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LOS ENEMIGOS DEL COMERCIO
XI. CONVULSIONES INTERNAS
En el otoño de la Edad Media florece como nunca la insinceridad
consigo mismo164.
La rebelión de Cambrai (1077), primer burgo aforado, ocurre un
año después de que el Sínodo de Roma prohíba
la venta de cargos eclesiásticos (simonía) y
el matrimonio o concubinato de clérigos (nicolaitismo),
con una autodepuración conocida como reforma gregoriana. La decisión
del Sínodo trae consigo que Gregorio VII y el emperador Enrique
IV se depongan el uno al otro, consumando una larga escisión en
el monolito clerical-militar el Conflicto de las Investiduras- justamente
cuando los burguenses necesitan crecer sin demasiadas presiones.
El hecho de que estén enfrentados no sólo les permite ir
limando sus taras serviles, como hasta entonces, sino ser imprescindibles
como abastecedores para cada bando en liza.
Por su parte, la reforma gregoriana se gesta doctrinalmente en monasterios165
de acuerdo con principios expuestos algo después por el De contemptu
mundi166,
un poema con varios miles de versos que compila hacia 1140 el último
gran abad de Cluny, san Bernardo. Nostálgico y airado, amenaza
con vívidas descripciones del fuego eterno a los señores
de este mundo, una comitiva de prelados y nobles que aprovecharon
el florecimiento del comercio para sembrar dudas sobre lo santo de la
humildad. A su juicio, el alto clero ha olvidado tanto al siervo como
a los reyes y a la propia Santa Sede, transformando sus votos de pobreza,
obediencia y castidad en oportunidades para enriquecerse, medrar y fornicar.
Los que profesan votos nobiliarios167
padecen a menudo la misma corrupción, y es preciso volver a recordar
que Dios y el Dinero son tan incompatibles como amar al más allá
y apegarse al más acá.
No inquieta a san Bernardo, en cambio, el contraste entre lo incómodo
de la existencia terrenal y la comodidad de los medios arbitrados para
acceder a la celestial, bien sea pagando misas, mandando a otro como peregrino
o comprando bulas santificantes. Estos atajos al más allá
forman parte de la racionalidad burocrática que la Iglesia ha ido
estableciendo, y el disconforme con ellos arriesga una excomunión
que equivale a muerte civil168.
Con todo, el revival ascético es paralelo al alivio en las condiciones
de miseria que trae la revolución comercial, y tanto el clero bajo
como los grupos de nuevos ciudadanos son un terreno fértil para
herejías que reclaman bastantes más cambios.
La misa, por ejemplo, reserva ahora el vino sangre del Cristo- al
oficiante, imponiendo a los fieles que se limiten a una hostia de pan
ácimo; las no consumidas siguen siendo carne del Cristo, y su condición
de fetiche determina que tocarlas sin ser clérigo constituya sacrilegio169.
Al igual que el bautismo de recién nacidos, o la libre interpretación
del Evangelio, puntos innegociables para la Santa Sede como esos se convierten
en caballo de batalla para el espíritu que llega con los nuevos
tiempos. El reformismo clerical quiere recobrar el fervor de la conciencia
infeliz, que se siente manchada por lo concupiscente del mundo, y en el
reformismo popular despunta una aspiración a reconciliarse con
el más acá, donde la Paz de Dios ya no sea incompatible
con sociedades orientadas a canalizar sus energías en la construcción
de un bienestar material.
Concretamente, Gregorio VII pretende independencia de la Iglesia
con respecto a las autoridades civiles, y al tiempo una ampliación
de sus derechos territoriales y principescos170.
Si sus deseos se cumplieran la Santa Sede pasaría a ser el mayor
propietario europeo -con mucho-, una perspectiva que no le parece inquietante
mientras sus administradores estén atados por voto de pobreza.
Esta línea se diría idónea para frenar el sentimiento
de hostilidad hacia el clero señorial que llega con el crecimiento
económico, pues los milenaristas empiezan defendiendo una Iglesia
propietaria y administradora de todo, como la descrita en Hechos de
los apóstoles. Por otra parte, los aliados laicos resucitan
la fe anárquica del cristiano primitivo, y desandan uno a uno los
pasos que transformaron a la secta ebionita inicial en gran señora
de este mundo. A veces su celo les lleva a tropezar primero con las autoridades
temporales o espirituales que tomaron partido por el Imperio, como les
acontece a los patarinos de Milán, Parma y Florencia, a quienes
Gregorio VII tiene en particular estima. Pero ni ellos ni ningún
otro grupo regeneracionista se librarán de excomunión, y
del paso ulterior que el Papado está descubriendo para luchar contra
sus peores adversarios: la cruzada seguida por actuaciones inquisitoriales.
El pobrismo de esos rebeldes presenta la novedad de no ser tanto anticomercial
como anticlerical.
1. Herejías comunistas
Hacia el año 1000 ningún europeo dudaba de que los monasterios
fuesen la forma perfecta de vida en común. Lo suscribían
razones puramente espirituales y también prosaicas, al ser -con
los castillos- el único espacio a cubierto de hambrunas y saqueos.
Si a ello añadimos permisividad sexual, y un legendario gusto por
la buena mesa y el buen vino, para los parámetros altomedievales
residir temporal o permanentemente en abadías resultaba envidiable.
