|
|


LOS ENEMIGOS DEL COMERCIO
XVII. EL COLOSO MINÚSCULO
Las tierras producen menos por razón de su fertilidad
que por la libertad de sus habitantes31.
¿Cómo pudieron los neerlandeses32
resistir no sólo al imperio español sino a la Francia de
Luis XIV, siendo árbitros de Europa desde finales del siglo XVI
hasta bien entrado el XVIII? Formaban parte en origen de las llamadas
17 provincias flamencas, feudos del Sacro Imperio desde 1477 -por matrimonio
del emperador Maximiliano con María de Borgoña-, que serían
heredados por Carlos de Gante, futuro Carlos V, teniendo él seis
años. Así iban a mantenerse hasta Felipe II, cuando Holanda
y otras seis autonomías33
se embarcaron en una guerra de independencia casi interminable -prolongada
durante ochenta años- sin otro aliado nobiliario que un magnate
de rango medio como Guillermo I el Silencioso, duque de Orange.
Su Juramento de 1581, que crea las Provincias Unidas y consuma la secesión
de España, se apoya de modo expreso en lo argumentado diez años
antes por Bartolomé de las Casas. A saber, que si el Príncipe
no respeta las leyes y usos de un país, el pueblo tiene derecho
a elegir otro regente. Y, en efecto, el absolutismo de Felipe II
no podía ser más extraño a territorios caracterizados
ya entonces por una descentralización radical, donde no ya cada
provincia sino cada ciudad eran repúblicas autónomas y la
actividad económica llevaba generaciones a cubierto de veleidades
gubernativas. Partían de una filosofía de la vida
basada en frugalidad e industria34,
con clases medias hechas a practicar la sencillez del menonita y empresarios
a menudo calvinistas, apasionados por la apuesta como juego del
ser humano35.
Cuando Guillermo I resulte asesinado, poco después, ni los propios
neerlandeses creen posible sobrevivir sin apoyo externo. De ahí
ofrecer el título de soberano-protector al duque de Anjou, y luego
a Enrique III de Francia e Isabel I de Inglaterra, que declinan por un
motivo u otro la oferta. Cuando esos intentos fracasen no hay otro remedio
que rendirse a la corona española o seguir adelante con lo esencial
de su aventura política, y en 1588 el nuevo país se convierte
en una república democrática, gobernada por el principio
de la mayoría simple. Pero así comienza su larga edad de
oro.
1. Algunas curiosidades
Los vikingos usaron su destreza como carpinteros y herreros para lanzarse
a expediciones de conquista. Los frisios y bátavos que desde mucho
antes ocupaban la desembocadura meridional del Rhin se conformaron con
esa inhóspita zona, y acabarían destacando en todas las
ramas de la ingeniería. Gracias a ello supieron quitarle cinco
mil kilómetros cuadrados al Atlántico, revolucionar la agricultura,
inventar la Bolsa moderna o poner en comunicación al planeta entero
con la V.O.C. y su hermana, la Compañía de las Indias Occidentales.
Reinando Vespasiano el jefe bátavo Claudio Civilis sublevó
a buena parte de la Germania, y lo hizo con tal pericia que el Imperio
acabó firmando una paz tras varios años de lucha36.
Roma había osado vender como esclavos a unos jóvenes de
la tribu, y la exigencia incondicional de libertad de aquellas gentes
sigue resonando en crónicas altomedievales con su grito de batalla:
Antes muertos que sometidos. Cuando la tierra es invendible
en toda Europa -porque pertenece en parte al rey, en parte al señor
y en parte a la familia en sentido amplio, siendo por eso mismo propiedad
comunitaria- los neerlandeses tienen hace siglos un régimen de
propiedad individual enajenable37.
Cuando la Hansa es hegemónica en todo el norte, hasta el extremo
de forzar la claudicación de Noruega o Dinamarca en litigios puntuales,
son flotas holandesas quienes moderan por la fuerza en caso necesario-
sus pretensiones de monopolio.
Pero si hay que elegir entre la batalla y el contrato se elige esto último,
pues salir adelante en aquellas pantanosas tierras no sólo ha enseñado
que libertad y propiedad son inseparables, sino que tesón y conocimiento
pueden suplir cualquier desventaja inicial. En 1592 Cornelis van Houtman
compra un pasaje a la India fingiéndose portugués, es descubierto
poco antes de desembarcar y salva la vida prometiendo un buen rescate,
que tardaría muchos meses en llegar a su mazmorra de Goa. Cuando
vuelve apenas tiene tiempo para pisar su país, porque la Cámara
de Comercio de Rótterdam le ha preparado cuatro naves bien pertrechadas,
que logra guiar hasta la India gracias a la experiencia adquirida por
el primer viaje. Allí tiene el gusto de meter en mazmorras a sus
carceleros, instalando el primer puesto comercial neerlandés en
Extremo Oriente.
