte, están inspirados por una combinación
de simbolismo y furor visceral que no cuenta con ese tipo de respuesta
prosaica, y la resistencia ofrecida les parece sacrilegio. De ahí
que no baste con matar al enemigo, y centenares de cadáveres son
mutilados55
como parte del rito ejemplarizante. La imaginación communard
ve en cada muerto propio una víctima inocente de crueles mercenarios,
y el duelo por los mártires del 10 de agosto suscita las masacres
de septiembre. Esta vez la operación no genera bajas propias, porque
afecta a unas mil quinientas personas que están en cárceles
y otros centros de detención.
Gran parte de la Asamblea se escandaliza, y habría castigado las
masacres de no mediar en ello los crecidos diputados de su izquierda,
que amenazan con nuevos alzamientos. La iniciativa ha partido de Marat,
aunque Hébert le secundó suplicando que todos los
sans-culottes usen la daga de la libertad contra los déspotas
y sus esclavos56.
A juicio de ambos, que son miembros de la Asamblea, no fue una masa linchadora
quien atacó el palacio de las Tullerías, sino todo
París quien respondió heroicamente a la cobarde agresión
de unos extranjeros pagados. Forma parte del ritual reparador, por ejemplo,
alzar hasta los barrotes de la celda que ocupa María Antonieta
la cabeza de su amiga íntima, madame de Lamballe, torturada poco
antes en otra prisión.
Empieza a ser peligroso, y radicalmente impopular, tener presente que
el jefe de las tropas apostadas en las Tullerías fue despedazado
cuando trataba de parlamentar; que como en La Bastilla- no se aceptó
la rendición del adversario y, ante todo, que entre Guardia Nacional
y federés venidos de provincias los asaltantes superaban
a los defensores en una proporción de 10 o 13 a 1. Lo históricamente
decisivo del evento es consagrar la agresión defensiva como prototipo
de conducta política, desencadenando las previsibles consecuencias.
París pasa de Commune gestionada por el ecuánime
Bailly a Commune Insurrectionnel que asume la dirección
militar de toda Francia, suspendiendo de modo indefinido la inviolabilidad
de domicilios y patrimonios.
Las visitas domiciliarias en busca de armas y documentos comprometedores
no descartan otras requisas, pues la proclama fundacional de la nueva
Comuna aclara que cuando la patria está en peligro todo le
pertenece. Sus actos dependen de un Comité Central donde
está representada la plana mayor intransigente Marat, Hébert,
Robespierre y Roux, el cura comunista-, aunque su control
corresponda en principio a Danton, el Mirabeau de la canaille.
La Oficina Republicana, portavoz del Comité, consuma la transformación
del ataque en defensa con una versión oficial sobre el asalto a
las Tullerías: un alzamiento popular sofocó el inminente
golpe de Estado monárquico. Cierto poeta y dramaturgo redacta entonces
la correspondiente Rendición de Cuentas al Pueblo Soberano, fijada
en la sede de la Comuna y en calles y plazas:
Ojalá Francia entera erice su piel con picas, bayonetas,
cañones y dagas, para que convertidos todos en soldados diezmemos
las filas de esos viles esclavos de la tiranía. En las ciudades
la sangre de los traidores será el primer holocausto ofrecido
a la Libertad57.
Danton, que está en el cenit de su influencia, se suma a la declaración
con su famoso: El terror es el orden del día. La emoción
subyacente es de tales proporciones que resonará durante más
de dos décadas. Combinado con la leva forzosa, el ¡A
las armas, ciudadanos! -estribillo de la recién inventada
Marsellesa- no pierde en realidad fuerza de convocatoria hasta
la derrota napoleónica de Waterloo (1815). No hay ningún
motivo para temer anarquía, pues la centralización
ha logrado introducirse en el campo de los antiguos poderes y suplantarlos
sin destruirlos58.
2. La última asamblea
Pero el programa intransigente debe atravesar la mediación de un
cuarto parlamento, que será la Convención Nacional. Mientras
ese órgano no empiece a funcionar el poder de hecho se reparte
entre los ministros del decaído Luis XVI -que han sido nombrados
por la Asamblea y son los republicanos llamados moderantistas
por Hébert- y el sector radical de la Asamblea, que mueve sus piezas
en coordinación con la Comuna. En el nuevo parlamento aquello que
era izquierda y derecha pasa a ser Montaña y Llanura, con bancos
altos ocupados por radicales y bancos bajos ocupados por independientes
o seguidores de Barnave y Brissot, que a grandes rasgos representan a
París y al resto de Francia respectivamente.