Con frailes o monjas de primera y segunda clase, estos últimos
equiparables a sirvientes, la aristocracia usaba sus recintos como reformatorios
para hijos díscolos, asilos para progenitores quebrantados y casas
de reposo para el resto, donde lo equivalente a educación, custodia
o tratamiento era la propia regla ascético-contemplativa de cada
orden.
Tanto más ilustrativo resulta observar que a finales de ese siglo
la laxitud de frailes y monjas provoca vergüenza, odio e incluso
actos de violencia fulminante. El Nuevo Testamento profetiza que al
cumplirse el reino de los mil años cesa el encadenamiento
del Diablo171,
y releer esas líneas inspira una vuelta al horizonte findemundista
en medios rurales y urbanos mediante humillados, flagelantes
y otros pobres para Cristo, a cuyo juicio quienes no viven
en la pobreza pecan y pueden ser destruidos. Todos han jurado una
vida de desprecio por el mundo, como observa un cronista hacia 1150172,
y aunque algunos practican la mansedumbre más extrema otros se
mueven al grito de ¡Muera quien hable en contra!173.
El punto de partida
Los primeros grupos europeos heréticos son cristiano-maniqueos
y parten de una secta búlgara, detectada por cronistas bizantinos
tras la predicación de cierto Bogomil en 930174.
Profesan un dualismo moderado175
-donde Jesús representa a un emisario angélico que simplemente
pareció morir-, rechazan todo tipo de jerarquías
mundanas y consideran especialmente despreciable una Iglesia que pretende
monopolizar la gracia divina con un supuesto poder sacramental. Ven en
monjes y monjas de clausura a personas manipuladas por un poder anti-igualitario,
que pretende dominar al resto fingiéndose más recto. Creen
también que la riqueza es tan pecaminosa como virtuosa la pobreza,
pues cuanta menos materia rodee a cada persona más alma tendrá.
La filantropía convive con aversión hacia el no sectario,
y suele destacarse su desconcertante falta de unidad doctrinal176.
Tampoco hay unidad doctrinal en el evangelio de san Marcos, el más
antiguo de los canónicos, y resulta quizá más preciso
decir que los nuevos fieles son un calco de los paleocristianos, sin el
pulido de ortodoxia y aparato litúrgico que aporta la institución
eclesiástica. Su entusiasmo brota de un credo sencillo y populista,
que conmueve en Europa como conmovió en Palestina o Persia la predicación
original de Jesús y Manes. Esas ideas han aprovechado las rutas
comerciales recién abiertas, y en 1130 hay comunas suyas en Cambrai
y otros burgos importantes del norte177,
así como un foco muy activo en el Piamonte, que de alguna manera
estimulan su posterior arraigo en el centro y el sur de Francia. Allí
aparecerán sectas exclusivamente cristianas que son el gran evento
intelectual de la época, semillero para las posteriores rebeliones
del campo y la ciudad.
Una generación más tarde esas sectas apostólicas
han pasado de la nada al favor popular en una ancha franja que va de los
Balcanes a los Pirineos, con comunas en Flandes, el oeste de Alemania
y Lombardía, donde están concentrados el comercio y la industria.
Aunque sean sectas bastante distintas, tienen en común interpretar
literalmente el Sermón de la Montaña.
2. Pobres y laicos
Una espesa bruma envuelve a los patarinos lombardos, citados por todas
las fuentes como pioneros pero reducidos al dato de tres hermanos los
caballeros Arialdo y Erlembaldo, el clérigo Arnulfo- brutalmente
asesinados en luchas con el arzobispo de su ciudad, a quien acusan de
comprado y fornicario. El texto conocido como Historia de Milán
es un fragmento que sólo cubre hechos ocurridos poco más
tarde, cuando otro miembro de esta castigada familia -el diácono
Litprando, propietario de la iglesia de San Paolo- ha visto
cortadas su nariz y sus orejas178
pero no ceja en la denuncia del arzobispo. A partir de aquí cunde
el surrealismo, pues el prelado es un demagogo sostenido por la
turba que llega cubierto de harapos y sigue así, a quien
el propio Litprando recomienda vestir de modo acorde con la importancia
excepcional de su archidiócesis. Curiosamente, patarino viene de
pates (andrajos), y Pataria era una calle frecuentada
por los mendigos de la ciudad. El andrajoso prelado niega ser corrupto179,
y el relato termina con una ordalía de fuego superada milagrosamente
por su acusador.
Bastante más información hay sobre los cátaros o
puros180,
que partiendo de burgos septentrionales y lombardos se consolidan en el
Languedoc, donde son tolerados e incluso apoyados por la nobleza y el
alto clero. Sintiéndose herederos de los patarinos, dividieron
su sociedad en perfectos (con votos perpetuos de ascetismo,
pobreza y castidad) y simples oyentes. El matrimonio les parecía
maligno, pues aspiraban a provocar el advenimiento de la Luz y el fin
de la Materia con un suicidio colectivo (la sagrada Endura)
consumado por restricción de natalidad. Parte importante de su
éxito popular puede atribuirse a que las obligaciones del no perfecto
acababan siendo abstenerse de violencia (sacrificio de animales, servicio
militar, pena capital) y sostener a sus perfectos. Fuera de ello su código
de conducta consagraba la libertad de conciencia, núcleo del Evangelio
y a la vez algo incompatible con la ortodoxia. Santo Domingo testigo
de primera mano durante una década- afirma que los predicadores
cátaros procedían con celo, humildad y austeridad181.