En 1688 el capitán general de Las Provincias, Guillermo II de Orange
(1650-1702), desembarca en Inglaterra apoyado sobre una armada de invasión
que le convierte en Guillermo III, rey de Gran Bretaña, Escocia
e Irlanda. Mientras fue el príncipe sin corona de su país
alimentó tentaciones absolutistas, pero al conquistar el Reino
Unido su meta declarada y cumplida- es la reforma democrática
llamada Revolución Gloriosa, que priva al monarca de todo
poder arbitrario sobre la propiedad o la libertad personal de cualquiera
de sus súbditos38.
El hecho de exigir a los whigs ingleses una invitación por
escrito no altera el logro técnico y militar: su flota bloquea
al tiempo los principales puertos, desembarca en los puntos previstos
y consuma en general lo que cien años antes intentara la supuesta
Armada Invencible de Felipe II.
2. Una aristocracia del conocimiento
Las Provincias brillan ante todo merced a contemporáneos de Guillermo
III como Johan de Witt (1625-1672) y Baruch Spinoza (1632-1667), que destacan
entre una pléyade de científicos, empresarios y políticos.
Patricio civil por cuna, de Witt es elegido primer ministro a los 28 años
y gobierna casi dos décadas, consolidando las instituciones de
una república donde libertad política y económica
van de la mano. Las academias le recuerdan como jurista y geómetra,
o más aún por una matemática del azar
hoy conocida como cálculo de probabilidades39,
sin que los demás le tengamos presente siempre como aquello que
en realidad fue: el estadista liberal originario. Para pensar la democracia
no le faltaron buenos ayudantes como su secretario Pieter de la Court40
y ante todo el tallista de lentes y dilecto amigo Spinoza, que a instancias
suyas eleva el programa de la libertad (vrijheid) neerlandesa a
dimensiones intemporales. Su inconcluso Tratado político
(1672)11, secuela del previo Tratado teológico-político,
presenta el Estado racional como unidad construida sobre el culto a la
diferencia, que se contrapone por eso mismo a la unidad simple o nacional
del absolutista.
Navegando el riesgo
En Francia y en Alemania, sus vecinos geográficos, la aristocracia
está exenta de tributación. En Las Provincias sólo
están exentos de tributación los indigentes, una medida
imitada algo después por Inglaterra. En Holanda, la provincia más
rica con mucho, una ciudadanía exigente por no decir díscola
veta el menor gasto prescindible a costa suya, admitiendo sólo
una remuneración simbólica para los cargos públicos.
De Witt, por ejemplo, ocupa la más alta magistratura exclusivamente
porque deslumbra por su talento e industria. El estibador
le interpela por la calle, donde deambula sin escolta, y hablan de igual
a igual. Aunque rara vez se librará de ásperos reproches,
eso mismo enorgullece y une a ambos.
El culto a la majestad -intacto en gran parte de Europa- ha dejado de
existir allí. Por lo demás, es un tránsito brusco
del imaginario clerical-militar al prosaísmo republicano y no exento
de peligros, pues el populacho ofrecerá un duradero punto de apoyo
para que demagogos al servicio de la preterida nobleza exciten nostalgias
absolutistas42.
El ejemplo más flagrante llega en 1672, cuando la flota inglesa
bloquea y ataca por mar, el invicto ejército del Rey Sol entra
por el sur y las tropas de Münster y Colonia por el este. De Witt
ha dimitido meses antes, forzado por sabotajes orangistas a sus intentos
de entenderse con Francia, y una turba animada por la bandera naranja
le despedaza de modo monstruosamente cruel mientras camina por La Haya,
sin que el duque Guillermo futuro monarca inglés y desde
ese momento magistrado supremo del país- persiga a los culpables.