Las elecciones para elegir diputados de la Convención discurren
apaciblemente, por más que el desengaño limite la participación
ciudadana a algo menos del 15% del censo electoral. Los observadores atribuyen
ese record de absentismo a que la Asamblea se haya permitido vetar cualquier
candidatura no patriótica, y a que los diputados deberán
votar siempre en voz alta. Esto implica identificarse en momentos donde
nadie sale a la calle sin portar la escarapela de un club u otro, temiendo
ser acusado de implicación en el complot del pan. Talleyrand, que
ha ido a Londres para negociar en secreto una paz con Inglaterra, decide
no volver y explica esa abstención porque las picas y los
clubs nos han acostumbrado al disimulo y la bajeza59.
Un factor adicional de debilidad para el nuevo órgano es que deba
legislar, gobernar y juzgar a la vez, cosa impuesta por la tradición
centralista gala y el consejo roussoniano de una soberanía
indivisa, hostil a la división de poderes recomendada por
Montesquieu y puesta en práctica por el liberalismo anglosajón.
Como consecuencia de ello no sólo dicta leyes sino que juzga (a
través de su Tribunal Revolucionario) y funciona como Ejecutivo
mediante tres comités (Seguridad, Salud y Educación). Cabría
esperar que sus representantes se hubiesen popularizado, acogiendo a más
sans-culottes y labriegos, pero para votar y ser elegido sigue
haciendo falta pagar un mínimo de impuestos, y la composición
del organismo permanece inalterada:
Desde el punto de vista social, los miembros de la Convención
diferían poco de los dos Parlamentos previos. Se observaba una
preponderancia análoga de exfuncionarios, abogados, comerciantes
y empresarios, aunque había un número apreciablemente
mayor de procuradores, médicos y docentes de provincias. Como
antes, no había pequeños campesinos, y sólo dos
obreros60.
Poco después de reunirse, Marat cuyo Amigo del Pueblo
se ha convertido en un subvencionado Journal de la Republique61-
radiografía ideológicamente a los miembros proponiendo:
Guillotinar a 600 os aseguraría reposo, dicha y libertad.
Un humanismo falso ha suspendido vuestros brazos y evitado vuestros golpes.
Debido a ello millones de vuestros hermanos perderán la vida62.
A su juicio, en una asamblea compuesta por 750 representantes el 80% son
monárquicos disfrazados y agentes enemigos, frente
a un 20% de patriotas no imbéciles, que miran la revolución
con buena fe e intentan salvarla63.
Esa fracción tiene como aliado extraparlamentario no sólo
al populacho que se ha abonado a las sesiones de guillotina sino a los
gestores de la Comuna, que coordinan con eficacia creciente cada alzamiento
(émeute)64.
Una cuestión de procedimiento
Si en la primera Asamblea el ala derecha y las treinta voces
de su izquierda estaban separadas por concepciones realmente distintas,
la oposición entre Llanura y Montaña no deriva tanto de
programas políticos como de métodos admisibles. Mirabeau
y los líderes de la Gironda65
fundaron el club jacobino (llamado así por su sede en la calle
San Jacobo), y sólo las responsabilidades gubernativas impusieron
a Brissot ceder a Robespierre el puesto de secretario general de la asociación.
Jacobino y jacobinismo se identificarán para lo sucesivo con un
sector de ese club, sumado a sus afines en el club de los cordeliers,
pero quienes medio año después se etiquetarán como
monárquicos constitucionalistas y republicanos de la Gironda son
los jacobinos originales.
Superiores en prestigio y votos, como los mencheviques rusos, pretendieron
retener las libertades en un momento donde la minoría bolchevique
en este caso la Montaña- pudo arreglárselas para dar
un golpe de Estado. Michelet es objetivo cuando escribe que el espíritu
de la Comuna Insurrecta no era sólo salvar a la patria, sino
salvarla por los medios que Marat aconsejaba: la masacre y la dictadura66.