Las comunas de Albi y Toulouse, llamadas albigenses, tenían menos
contacto que otras zonas con el comercio y empezaron a vivir el anti-materialismo
como un ensayo de amoldar novedad y tradición, entregado en gran
medida al arbitrio de cada cual. Sin filósofos ni cronistas siquiera,
con esta autonomía prosperaron y fueron respetadas hasta 1207,
cuando la Santa Sede declaró que toda propiedad cátara era
confiscable y convocó una Cruzada interna. Invitaba así
a los señores francos del norte, que se lanzaron sobre su presa
desde 1208 a 1244 y obtuvieron un enorme botín en tierras y otros
bienes. Los supervivientes fueron entregados a una Inquisición
recién constituida, que les sometió a la hoguera no por
crueldad sino para que tuviesen ocasión de purificarse con el arrepentimiento,
y ardieran unos pocos minutos en vez de ser condenados al fuego eterno.
Roma había advertido sobre sus intenciones ya en 1190, al equiparar
un canon papal al hereje con el reo de lesa maiestas o alta traición,
cuyo castigo sólo puede ser un tormento sin reserva de pruebas
consumado por la eventual muerte.
Se dice que poco antes de ser destruidas las comunas albigenses creían
en una Edad de Oro, y la vecindad de Cataluña y el Languedoc ha
hecho que algún cronista imaginativo retrotraiga a ellas el anarquismo
ibérico182.
Como detestaban la materia en todas sus manifestaciones, si algo les acerca
a Durruti es su propensión a destruir títulos de propiedad,
que simbolizan lo perdurable del mundo material. Singularmente desapasionada
es la descripción de los cátaros hecha por el dominico Gui,
hacia 1300: Dicen de sí mismos que son buenos cristianos
[
] que ocupan el lugar de los apóstoles, y que por eso mismo
son perseguidos183.
A diferencia de los cátaros, que aborrecían toda forma de
violencia, algunos grupos e individuos asaltan monasterios e iglesias
antes incluso de que los cristiano-maniqueos aparezcan en las crónicas.
Hacia 1050 un expolio limitado a dominios eclesiásticos es atribuido
a turbas campesinas de Arras, y en 1112 se corona como rey-mesías
cierto Tanchelmo de Amberes, del que sólo consta que derogó
el diezmo eclesiástico y reinó efectivamente sobre parte
de Flandes, hasta ser asesinado en 1115. La misma trayectoria sigue Eon
de lEtoile en Bretaña. Su divisa de robar al clero para repartir
esos bienes entre los pobres recuerda la leyenda de Robin Hood, aunque
difiere de ella por centrar sus ataques sobre iglesias, abadías
y ermitas. El punto álgido de esa resistencia armada llega con
los flagelanti o apostolici, que dirigidos por fra Dolcino
construyen una fortaleza para dar asilo a los saqueadores de propiedad
eclesiástica, y sólo se rinden tras un asedio en toda regla.
El proto-protestantismo
Muchos más enjundiosas conceptualmente resultan las herejías
de enricianos y petrobusianos, que siendo coetáneas y diseminándose
en comarcas contiguas o próximas muestran hasta qué punto
la comunicación oxigena el entendimiento, produciendo alternativas
no fanáticas para una conciencia resuelta a decidir autónomamente.
Enrique el Monje -muerto en cárceles eclesiásticas hacia
1149- andaba descalzo en invierno, destacaba por su grandioso porte y
convencía con la elocuencia del sentido común. Acabó
defendiendo tres puntos: a) la Iglesia carece de poder doctrinal y disciplinario;
b) el Evangelio debe ser objeto de libre interpretación; c) conviene
interrumpir, por supersticioso, cualquier acto de culto.
Antes de que muera en mazmorras ha fascinado a todo tipo de feligresías
en zonas cátaras y un territorio bastante mayor, que va de Montpellier
a Burdeos. Pobristas y racionalistas a la vez, sus sermones hacen que
las damas regalen sus joyas y vestidos, que los caballeros célibes
se casen con prostitutas para redimirlas y que, en general, crezca el
apoyo al libre examen de los asuntos religiosos. Lanzar a la Inquisición
contra los enricianos no evita que sus opiniones sean inextirpables, y
sigan luchando hasta conseguir en 1598 el Edicto de Nantes sobre libertad
religiosa.
No menos analítico fue Peter de Bruy o Buy, probable maestro de
Enrique el Monje y clérigo también, que podría ser
el primer europeo en criticar sistemáticamente no sólo el
ropaje litúrgico sino cualquier aspecto mágico del credo
cristiano. Dentro de la magia incluyó el valor del bautismo -cuando
el bautizado no tiene pleno uso de razón y lo solicita-, la transubstanciación
de la hostia, la santidad del celibato y el truculento símbolo
de la cruz. Quería desmaterializar a la Iglesia para
que Dios y el hombre se acercasen. Sus enemigos184
le acusaron de algunos actos violentos, como promover la ocupación
de monasterios ricos para repartir sus bienes entre los indigentes, e
imponer el matrimonio a ciertos clérigos (los ya unidos por previo
concubinato). Santo para muchos, fue preso en 1126 y quemado vivo con
fuego de cruces hechas por él mismo- en 1130.