Una inmensa consternación invade al país, que habría
sucumbido al ataque terrestre si no dispusiera de una obra de alta ingeniería
como el Frente Acuático, diseñada para proteger los centros
neurálgicos a costa de ceder gran parte del territorio. Hacen falta
algunos días para que ese río artificial crezca lo bastante,
y el plazo lo habilita una oferta de Luis XIV -marcharse si recibe 18
millones de florines-, que entre el despacho y la respuesta (un indignado
NO) acaba de hacerlo infranqueable. Entretanto la flota holandesa inflige
a los ingleses una primera derrota, a la que siguen otras dos y una inversión
del cuadro: el bloqueador es bloqueado y debe pedir la paz. También
Francia ha de retirarse, como los demás agresores, y será
sometida desde entonces a una política de desgaste que culmina
con el nombramiento del Stadthoulder neerlandés como rey
de Inglaterra.
Por pequeño y mísero que sea en materias primas, aceptarse
como sociedad comercial le ha dado recursos nunca mejor dicho fortuna-
para superar la codicia y el escándalo de todos los demás
juntos43.
Tan sagrado es allí el intercambio que sus agentes no interrumpen
operaciones ni cuando el abastecido está en guerra con su país;
por ejemplo, si convinieron entregar grano a España, Francia o
Inglaterra lo entregan, prefiriendo embolsarse el dinero a provocar hambrunas
en la retaguardia enemiga. Acusados de alta traición por ello,
esos comerciantes responden que las guerras se ganan con efectivo y coraje,
y que ellos están dispuestos a aportar desinteresadamente ambas
cosas cuando proceda.
En Civilización y capitalismo, una trilogía admirablemente
documentada y escrita, Fernand Braudel comienza el volumen dedicado a
las finanzas del periodo XV-XVIII con la propuesta de que en el
póker económico algunos siempre han tenido mejores cartas
que otros, por no decir ases en la manga44.
Como Las Provincias inauguran sin duda el capitalismo moderno, tratemos
de precisar en qué consistió su ventaja.
Del maremoto a la intermediación
Poco se sabe del país hasta el tsunami de 1282, cuando el Atlántico
rompió la franja costera de dunas a la altura de Texel, inundando
una gran extensión de terreno y formando la gran bolsa de agua
salada que se llamaría desde entonces Mar de Zuyder. Siguen noticias
dispersas sobre gentes sometidas a vientos huracanados y un frío
intensamente húmedo, con una tierra anegada tres cuartas partes
del año y sin otros árboles que las alamedas de algunos
canales. La gran ola ha trastocado casi todo, y una población diezmada
sobrevive a duras penas arrendando en verano sus pastos a ganaderos alemanes
y daneses. Un siglo más tarde, hacia 1400, el país sorprende
al viajero por una cantidad inusitada de molinos, que se sirven del viento
para drenar y regar alternativamente la tierra. En 1500 el aprovechamiento
de la pesca, una agricultura revolucionaria, mucho comercio y mucha industria
no sólo han permitido alcanzar la más alta densidad demográfica
del Continente sino una distribución anómala de la población,
ya que dos de cada cinco personas son burguenses. En Alemania y
Francia el porcentaje es uno de cada diez.
Bastante después, cuando el caballero de Parival publique Les
délices de lHollande (1662), la nobleza local se queja
de que los asalariados obtienen gran parte de los beneficios y viven
más cómodos que sus señores. Los granjeros
han creado un tipo de vaca único, capaz de rendir hasta tres cubos
diarios de leche, y los agricultores son peritos agrónomos45.
El sector pesquero captura, sala, empaqueta y distribuye cantidades ingentes
de arenque, y las granjas exportan el 90 por ciento de sus quesos. Con
métodos que anticipan la producción en cadena, los astilleros
de Rótterdam botan una nave robusta y panzuda -el vlieboot-
que a igualdad de carga cuesta menos y pide menos tripulantes. Otra parte
de su industria elabora maquinaria singularmente atractiva, ya que se
basa en piezas recambiables. Dentro del textil hacen solo teñido
y acabado de paños, si bien con técnicas que les aseguran
independencia46.
Sus comerciantes prefieren el producto de las salinas de Francia, por
ejemplo, pero cuando esas plazas se les cierren encuentran un modo barato
de hacer menos cáustica la sal de Setúbal y Cádiz.
Beben abrumadoramente cerveza, pero compran y trasladan buena parte del
vino francés. Ser implacables en la persecución del beneficio
les ha hecho también flexibles, y tienen siempre una respuesta
extramilitar a carencias o reveses de la suerte. Como comenta de Witt
al embajador francés, seguiremos comprando sus productos mientras
acepten nuestras manufacturas, no sólo porque la reciprocidad es
justicia sino porque a nosotros no nos cuesta como a ustedes la
sobriedad y recortar lujos47.