Partidarios del parricidio patriótico67,
aunque liberales en otros aspectos, los girondinos perdieron el poder
por repugnancia ante los procedimientos y agentes de su rival político,
tan bien adaptados por lo demás a una situación de extrema
penuria, delirio persecutorio y guerra contra propios y extraños.
La muerte de Luis XVI se decide por un estrecho margen de votos -387 contra
333-, y que los girondinos sugiriesen remitir la decisión última
a una consulta popular sirve para acusarles de connivencia con la monarquía.
Mucho más funesto fue para ellos lograr el procesamiento de Hébert
y Marat, pues el Tribunal Revolucionario desestimó la causa y cargaron
con nuevas iras del pueblo. Nada tuvieron que ver con la gran rebelión
de La Vendée, instigada por una nostalgia del Viejo Régimen,
pero cualquier revés sirve para imputarles nuevas traiciones. Al
empezar la primavera, pocas semanas antes de ser guillotinado, Vergniaud
(1753-1793) hace justicia a su fama de orador con un discurso interrumpido
por gritos de los montañeses (¡calumnia!, ¡traidor!),
donde presenta a la Revolución como un Saturno que devorará
a todos sus hijos si el imperio de la ley sigue ignorándose.
Algo dice sobre los girondinos su adiós a la vida. Vergniaud, Brissot
y la primera carreta de girondinos llegan a la Plaza de la Revolución
luego Place de la Concorde- cantando la Marsellesa, y tan
animosos se muestran que el verdugo puede despachar a 22 en apenas media
hora. Ninguno ha de ser sujetado o impelido. Madame Roland, esposa del
ministro de Interior hasta hace unas semanas, saluda al busto en yeso
de la Libertad situado junto a la guillotina con su famoso ¡Cuántos
crímenes se cometen en tu nombre!. Antes de suicidarse el
barón de Condorcet (1743-1794), un científico antimonárquico,
vive escondido para poder terminar su Esbozo de un cuadro histórico
sobre los progresos del espíritu humano. El texto describe
en nueve etapas el tránsito del estado salvaje a grados superiores
de conocimiento, rectitud y dicha, proponiendo que el ser humano está
llamado a una perfectibilidad indefinida68.
3. El reino de la virtud
El 2 de junio de 1793 una muchedumbre provista varios cañones asedia
y toma la Convención. Con Roux como uno de sus caudillos, los insurrectos
convencen a la asamblea de que 31 girondinos deben ser arrestados
en el acto, medida que permite a la Montaña controlar desde ese
momento el Comité de Salud Pública. Aquel día se
decreta adicionalmente que el pan tendrá precio fijo, y que sólo
los sans culotte disponen en lo sucesivo de franquicia electoral.
Lo primero está destinado a cortocircuitar la producción
y distribución de grano, convirtiendo al campesinado en nuevo traidor;
lo segundo resulta muy lógico, pues son ante todo gentes de los
barrios pobres quienes se han apoderado del edificio, y de los 750 escaños
de la Convención sólo dos están ocupados por obreros.
Los eventos se precipitan al mes siguiente con la muerte de Marat a manos
de una joven puta girondina, cuya cabeza será abofeteada
por el verdugo tras recogerla de la cesta donde ha caído. Algunos
testigos dicen que el rostro respondió al bofetón con una
mueca69,
y el episodio sirve en todo caso para calibrar los ánimos. La asesina
ha dado muestras en todo momento de una pasmosa serenidad, declarando
que mató al monstruo para intimidar a sus émulos,
pero nadie más osa insinuar algo semejante. Al contrario, el entierro
del Amigo del Pueblo constituye una gran explosión de duelo popular,
acompañada por declaraciones llamativas:
Marat no ha muerto. Su alma, libre ahora del envoltorio terrestre,
se desliza sin obstrucción por toda la República, y es
más capaz para introducirse en los complots de federalistas y
tiranos70.
Corazón de Jesús, corazón de Marat, tenéis
el mismo derecho a nuestro homenaje [
] Marat es un dios, que detestaba
como Jesús a los ricos y a las sabandijas71.