También en 1130 aparece la Historia de mis cuitas del monje
Pedro Abelardo (1079-1142), el hombre más sutil e instruido
de su tiempo, escuchado por toda Europa185,
referente intelectual para Enrique el Monje y Pedro de Bruys que forma
personalmente a Arnoldo de Brescia, nuestro próximo rebelde. Abelardo
evita comprometerse con el pobrismo apostólico, aunque su obra
filosófica varios tratados sobre lógica y dialéctica-
influye en que se funde una Universidad en París. El prestigio
alcanzado por este estudioso de Aristóteles indica que empieza
a respetarse la inteligencia en y por sí misma, como si la Sabiduría
comenzase a recobrar terrenos abandonados por una Profecía institucionalizada,
que ha ido produciendo en su propio seno tal antídoto. Junto a
la auctoritas aparece una razón observante que exhuma las
ciencias lo mismo que inventa la notaría o el molino de viento,
osando incluso irrumpir en la ciudadela supuestamente inexpugnable del
dogma.
Entretanto, la Iglesia se desgarra en realidades opuestas. Una es el conjunto
de los fieles o buenos cristianos, el corpus mysticum,
y otra una institución despótica que reclamando un universal
desinterés hospeda al más ávido de los interesados.
Arnoldo de Brescia (1090-1155), un monje que por dones personales habría
destacado en cualquier actividad, abandera un comunismo donde no se pide
restitución al rico en general sino un reparto inmediato de los
dominios eclesiásticos. Como otros burgos lombardos, Brescia padecía
la férula de su obispo propietario de casi todo-, y Arnoldo
colabora en 1139 con el ayuntamiento para acelerar un traspaso de competencias
que convierta a la ciudad en una república democrática.
A su juicio:
Es imposible que se salven clérigos que tengan propiedades,
obispos que mantengan regalías y monjes con posesiones. Todas
estas cosas pertenecen al príncipe, que sólo puede disponer
de ellas a favor de los laicos186.
Cabe observar que la Iglesia convivía bien con estructuras económicas
en recesión aguda o muy aguda, y que el panorama cambia cuando cunde
el crecimiento. La contundente forma que tiene Arnoldo de tomar partido
por los laicos es empezar negando que un clero propietario administre
los sacramentos, tesis que le vale el destierro de Brescia y la orden papal
de guardar perfecto silencio. Pero llegando a Roma descubre
la misma trama de burguenses maniatados por un obispo, y vuelve a
ponerse al mando de la insurrección civil. Como ahora tiene experiencia
en tales asuntos, se desempeña con tal eficacia que el papa Eugenio
III le excomulga aunque no puede evitar el exilio187.
Tres años más tarde sufre la humillación adicional
de regresar teniendo a Arnoldo como primer magistrado de una democracia
próspera.
Esta audacia suspende momentáneamente las hostilidades entre Imperio
y Santa Sede, que actuando unidos logran deponerle y algo después
ahorcarle188.
Su legado es que la Iglesia primitiva no está en guerra
con el civismo como aún pensaban los apostólicos de
Cambrai- sino con la Iglesia señorial, y cifra su progreso en ahorrarle
al laico el yugo clerical-militar. Limitando su afán expropiador
al alto clero, el pobrismo de arnoldistas, enricianos y petrobusianos ya
no es tanto el negativo de previsión y diligencia como una adaptación
del fiel a la fábrica y otras instituciones nacidas con los burgos.
Eso explica que confluyan todos en el movimiento comunista más duradero
y civilizado, cuyo origen es un magnate de la industria textil parecido
por antecedentes y filantropía a Robert Owen.
3. El movimiento valdense
Hacia 1173 uno de los empresarios más prósperos de Lyón,
Petrus Valdes (también Pierre de Vaux, y Waldo), reparte su dinero
y su fábrica de hilaturas de manera que algo le quede a su esposa
e hijas aunque no a él, comprometido desde entonces con un estricto
voto de pobreza. Su primera urgencia es traducir la Biblia a lengua romance,
para poder estudiarla y comentarla, y pronto hay una secta de pauperes
o indigentes, también llamados pauvres desprit, que
a despecho de ese nombre dan muestras de perspicacia con su proyecto de
armonizar el ideal religioso y un orden civil independiente189.
Valdes, al que vemos luego abriendo un comedor comunitario, supo quizá
desde el principio que estaba abocado a la herejía. Pero se impuso
ser ortodoxo y dócil con la jerarquía en todo, salvo renunciar
a un celo misionero orientado a reformar la Iglesia por caminos democráticos
graduales, con un movimiento de abajo a arriba. La Santa Sede no pudo
oponerse, confirmó su voto solemne de pobreza y añadió
que él y los discípulos sólo estarían autorizados
a predicar cuando así lo pidiese cada diócesis y parroquia.