De eso sabe mucho una marina que es dueña entonces de los océanos,
donde ni el capitán tiene derecho a ginebra sin la justificación
de algún percance grave.
Inventar y economizar, pagando siempre por cada cosa, empieza por el principal
obsequio del maremoto -el puerto de Ámsterdam-, que debe servirse
de artilugios para elevar cascos de gran tonelaje y sólo se mantiene
dragando sin pausa bancos de arena móvil. Estos costes añadidos
no impiden que a mediados del XVII contenga a diario miles de navíos,
cuya carga y descarga se verifica gracias a una red de almacenes sin paralelo
en los anales. Un comerciante italiano observa que allí diez
o doce negociantes de primer rango pueden mandar en un momento más
de 200 millones de florines en dinero bancario, que se prefiere a efectivo.
No hay Soberano capaz de cosa parecida48.
Al hacer un inventario económico de Inglaterra, que publica en
1728, Daniel Defoe llama a los holandeses transportistas del Mundo,
intermediarios y corredores bursátiles de Europa49.
Lógicamente, cuidar del propio beneficio supone financiar el crecimiento
de sus clientes, y el gran salto económico de Europa en el siglo
XVIII parte de una plaza como Ámsterdam, donde se aceptan montañas
de letras libradas por empresarios de todas partes. Tan decisivo como
esa liquidación de pagarés es que el comisionista de Las
Provincias desarrolle un contrato de comisión en gran medida nuevo,
donde a los servicios habituales añade crédito. Esto amplía
los horizontes del comitente, permitiéndole a él doblar
o triplicar su tarifa sin que sus operaciones se reduzcan en número.
La movilización general de activos supone no sólo considerar
lo existente sino formas mucho más precisas de lo mismo, montando
un sistema de seguros y reaseguros en torno a cada compraventa.
3. La Bolsa y la vida
El mercader clásico solía decir: Venero el negocio,
pero abomino el juego50,
proposición ingenua para una ingeniería financiera holandesa
que promueve el negocio más real y útil entre los
conocidos51.
La Bolsa de Ámsterdam desarrolla en paralelo al mercado de acciones
otro de opsies o futuros -primas pagadas para poder comprar o vender
más tarde a cierto precio-, cuyo conjunto desafía el cálculo
sin dejar de multiplicar la inversión. La criatura resultante es
tan sensible a noticias fidedignas como a infundios sobre éxitos
y desastres, debe llamar atonía a la ausencia de movimientos febriles
y, en definitiva, sostiene una actividad donde todo es ludo, juego.
A la fluctuación del dividendo conseguido por cada empresa se añaden
agentes que -por vocación unas veces y por estrategia otras- operan
como compradores optimistas y vendedores agoreros, clientela inicial para
una alternativa al cordial aunque turbio alcohol de las tabernas:
Frecuentan unas casas que se conocen por el nombre de Coffy
Huysen, muy agradables en invierno por los fuegos con que se caldean,
y los pasatiempos con los que se divierten, pues unas tienen libros
para leer, otras tableros para jugar, y todas cantidad de gente para
charlar. Unos toman chocolate, otros coffie, otros suero, otros té,
y casi todos fuman tabaco para entretener la conversación, con
lo que se calientan, se recrean y se divierten por poco dinero, oyendo
las noticias, discutiendo sus ideas, ajustando los negocios52.
El autor de estas líneas les llama tahúres
con afabilidad, viéndoles navegar lo azaroso de cada día.
¿Qué no es juego, a fin de cuentas? Parece fuera de duda
que no son actos lúdicos las guerras, los dogmas, otras conductas
sujetas a mandato, ni la pobreza de espíritu como ideal. El acto
lúdico es una ocupación libre [
] obediente a
reglas absolutamente obligatorias aunque libremente aceptadas, que tiene
su fin en sí misma y va acompañada por un sentimiento de
tensión y alegría, y la conciencia de ser de otro
modo en la vida corriente53.
Poco juego puede haber, desde luego, cuando las identidades dependen de
factores involuntarios como la cuna, la nación o el credo. Pero
la sociedad comercial trae consigo identidades móviles, generalizando
un modelo de condición humana que acepta la incertidumbre
y es esencialmente deliberado54.