En septiembre el Fiscal General de la República es Hébert,
que saca adelante la Ley 22 o de Sospechosos, un texto singular en la
historia del derecho porque reprime crímenes contra la libertad
sin tipificarlos, y atendiendo a motivos de urgencia permite excluir pruebas
testificales y documentales. Desde entonces hasta junio de 1794 crece
el llamado reino del Terror, que pasa a ser la Grande Terreur el
julio siguiente. En un semestre la media de ejecuciones públicas
pasa de tres a veintiséis diarias, cumpliendo al fin sin remilgos
los consejos de Marat.
El laxo Danton mujeriego, bebedor y juerguista- cede
paso al incorruptible Robespierre, siempre atildado y circunspecto,
que sólo concilia el sueño teniendo junto a la cabeza un
ejemplar del Contrato social. Llega una guerra de la virtud contra
el vicio, donde el terror se define como justicia rápida,
severa, inflexible. Saint-Just (1767-1794), su mano derecha, le
parafrasea al decir:
El barco revolucionario sólo llegará a puerto
en un mar enrojecido por torrentes de sangre [...] No sólo debemos
castigar a los traidores sino a cualquiera que no sea entusiasta. La
república debe protección a los buenos ciudadanos. A los
malos sólo les debe la muerte72.
El sans culotte en paro profesional se ha convertido mientras
tanto en fuerza paramilitar dedicada a asuntos internos, como requisas
de productos agrícolas o linchamiento de personas determinadas,
y aunque alivia el trabajo de la guillotina con cuchillos y palos la justicia
parece agobiada por el volumen de no entusiastas. Durante
esos diez meses los reconducidos a la virtud desafían todo cálculo
preciso, si bien podemos estar casi seguros de que no superaron los 40.000
ni bajaron de los 20.000. Es en todo caso interesante saber que el 8%
fueron aristócratas, el 6% sacerdotes, el 14% clase media y el
70% campesinos, estos últimos por atesorar, negarse al reclutamiento
o alguna otra forma de rebeldía73.
Ajustes de cuentas
La vanguardia del Terror es compartida inicialmente por una facción
del club de los jacobinos -el grupo de Robespierre, Couthon y Saint-Just-
y dos facciones del club de los cordeleros, una encabezada por Hébert
y otra por Danton. Tras el golpe de Estado de primavera, que despeja el
camino hacia la dictadura, a sus respectivas posiciones se añade
la del cura Roux y sus enrabiados (enragés), protegidos
inicialmente por Hébert, que profesan un abierto ebionismo; llega
el día de la restitución, los ricos han engordado
para el día de la matanza74 y la espiral de precios debe
combatirse con una confiscación masiva de comestibles. El marco
sociopolítico de sus deliberaciones es un deterioro vertiginoso
de la economía, que unas veces se alivia con las requisas de dinero
y víveres derivadas de victorias en algún frente de batalla
y otras veces empeora con los reveses.
Hebertistas y enragés apoyan un giro hacia el terror
extremo. Danton, Desmoulins y los indulgents defienden un
restablecimiento gradual del Estado de derecho, y Robespierre parece inclinarse
por esto segundo durante el largo y menesteroso invierno de 1793. Aparentemente,
también él siente reparos ante una espiral de violencia
que está volviendo a ejecutar presos en las cárceles. Pero,
de hecho, maniobra sin descanso para evitar que los extremismos
de facción perturben a la República. En marzo sus
alianzas le permiten ejecutar a Hébert y algunos de los suyos,
y en abril a los principales indulgents.
A finales de julio, sin embargo, un importante grupo de la Convención
se ha conjurado para atacar por sorpresa, acusándole de ser tanto
un dictador sanguinario como un payaso delirante. Su costumbre de acabar
los discursos ofreciendo la vida por la patria encuentra a cientos de
diputados conformes con ello, que entre carcajadas proponen sacar a votación
su condena. Bastan unos minutos para comprobar que pocos salen en su defensa,
muchos dan muestras amenazantes y una escolta enviada a toda prisa por
la Comuna permite que él y dieciocho fieles se refugien en el Ayuntamiento.
Ahora depende de la guardia communard, pero poco después
de medianoche todos desertan. Los grandes héroes de la Comuna Danton
y Desmoulins ante todo- habían perecido por orden suya.
Un rumor afirma que Robespierre recibió un tiro en la boca estando
aún en la Convención, para impedirle hablar. Mucho más
probable es que quisiera matarse en el Ayuntamiento, al percibir su abandono.