Antes de que se acumularan las denuncias por desobedecer esta norma, en
apenas una década, los valdenses tienen tiempo para arraigar en
burgos antiguos y de nueva planta, especialmente entre tejedores, artesanos
y hombres de negocios, sin perjuicio de atraer también al bajo
clero, la clientela del noble y muchos campesinos.
La excomunión les llega en 1184, cuando viven divididos en perfectos
y discípulos (estos últimos sin voto de pobreza y castidad)
y se agrupan en dos ramas; los pobres de Lyón son moderados,
mientras los pobres de Lombardía o humiliati se inclinan
al radicalismo. Una vez excomulgados los valdenses carecen de estímulo
para seguir velando sus divergencias doctrinales, y modifican entonces
la liturgia190.
Llaman abiertamente crimen a la Inquisición, añadiendo
que el alto clero es apóstata desde los tiempos del papa Silvestre
y Constantino, cuando la conversión del cristianismo en culto oficial
enajenó su troquel ebionita. El periodo transcurrido desde entonces
sería la crónica de una progresiva traición a sí
mismo y al conjunto de los laicos, cuyo desarrollo entorpece con un culto
a la limosna. El precepto de compartir sólo es obligatorio para
Iglesia señorial, no para una sociedad secular que bastante tiene
con defenderse de las inclemencias naturales.
Cuando esta postura acabe de perfilarse, a mediados del siglo XIII, sus
comunas se multiplican y prosperan por toda Europa, lo mismo en las cuencas
del Ródano y el Po que en las del Rhin y el Danubio. Una vez más,
el atestado menos melodramático de sus progresos y apoyos lo encontramos
en un inquisidor:
Entre todas las sectas que existen o han existido no hay ninguna
más perniciosa que la de los lyoneses; y por tres razones [
]
La segunda porque es la más extendida, y apenas si hay un país
donde no exista. La tercera porque todas las demás sectas despiertan
horror y repulsa por sus blasfemias contra Dios, mientras ella exhibe
una gran semblanza de piedad [
] Solamente blasfeman de la Iglesia
y del clero romanos, y por esto tan grandes multitudes de laicos les
prestan atención"191.
Los inquisidores transforman la excomunión papal en ejecución
y confiscación de bienes, desde luego, pero derrotar a los valdenses
supone una Cruzada tan interminable como insatisfactoria en sus resultados.
Valdes no es capturado, algunos de sus discípulos resisten en Bohemia
-hasta desencadenar la posterior rebelión husita-, y su núcleo
suizo acaba fundando una de las primeras iglesias protestantes, que tras
acogerse a la profesión de fe calvinista mantiene sus enclaves
antiguos y se disemina por América del norte y el Río de
la Plata.
En 1250 un acta inquisitorial ha alegado que como estudian tanto,
rezan poco192.
Este rasgo ayuda a entender que aún hoy reunidos por una
Tavola o asamblea ecuménica anual- sigan fieles a su comunismo
cívico, viviendo sin apreturas una vocación de frugalidad
y mutuo auxilio.
El pobrismo ortodoxo
Santo Domingo de Caleruega (1170-1221) y san Francisco de Asís
(1182-1226) son personalidades afines, aunque las circunstancias les impusiesen
destinos dispares. Del primero se cuenta que siendo estudiante de teología
en Palencia intentó dos veces venderse como esclavo para dar ese
dinero en limosnas, y que vivió sumido en trance contemplativo
los nueve años de su estancia como canónigo en Burgo de
Osma. Luego se convertiría en amigo íntimo de Simón
de Monfort, jefe de la cruzada anti-albigense, y vio la necesidad de combatir
la herejía propagando la verdad usando las mismas armas de
humildad y vocación apostólica desplegadas por los herejes.
Roma sancionó sus esfuerzos aprobando la orden de predicadores
o dominica, que de modo espontáneo asumiría las funciones
inquisitoriales, mientras él siguió dando ejemplo de extraordinaria
austeridad hasta su última hora193.
Francisco de Asís el santo seráfico- nació
como santo Domingo en el seno de una familia distinguida. Se orientó
inicialmente hacia la carrera de las armas, hasta que cierto día
oyó a Cristo decirle desde una cruz: Ve y repara mi ruinosa
casa. Vende entonces su guardarropa y el caballo, trata de entregar
el dinero a una parroquia, rompe el corazón de su padre un
empresario textil que le acusará ante tribunales civiles y eclesiásticos-
y acaba haciendo lo que él mismo propone a los jueces, que es abrazar
la santa pobreza como su dama y prometida. Ningún
texto evangélico le impresiona tanto como el que dice no
toméis oro ni plata ni dinero en vuestros cintos, ni impedimenta
para ir de viaje194.
Aunque sea autodidacta, un par de años más tarde ha reclutado
once hermanos apostólicos, y presenta en Roma la regula
vitae para una orden mendicante cuya finalidad será caminar
sobre las huellas de Jesucristo.