En el perímetro violencia-dogma la seriedad se aplica a una autoconservación
unida a símbolos y jerarquías. En el juego que atrae
no sólo al humano sino al resto de los animales- la seriedad se
aplica a adquirir destreza y resistencia, cosa a su vez imposible sin
reflexión y trabajo. Está en su naturaleza santificar los
medios, no el fin, aportando un concepto de la derrota donde jugar y ganar
no se confunden jamás. La victoria resulta inseparable de algo
obtenido con fair play, y excluye por tramposo a quien mezcle reglas
de juegos distintos. Con los nuevos tiempos, va pareciendo cada vez menos
honorable imponerse sólo por la fuerza.
El acrecimiento sutil
Las fronteras entre Paz de Dios y juego limpio son el asunto de Zumbido
de colmenas, o bribones convertidos en hombres honrados (1705), cuatrocientos
versos que publica anónimamente un médico holandés,
Bernard de Mandeville (1670-1733). Se ha instalado en Londres cuando esa
plaza empieza a heredar la grandeza de Ámsterdam, y bastan pocas
semanas para que un folleto de muy pocas páginas, vendido por las
calles a medio penique, se convierta en el mayor best seller de la historia
editorial inglesa hasta entonces. Su alegoría arranca de san Agustín
cuando denuncia como lacra social la práctica de comprar
barato para vender caro-, y desarrolla esa lógica llamando a las
cosas por su nombre: el comportamiento altruista es precisamente virtud,
y el egoísta es vicio. Con todo ¿qué
tipo de sociedad se sigue de transigir con las diversas formas del vicio?
La raíz del mal, la avaricia,
Vicio tan condenable y degenerado,
Tornóse esclavo de la prodigalidad,
Ese noble pecado; mientras la lujuria
Empleaba a un millón de pobres,
Y el odioso orgullo a un millón más.
La propia envidia, y la vanidad,
Embajadores de la industria fueron;
Su amor por el inconstante desatino
En dieta, mobiliario y vestido,
Ese vicio extrañamente ridículo, convirtióse
En la rueda misma que hace girar el comercio.
Así el vicio crió la inventiva,
Que unida a tiempo e industria
Sostuvo las conveniencias de la vida,
Sus placeres reales, las comodidades, el desahogo.
Hasta una altura tal que los muy pobres
Vivieron mejor que antes los ricos,
Y nada se echó en falta.
Cuando la colmena virtuosa interrumpe esa iniquidad lo primero en simplificarse
es la administración de justicia (pues ahora los no remisos
deudores/ pagan hasta aquello que olvidaron los acreedores), seguida
gradualmente por la construcción de muebles e inmuebles, la importación
y exportación y, en general, los gastos prescindibles (vain
costs). La frugalidad redirige el esfuerzo no a cómo
gastar sino a cómo vivir, mientras rodeadas de paz
y plenitud/ todas las cosas son baratas y simples. Liberados de
la cruz de la industria, /todos admiran su despensa doméstica/sin
buscar ni aspirar a más. Han logrado evitar el vicio, y aunque
su colmena deje de ser una nación populosa y respetada por las
demás, viéndose movida a abandonar su amplio territorio
previo por el acoso de otras colmenas humanas, la moralidad compensa el
colapso demográfico y el éxodo:
Tan pocos perviven en el panal otrora vasto
Que ni uno entre cien puede sostenerse.
Pero contando como vicio el propio desahogo
Tanto progresaron en su templanza
Que para evitar extravagancia
Volaron hacia el hueco de un árbol,
Bendecidos por el contento y la honestidad.
Tras vender cientos de miles de ejemplares, y disiparse los peligros de
una persecución que podría haberle llevado a la hoguera,
Mandeville reconoció en 1714 su autoría e hizo importantes
añadidos. Desde entonces iba a ser La fábula de las abejas
o vicios privados, beneficios públicos. Conteniendo varios discursos
para demostrar que las debilidades humanas pueden tornarse en ventaja
para la sociedad civil, y ocupar el lugar de las virtudes morales.
Nadie había dedicado una carga pareja de ironía al pobrismo
evangélico, y la acogida del público indica hasta qué
punto estaba preparado para oír su Moraleja:
Prescindid de lamentaciones: sólo los necios intentan
Lograr que una colmena prospere
Sin grandes vicios, vana
Utopía asentada sólo en el cerebro.
Fraude, lujo y orgullo han de vivir
Para recibir nosotros los beneficios.
Pues el vicio resulta benéfico
Cuando la justicia lo agrupa y limita.
.