Mala puntería o nervios hicieron que el proyectil le destrozara
un maxilar, y llegó al cadalso sujetándoselo al cráneo
con un pañuelo. Aullaría de dolor cuando el verdugo se lo
arrancó antes de guillotinarle, como el lisiado Couthon cuando
hubo de flexionar las piernas para ponerse boca abajo en la plancha de
ejecución. Saint-Just no profirió una palabra desde el momento
de ser detenido, y en contraste con el desaliño de sus compañeros
sucumbió impecablemente vestido con su casaca azul de botones dorados.
Roux perdió la oportunidad de ser el primer mártir de la
causa comunista suicidándose con un cuchillo en su calabozo. Danton
impresionó por su altivo coraje en todo momento75;
Desmoulins empezó luchando hasta desgarrarse la ropa, pero acabó
imitando su denuedo. Marat murió pidiendo socorro, apuñalado
mientras escribía los nombres de traidores imaginarios que su asesina
iba inventando, hasta colocarse en posición de asestar su único
y certero golpe. Hébert imploró clemencia desde el auto
de procesamiento, y se desmayó al avistar lo que tantas veces había
llamado jocosamente el barbero nacional. Uno de los verdugos
dejó dicho que él y sus compañeros de carreta murieron
como cobardes sin pelotas (couilles)76.
Hébert había dado muestras de su naturaleza tiempo atrás,
cuando en el juicio contra Maria Antonieta intimidó a su hijo -de
ocho años- para hacerle firmar una declaración donde acusaba
a la madre de enseñarle a masturbarse. Ese tipo de cargo lo sistematizaría
Fouquier-Tinville (1746-1795), fiscal del Tribunal Revolucionario, que
introdujo un germen de asepsia burocrática dividiendo sus alegatos
en dos partes; la primera para exponer que el acusado nunca fue un revolucionario
auténtico, y la segunda para deducir que eso le predestinó
a convertirse en agente extranjero77. Procesalmente, le fue
de gran ayuda poder recomendar al jurado que abandonase la sala si ya
tenía formada su convicción, aunque la defensa no hubiese
presentado aún pruebas o alegaciones.
La respuesta de los acusados a su inquisición supuso una cadena
de suicidios no exentos de bravura como el de Roland, que se quitó
la vida arrojándose contra su bastón-espada, o el de Dufriche-Valazé,
que usó un estilete oculto entre los papeles para matarse tras
oír la sentencia. Verle morir en breves instantes produjo un gran
tumulto en la sala, cortado por Fouquier-Tinville con la exigencia de
que ese traidor tampoco evitase la guillotina; fue posible así
proceder a la ejecución de un cadáver. Victorioso sobre
todos sus reos, no menos que cauto para unirse a los enemigos de Robespierre,
quedó atónito al ver que la clausura del Terror reclamaba
también su propia cabeza. Había sido fiel al omnipotente
mandato de la Convención, alegó, aunque ninguno de sus mandantes
siguiese vivo para confirmarlo. Como a Robespierre, le había condenado
una heterogénea mezcla de terroristas, diputados sobornables, indulgentes,
monárquicos y liberales.
NOTAS
44
Robespierre en su discurso del 7/6/1794, inaugurando la Fiesta Nacional
dedicada al Ser Supremo; cf. Moya 2007, p. 113.
45
Desde las elecciones a los Estados Generales se convirtió
en una regla de hecho que cuanto más radical fue haciéndose
la Revolución más se estrechó su base electoral,
pues la Convención representaría aún a menos votos;
Schama 1989, p. 581.
46
Los varones deben haber cumplido los 25 años, residir en cierto
domicilio durante un año seguido y pagar en impuestos el equivalente
a tres sueldos. Bastaba uno en 1789.
47
Cf. Schama 1989, p. 582.
48
Con todo, la declaración austroprusiana de Pillniz está
lejos de ser un ultimátum, pues Leopoldo II -el emperador austriaco-
es hermano de María Antonieta y teme por su vida. Es un monarca
ilustrado, que ha abolido en la Toscana donde gobierna
como Gran Duque- no sólo la tortura sino la pena de muerte.
49
Llamamiento de la section del distrito parisino de Mauconseil,
31/7/1791; cf. Schama 1989, p. 612.