Dichas huellas restauran la conciencia infeliz en estado de prístina
pureza, con un ánimo de hermandad hacia todo que sólo excluye
libido y confort. El Hermano Asno así llama a su cuerpo-
carga con toda suerte de penalidades, pero él le pide perdón
con ternura, porque nada concupiscente obtendrá. Una intensa visión
del Crucificado, ocurrida en 1224, le deja estigmas permanentes de clavos
en manos y pies, trastorno al que pronto se suma la ceguera. Su fama se
ha propagado con gran celeridad, y para entonces hay unos diez mil franciscanos
dedicados a la predicación mendicante. Aunque tiene prisa por pasar
al más allá, Francesco se somete a varios tratamientos médicos
infructuosos y muere dos años después entre grandes dolores,
que agradece como posibilidad de repetir la Pasión.
El ebionismo teológico franciscano brilla en san Egidio, uno de
los primeros discípulos, que reprochaba a las hormigas su
excesivo afán por acumular provisiones195.
Merecían amor, como todas las criaturas de Dios, aunque habrían
sido perfectas confiando más en la Providencia. Precisamente ese
desprendimiento absoluto hacia lo mundanal fascinó como un nuevo
destino, imponiendo -ya en vida del fundador- un noviciado que permitiese
seleccionar entre la masa de aspirantes. Más difícil aún
fue aceptar las importantes dádivas de tierras, edificios y otros
objetos, pues su regla excluye terminantemente cualquier forma de propiedad.
Los canonistas romanos solventaron el problema jurídico arbitrando
que la orden tendría un usufructo perpetuo de muebles e inmuebles.
También era factible convertir en limosna esas dádivas,
regresando de pensamiento y obra a la primera comuna de Jerusalem. Acatar
o no la solución papal separó a los conventuales
de los espirituales o poverelli, que acabarían
excomulgados por Juan XXII. Dos escritos papales196
refutan esa herejía comunista alegando entre otras razones-
que Jesús y los apóstoles fueron propietarios. En realidad,
hay tantos grupos deseosos de confiscar propiedad eclesiástica
que el legado franciscano puede considerarse un esfuerzo por desactivar
el rencor a pie de obra. Hasta su mansedumbre es vehemente, con todo,
y el santo seráfico viaja a Tierra Santa para dirigir a los cruzados;
una cosa es negarse a matar una mosca y otra dejar vivir impune al infiel.
El pobrismo ortodoxo completa el cuadro de vocaciones apostólicas
en una época rebosante de predicadores y sermones, para un pueblo
que podría considerarse muy revuelto si no estuviera al mismo tiempo
renaciendo como ente cívico. La libertad de conciencia y expresión,
centro del estrépito, remite al proceso silencioso en cuya virtud
ciertos individuos fueron logrando libertad de hecho, sin escatimar energías
para construirse estaciones urbanas seguras, y el panorama de insurgentes
deparado por el otoño de la Edad Media no se completa sin mencionar
su variante más conceptual, que por eso mismo resulta la más
ajena al desgarramiento entre más acá y más allá.
4. Los herejes panteístas
Si la Hansa e instituciones paralelas como la banca italiana- reflejan
un comercio no ya resucitado sino nuevo, al que corresponde otro sentido
del trabajo, el retroceso general del vasallaje se manifiesta también
en una recuperación del discurso filosófico. Tras el ya
mencionado Abelardo, la Sorbona sirve de altavoz para sucesores aún
más capaces por formación como David de Dinant y Amalric
de Bène, dos aristotélicos que florecen hacia 1200. Dinant
tuvo la prudencia de desaparecer sin dejar rastro tras haber propuesto
a sus alumnos: Una sola substancia son la materia, la mente y Dios197.
Discípulo suyo, o quizá simple colega en la Universidad
de París, Amalric de Bène enunció otra enormidad
herética al proponer que nunca se sustantivara lo malo y lo bueno.
Sobre Amalric (también Amaury) sabemos apenas que su lectura de
Aristóteles le indujo superar el simplismo dualista con una búsqueda
tenaz y llana del término medio en cada dimensión. Gracias
a ella formula una filosofía cristiana de la historia descargada
de elementos milenaristas198,
donde la etapa final es una continuación del ahora, mientras su
contemporáneo Joaquín de Fiore construye grandiosas profecías
cosmogónicas. Expuso además que Dios y el universo son la
misma cosa, que el ser humano debe sentirse parte de ese cuerpo,
y que quien persevere en amar a la inteligencia formadora del mundo no
puede cometer pecado.
Como amar a Dios y querer conocer son la misma cosa, el cristiano obrará
con rectitud si en vez de orar se afana en estudiar toda suerte
de asuntos. No importa tanto qué estudie cuanto aplicarse a ello
con la mayor hondura e imparcialidad a su alcance. Así abandonará
virtudes sólo supuestas como la fe y la esperanza,
que atan a ideas supersticiosas sobre salvación y resurrección.
Acumular conocimiento objetivo es lo único que salva
cotidianamente, pues cada hallazgo grande o pequeño- hace
presente cierta verdad intemporal y nos resucita. Pedirle
a la vida algo más satisfactorio sería preferir el autoengaño
y el dogmatismo a la inagotable alegría del descubrimiento.