La virtud desnuda es incapaz de hacer que las naciones
Vivan en esplendor; aquellas capaces de revivir
Una edad de oro deben ser tan libres
En frutos (acorns) como en honestidad.
Hume y Smith se encargarán de entender y aplicar lo más profundo
de la Fábula. Al presentar una armonía de conveniencias
particulares como origen de la sociedad próspera, Mandeville nunca
muestra con precisión cómo se forma un orden sin previo designio,
pero pone fuera de duda que así ocurre55. Esto anticipa todos
los análisis ulteriores basados en procesos de autoorganización,
y pone sobre el tapete nada menos que la división del trabajo como
concepto. El lector común, por su parte, agradeció las descripciones
de una vanidad que mendiga adulación56, y abrió
los ojos al lujo como un culto a la calidad que crea empleo y estimula descubrimientos.
Hasta el famoso crítico literario Samuel Johnson, escandalizado por
el brutal cinismo del holandés, reconoce que es
imposible gastar en lujo sin hacer a los pobres un bien superior a la limosna,
pues les lleva a ejercitarse en la industria mientras la limosna les mantiene
ociosos57.
En la versión ampliada de 1714 leemos que basta limitar al jerarca
con normas escritas, y todo lo demás sobreviene rápidamente
[...] Ningún grupo permanecerá mucho tiempo sin aprender a
dividir y subdividir el trabajo58. Con el derecho civil y político
como aliados, el interés privado construye una sociedad incomparablemente
más benéfica para todos que practicar la desposesión
piadosa. El pensamiento que informa esa amalgama de crítica social
e intuición filosófica no acaba de brillar hasta medio siglo
más tarde, cuando Smith la exponga al comienzo de su tratado sobre
economía política59.
4. Nada dura para siempre
Como el búho de Atenea, que sólo levanta el vuelo cuando
comienza el crepúsculo, Mandeville es un holandés llamado
a trabajar fuera de su Rótterdam natal. En efecto, con Las Provincias
está aconteciendo algo análogo a lo ocurrido con la Liga
Hanseática, otra organización sin organizador cuya decadencia
remite a la magnitud del propio éxito, unida en su caso a lo exiguo
de un territorio. Todo el planeta ha aprovechado en mayor o menor grado
sus técnicas de embalaje y depósito, su transporte, su intermediación
y su crédito, aunque el crecimiento suscita algo semejante a una
prestamomanía (Braudel) iniciada por la especulación
con variedades raras de tulipanes (1636-1637), que acaba arruinando a
miles de empresarios. Es discutible que la febril actividad montada en
torno a esos bulbos arrojase a fin de cuentas más pérdidas
que ganancias, pero no lo es que el dinero bancario supera diez o quince
veces al metálico, y de un modo u otro converge sobre Ámsterdam
desde los cuatro puntos cardinales.
Cuando los tipos caen allí al 1,5, y hasta el 1 por ciento, algunos
observadores piensan que el dispensador de liquidez podría estarse
atragantando, entre otras cosas porque no tiene dónde colocarla
de modo estable y masivo. Hombres de negocios neerlandeses han puesto
en marcha la minería y la industria armamentística en Suecia,
por ejemplo; pero dicha inversión depende de la geopolítica
y sus albures no de una gestión empresarial eficaz-, y Las
Provincias necesitarían una fuente doméstica de gasto como
la siderurgia, algo a su vez imposible por falta de materia prima y volumen
físico. Si se prefiere, la producción del resto del mundo
no crece al ritmo en que lo hace el tráfico holandés con
sus expectativas, condenando a una recurrencia de burbujas financieras.
Grandes gastos improductivos, como la guerra de sucesión en España
(1713), no perjudican en medida pareja a Inglaterra su aliado incondicional
desde Guillermo III-, que aprende atentamente de los aciertos y errores
holandeses, no tiene estrecheces de espacio y empieza a ser la residencia
favorita de su elite mercantil.
En 1748 Hume estima que el país ha hipotecado gran parte
de sus rentas60, y que debe reciclarse de alguna manera para hacer
frente al desarrollo comercial e industrial de sus vecinos europeos, pues
éstos están aprendiendo a gestionar sus propios asuntos.
Cierto día de 1763 la montaña de papel inspira
desconfianza a sus aceptantes habituales, y la rutilante Bolsa de Ámsterdam
entra en quiebra. El percance se salva inyectando liquidez, pero arrastra
al resto de las Bolsas europeas y quebranta una confianza antes intacta.