50
Solían ser folletos de ocho páginas (correspondientes
a una de imprenta replegada), aparecidas tres o más veces por
semana. Los vendedores callejeros las anunciaban con voces como ¡Hoy
está caliente el Padre Duchesne! o ¡El Amigo
pide más sangre!.
51
El radicalismo informa también el primer periódico mural,
LAmi du Citoyen de J.B.Tallien, alguien que tras distinguirse
como inquisidor será decisivo para derrocar a Robespierre. Más
dignos de recuerdo son el Vieux Cordelier y otras revistas de
Desmoulins, los Annales Patriotiques de Carra y el Patriote
Français de Brissot.
52
Mignet 1824 (2006), Intr.
53
Que son un millar de hombres acantonados en torno a las Tullerías,
la mitad de ellos suizos pertenecientes a la guardia personal del Rey.
54
Cf. Schama 1989, p. 614.
55
Los mutiladores cortaron a hachazos miembros para pasearlos en
triunfo, y seccionaron genitales para meterlos en las bocas que habían
quedado abiertas, o dárselos a los perros; Schama 1989,
p. 615.
56
Hébert, en Hardman 1973, vol. 2, p. 218-19.
57
Fabre DEglantine, en Schama 1989, p. 630.
58
Tocqueville 1982, p. 95. De las ruinas que forjó la Revolución
nacería espontáneamente un poder central inmenso [
]
con gobiernos más frágiles pero cien veces más
poderosos (ibíd, p. 59).
59
Talleyrand, en Schama 1989, p. 681.
60
Rudé, en Moya ibíd, p. 290.
61
Hébert conseguirá una recompensa mucho más lucrativa
aún, pues su Père Duchesne es subvencionado con
100.000 libras para regalarse como edificación moral
a las tropas de los distintos frentes.
62
Cf. Encyclopaedia Britannica, Macropedia, voz Marat.
63
Hébert, Le Père Duchesne, nº 234.
64
Cuando la situación de París intenta normalizarse derogando
el régimen de Comuna Insurrecta y la consiguiente tiranía
de la ciudad sobre el resto del país-, el asunto se paraliza
ante una émeute instada por Danton y su secretario Desmoulins.
Otras dos el 27 y 31 de mayo de 1793- anulan el procesamiento
de Hébert y Marat por inducción a la masacre y alta traición.
Desde la huida frustrada del rey lo espontáneo de
las manifestaciones masivas brilla por su ausencia.
65
Fundamentalmente Barnave, Pétion, los hermanos Lameth, Vergniaud,
Roland y Brissot.
66
Michelet, en Moya 2007, p. 79.
67
Brissot, su último jefe, promovió el asalto a las Tullerías.
Vergniaud, más respetado aún que él en el grupo,
usó su legendaria elocuencia para demoler la figura personal
e institucional de Luis XVI, asegurando así su ejecución.
68
Comentando su suicidio, logrado con un extracto de datura estramonio,
Jefferson dice que en esos tiempos todo hombre dotado de fortaleza
llevaba siempre tal medicamento en el bolsillo para anticiparse a la
guillotina; Jefferson 1987, p. 672. Malthus compondrá su
Ensayo sobre el principio de la población (1798) para
negar que las tesis de Condorcet y en particular la capacidad
de sociedades civilizadas para autoabastecerse- estén objetivamente
fundadas.
69
Cf. Wikipedia, voz Charlotte Corday. La autopsia mostrará
que la joven era virgen.
70
Roux, en Le Publiciste de la République Française,
julio de 1793.
71
Letanía del cordelier Morel, en Schama 1989, p. 744.
72
Cf. Encyclopaedia Britannica, Macropedia, voz Saint-Just.
73
Cf. Harvey, D.J., French Revolution, history.com 2006.
74
Epístola de Santiago 5:5.
75
Terminó su alegato ante el tribunal con palabras pensadas para
esculpirse: El jurado ha podido conocer a Danton estos dos días.
Mañana espera dormir en el regazo de la gloria. Nunca ha pedido
clemencia, y le veréis volar hacia el cadalso con su serenidad
habitual y la calma de una conciencia clara. Cf. Schama 1989,
p. 818.
76
Ibíd, p. 816.
77
Su alegato contra los girondinos aparece en Schama 1989, p. 803-804.
©
Antonio Escohotado
LOS ENEMIGOS DEL COMERCIO
http://www.escohotado.org
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