Amalricianos y adanitas
Dichas nociones se propagaron con lentitud y discreción, en un
círculo de docentes y alumnos al cual se añadirían
algunas damas atraidas por la ciencia. Ninguno se sentía llamado
al sacrificio expiatorio, y aunque la libre investigación les entusiasmase
sólo fue posible descubrir sus reuniones y criterios gracias a
un topo, sufragado por el obispo de París. Cuando los hechos llegaron
a Inocencio III se dice que exclamó: ¡No son herejes,
sino dementes!. Pero la demencia no constituye excusa, y en 1210
nueve amalricianos son pasados por la hoguera en París. Los huesos
del fundador, que reposaban desde 1206 en el cementerio de la Universidad,
se desentierran para esparcirse por terreno no consagrado. Aparte de rechazar
el dualismo, se imputa a la secta encontrar el paraíso en placeres
terrenales (especialmente los lúbricos), prometer que los
pecados no serán castigados y confundir a Dios con el mundo.
Gracias al escándalo generado por la persecución llegan
a las crónicas algunos de sus lemas:
Tanto como en la hostia está Dios en cada piedra y cada
miembro del cuerpo.
El edén está dentro de nosotros.
La ignorancia es el infierno199.
El rechazo unánime era previsible ante un ultraje semejante a
la pobreza de espíritu. Pero se descubren herejes antiguos tanto
como nuevos adeptos, y en 1215 la Santa Sede ataca la raíz del
mal prohibiendo la lectura o posesión de escritos aristotélicos.
La propia Sorbona -a cuyo juicio el Estagirita se lee distorsionado
para apoyar a estos rebeldes- abre camino a otras Universidades
y bibliotecas procediendo a quemar todas sus existencias. Tanta impiedad
parece delirio y, con todo, resulta muy difícil de reprimir cuando
recluta adeptos sin vocación martirológica, que sencillamente
refuerzan sus medidas de cautela ante la persecución. En la Champaña,
que es entonces la zona más próspera del Continente, descubren
los inquisidores el último círculo de estos herejes.
No podemos precisar en qué momento los amalricianos se empezaron
a considerar hijos espirituales de los adanitas, una secta paleocristiana
acusada por cierto Padre de la Iglesia griega de profesar un misticismo
sensual que ignora las convenciones morales200.
El hecho de que las únicas noticias sobre ellos vengan de sus perseguidores
impide saber si evolucionaron luego hacia una postura análoga a
la del tantrismo o insistieron en la perspectiva legada por Amaury, donde
la libertad erótica parece un apoyo entre otros para la meta de
acumular nuevas verdades. Del movimiento sólo constan
rasgos como el nudismo ritual o la vocación investigadora, que
irán reapareciendo por Europa en distintos lugares y momentos como
Fraternidad del Libre Espíritu.
Hacia 1340 los adanitas de Bruselas son conocidos como sabios (homines
intelligentiae) y no evocan persecución, aunque poco después
pasan por la hoguera Walter de Colonia y unos cincuenta de sus seguidores
beghards, acusados por el esposo de una adanita. Ese querellante
alega que celebran las misas desnudos, glorificando el coito como
deleite paradisíaco. El último adanita capturado por
la Inquisición es un anciano suizo llamado Löffler, que en
1357 -viendo cómo el verdugo apila leña para quemarle- hace
una observación digna del propio Amalric: No encontrarás
madera bastante para prenderle fuego al azar, señor del mundo201.
NOTAS
164
Huizinga 1962, p. 21.
165
De Francia central (Cluny) y Lorena (Brogne y Gorz)
166
Del desprecio hacia el mundo.
167
En 1090 Bonizon de Sutri cifra el código del caballero cristiano
en sumisión a su señor, renuncia al botín,
pelear contra los herejes, proteger a pobres, viudas y huérfanos
y profesar amor platónico por la dama; cf. Bloch 1961,
p. 76.
168
Para Graciano -compilador del Código de derecho canónico-
y para su papa, Urbano II, no es homicidio matar al excomulgado si lo
dicta un celo por la Iglesia. Gregorio IX excomulgaba hasta
la séptima generación; cf. Troeltsch 1992, vol. I, p.
391.
169
Por san Pablo (Epístola a los gálatas 5:19-31),
y por vasos hallados en las catacumbas de Roma con la inscripción
bibe in pace (bebe tranquilamente), sabemos que la
ingesta de vino al comulgar inducía a veces reacciones afines
al entusiasmo báquico cuando los fieles se habían preparado
con ayunos severos, pues un vaso basta para embriagar a quien lleve
días tomando sólo pan y agua. Tales accesos de cordialidad
carnal escandalizaron tanto más cuanto que el vino
estaba vedado en la civilización grecorromana a mujeres que no
fuesen de vida alegre. Todavía a mediados del siglo III el obispo
Novaciano distingue entre presentar un sacrificio al Hacedor
y permitirse con ese pretexto diversiones estrepitosas, afines
al fornicio y la impureza. Sobre la evolución del rito
eucarístico, y sus nexos con el culto dionisiaco, cf. Escohotado
1989, p. 230-233.
170
Troeltsch ibíd., p. 224.
171
Un Ángel dominó al dragón Satán [
]
y le lanzó al abismo hasta el cumplimiento de los mil años
(Apocalipsis 20:1-3).
172
Landulfo de San Paolo, en su Historia de Milán (MGH
Script. vol. 20, 17-49). La versión online es cortesía
de la Universidad de Stanford, con traducción inglesa de Ph.
Buc.
173
Ibíd., 8.