Diez años después una segunda crisis bursátil se
salda con el traslado del centro crediticio internacional a Londres. Faltan
apenas unos meses para que los colonos norteamericanos se declaren independientes
(1776), y apoyar o rechazar su pretensión termina sumiendo en guerra
civil a Las Provincias.
La revolución bátava
La renta per capita inglesa empieza a ser superior desde 1780, un año
donde el Tesoro público se calcula oficialmente en unos mil millones
de florines, de los cuales 50 son oro, plata y diamantes; el resto corresponde
a préstamos domésticos, coloniales e internacionales61.
El conflicto entre republicanos y orangistas pro-ingleses se ha reavivado
con la anglofrancesa Guerra de los Siete Años (1756-1763), en la
cual y a costa de perder muchas naves el país asume prácticamente
todo el comercio galo y obtiene con ello ingresos extraordinarios. Sin
embargo, su marina de guerra ha ido haciéndose meramente simbólica,
y cuando Inglaterra acabe atacando no hay modo de proteger ni a la metrópoli
ni a las principales colonias, afectadas catastróficamente por
la pérdida de Ceilán y las Molucas en 1784.
Lo trágico del caso es que tanto el Partido Patriótico de
van der Capellen como los orangistas disponen ahora de sólidas
razones. Las simpatías del neerlandés por el derecho de
los norteamericanos a autodeterminarse son políticamente sagradas,
aunque no tenga la misma justificación haber aprovechado con cinismo
la guerra entre su aliado de siempre -una monarquía constitucional
como la inglesa- y una Francia absolutista. Década y media después
de terminar ese conflicto, cuando estalla la guerra de independencia norteamericana,
resulta suicida dar motivos a una armada ya invencible. El barómetro
es la Bolsa de Ámsterdam, sumida en una tercera crisis de duración
nunca vista -desde 1780 a 1783-, cuyas secuelas son un país empobrecido
y airado, que prefigura la Revolución Francesa con una serie de
eventos conocidos como Revolución Bátava.
Entre una y otra media la diferencia de que sea necesario, o no, abolir
la servidumbre. Los neerlandeses llevan siglos teniendo como aristocracia
un patriciado plebeyo, y disponen ya de la igualdad jurídica reclamada
en Francia. Pero el Partido Patriótico abunda también en
recetas sencillas y directas para transformar por completo a la sociedad
-como las expuestas por Rousseau y otros philosophes-, y mientras
denuncia los intentos monárquicos de desacreditar a la democracia
no puede impedir que su ¡Larga vida la libertad! coincida
con actos de saqueo, vandalismo y motín. Eso basta para inflamar
los ánimos de un país castigado en su amor propio por la
crisis económica y la derrota militar, con una población
atónita ante el odio que estalla en su seno. El ya mencionado Oldencop,
testigo presencial, sólo acierta a entender el fenómeno
como un brote de discordia que divide con ferocidad increíble
incluso a las familias más acomodadas, oponiendo padres a hijos,
esposos a esposas.
En efecto, una parte del pueblo bajo apoya a los ultraconservadores y
otra a los revolucionarios de corte philosophe, mientras la clase
media es sometida a una misma proposición (liquidar a los
sediciosos) sostenida con idéntica vehemencia por ambos extremismos.
Ese desgarramiento conlleva parálisis, y en 1787 -invitadas por
el duque de Orange, Guillermo V- tropas prusianas toman Ámsterdam
y Leiden, saqueándolas sin que su ciudadanía oponga apenas
resistencia. Como observa entonces un diputado de las Provincias, demasiados
neerlandeses han olvidado que su vrijheid, la libertad civil, significa
cultivar pacíficamente la tierra, las ciencias, las artes, el comercio
y las profesiones62. Los patriotas, obligados a exilarse entonces,
volverán en 1795 con la invasión que consuma el ejército
revolucionario francés, un hecho aceptado con la misma apatía
que la irrupción prusiana. Algo más tarde Napoleón
convierte a Las Provincias en uno de los reinos de su Imperio.
Antonio Escohotado
Julio, 2007
NOTAS
31
Montesquieu, en Tocqueville 1982, vol. I, p. 143.
32
Gentes de las tierras bajas (nieder länder), una expresión
que como topónimo Nierderlande- aparece ya
en el Poema de los Nibelungos.
33
Zeeland, Utrech, Gelderland, Overijssel, Friesland y Groninga.
34
Lo dice sir William Temple en sus Observations upon the United Provinces
(1662), cf. Schumpeter 1995, p. 200.