174
Cf. Eliade 1983, vol. III/1, p. 191-194. Los bogomiles son paulicianos
armenios, herederos a su vez de los elcasaítas o ebionitas persas.
Los paulicianos fueron objeto de feroces persecuciones por parte de
de Bizancio, que empezaron lapidando a su portavoz en 690 e hicieron
que la secta se desplazara a zonas controladas por gobernantes islámicos.
Los bogomiles serían deportados en masa a los Balcanes a mediados
del siglo IX por nuevos emperadores bizantinos, bajo la acusación
de sostener que el único sacramento verdadero es escuchar
la palabra de Jesús. En 1837 un obispo de la Iglesia ortodoxa
define a los grupos supervivientes en Armenia como pre-protestantes;
cf. Catholic Encyclopaedia, voz. paulicians. Sigue
habiendo paulicianos allí, y unos diez mil bogomiles declarados
en la actual Serbia.
175
El mal es un ángel traidor a Dios, no un igual a Dios. Tampoco
falta una subsecta los dragovitsianos- que siguiendo derroteros
gnósticos identifica al Príncipe de las Tinieblas con
YHWH, el dios malvado del Antiguo Testamento.
176
Eliade 1983, vol. II, p. 195.
177
Goslar, Lieja, Gante y Colonia fundamentalmente.
178
Landulfo de Saint Paul, sobrino de Litprando, cuenta que Gregorio VII
le recibió diciendo: Tu forma visible avergüenza más,
pero la imagen de Dios es la de la justicia, y eres más hermoso
(Hist. Mediolanum, 9). Litprando portaba una gran cruz,
no para calmar la belicosidad, sino para .llamar a la guerra (Ibíd,
3).
179
Juró públicamente sobre los santos Evangelios que
desde el día que salió del vientre materno no había
cometido polución ni envilecido su carne con nadie (Landulfo
ibíd., 12).
180
Del griego catharoi, como catarsis.
181
Cf. Catholic Encyclopaedia, voz Saint Dominic.
182
Cf. Bécarud y Lapouge 1972.
183
En Robinson 1903, p. 381.
184
Fundamentalmente Pedro el Venerable, abad de Cluny, en su Adversus
petrobrusianus (c. 1130).
185
Lo dice un discípulo como el obispo Otto de Freising, introductor
de Aristóteles en Alemania, en su Gesta Friderici I imperatoris
(1156).
186
Cf. Catholic Encyclopaedia, voz Arnold of Brescia.
187
De este pontífice el menos belicoso del periodo- dijo que
le ocupa más llenarse el cuerpo y el bolsillo que imitar
el celo de los apóstoles, y no vacila en defenderlo con homicidios.
188
El cadáver es incinerado a continuación, esparciéndose
las cenizas por el Tíber para evitar santuarios dedicados a sus
restos. Que se le ahorrase morir abrasado, y que no fuera reo de herejía
sino de rebelión, indica hasta qué punto evocó
algo parecido a temor reverencial en su propio estamento, y admiración
entre los laicos.
189
Troeltsch vol. I, p. 358.
190
Devuelven a los fieles la ingesta de vino en la misa, tienen sus propios
ministros, no bautizan antes de la mayoría de edad, y tampoco
confiesan con clérigos oficiales.
191
Lo alega Reinarius Saccho, en su crónica Sobre las sectas
de los herejes modernos (1254).
192
Cf. Fetscher 1977, p. 26.
193
De día y de noche le ceñía un grueso cilicio, y
ni siquiera agonizante aceptó la comodidad de una cama, prefiriendo
tumbarse en el suelo sobre unas arpilleras. La Catholic Encyclopaedia
le llama atleta de Cristo y enumera algunos de los muchos
milagros que justificaron su rápida canonización. El primero
es que un escrito suyo a los cátaros no ardió, aunque
el pergamino fuese arrojado por dos veces al fuego.
194
Mateo, 10:9.
195
Cf. Mises 1968, p. 417.
196
Las Decretales Ad conditorem canonum (1322) y Cum inter nonnulos
(1323).
197
Tomás de Aquino, Summa Theologica, I, Q. 32, iii, a. 8.
198
Su concepto es un proceso emancipador del ser humano articulado sobre
tres etapas. La primera, reino del Padre o de la ley, cristaliza en
la figura de Abraham. La segunda, reino del Hijo o del amor, tiene como
figura prototípica a María. La tercera es el reino democrático
del Espíritu Santo, que Amalric considera iniciado en el siglo
XII (con la civilización) y durará sempiternamente,
pues lo divino está ya en todo miembro de la especie humana;
cf. Catholic Encyclopaedia, voz Amalricians.
199
Un catálogo más amplio de expresiones ofrecen Wakefield
y Austin 1991.
200
Teodoreto de Cirro (393-457) en su Haereticarum fabularum compendium
(I, 6).
201
Encycl.Cath., loc. cit. El artículo sobre los amalricianos
concluye diciendo que su extirpación completa no puede
considerarse inoportuna o destemplada. Pero es de justicia reconocer
que antes ha expuesto sus tesis con objetividad y finura conceptual.
©
Antonio Escohotado
LOS ENEMIGOS DEL COMERCIO
http://www.escohotado.org
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