35
De la Vega 1986 (1688), p. 4.
36
Tácito dedica a la rebelión los capítulos 4 y 5
de sus Historias, aunque concluye el relato de modo abrupto,
sin precisar qué fue de él tras un tratado que eximió
a los bátavos de pagar tributo dinerario a Roma.
37
Cf. North y Thomas 1982, p. 71.
38
Hume 1983, vol. V, p. 110.
39
Aplicó también esos conceptos a la Hacienda pública
-en El valor de las rentas vitalicias comparado con el de las pensiones
redimibles (1659)-, un ensayo cuyas conclusiones le granjearían,
por cierto, el odio de las viudas. A la hora de combatir demostró
ser también un táctico sobresaliente, artífice
de la victoria en la segunda guerra anglo-holandesa.
40
A quien ayuda a escribir El interés de Holanda (1662), un libro
convertido rápidamente en superventas europeo.
41
Publicado incompleto, el año mismo de morir de Spinoza, su título
es suficientemente aclarador: Tratado político en que se demuestra
cómo debe ser constituida la sociedad donde [
] imperan
los aristócratas entre los demás ciudadanos, a fin de
que no caiga en tiranía y la paz se conserve inviolada. Volveremos
sobre este texto al considerar el liberalismo como sistema político.
42
Un siglo después el holandés Oldencop, cónsul de
Rusia en Ámsterdam, constata que el populacho siempre comulgó
fervientemente con el mito orangista, presto a movilizarse, ir a la
huelga, saquear y quemar; cf. Braudel 1992, vol. III, p. 275.
43
Esto incluye cuatro feroces guerras con Inglaterra: 1652-4, 1665-7,
1672-4, 1782-3.
44
Braudel 1992, vol. III, p. 48.
45
Han descubierto, por ejemplo, que rotando cultivos no necesitan mantener
las tierras en barbecho durante uno, dos o tres años (pues cada
planta emplea nutrientes distintos); abonan con cal para reducir la
acidez del terreno y fijan el nitrógeno con guisantes, judías
y tréboles, a despecho de ignorar la teoría química
del caso; cf. Barraclough 1985, vol. IV, p. 178.
46
Jaime I de Inglaterra decide prohibir que se les exporte -para asumir
así todo el proceso-, pero allí el acabado sale más
caro que el conjunto de las operaciones previas (cardar, hilar y tejer).
Las Provincias, por su parte, pueden hacerlo a mitad de precio y tienen
otras fuentes de lana blanca, como España.
47
Cf. Braudel 1992, vol. III, p. 237-238.
48
Ibíd, p. 245.
49
Ibíd, p. 239.
50
De la Vega 1688, p. 232.
51
Ibíd, p. 6.
52
Ibíd, p. 196.
53
Son palabras de otro neerlandés, Johan Huizinga, escritas en
la prisión nazi donde morirá; cf. Huizinga 1969, p. 6-7.
54
Ibíd.
55
Hayek 1991, pág. 79.
56
Smith 1997, p. 538. Cauto siempre, añade que nunca habría
ocasionado una alarma tan generalizada si no hubiese bordeado en algunos
aspectos la verdad (ibíd, p. 544).
57
Johnson en Boswell 1952, p. 393.
58
Mandeville 1978, vol. II, pág. 165. En el Prefacio a la segunda
edición ha aclarado también que los vicios sólo
deben reprobarse cuando crecen hasta convertirse en crímenes.
59
En la mayor parte de las circunstancias el hombre reclama la ayuda
de sus semejantes, y en vano podrá esperarla sólo de su
benevolencia [...] No es la benevolencia del carnicero, el cervecero
o el panadero lo que nos procura alimento, sino la consideración
de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios
sino su egoísmo; ni les hablamos de nuestras necesidades, sino
de sus ventajas. Sólo el mendigo depende principalmente de la
benevolencia de sus conciudadanos, aunque no del todo, pues la mayor
parte de sus necesidades eventuales se remedian de la misma manera que
las de otras personas, por trato, cambio o compra; Smith 1982,
p. 17.
60
Political Discourses II, 6, 6.
61
Jan de Vries, Rijkdom der Nederlanden 1927; cf. Braudel ibíd,
p. 267.
62
Cf. Braudel ibíd, p. 275.
©
Copyfreedom Antonio Escohotado 2007
LOS ENEMIGOS DEL COMERCIO
http://www.escohotado.org
|
|