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LOS ENEMIGOS DEL COMERCIO
VII. CAMBIANDO DE ERA
Dios es una palabra relativa que se refiere a los siervos,
y deidad es su dominio no sobre el cuerpo propio como piensan
aquellos para los cuales es alma del mundo-, sino sobre siervos [
]
Le admiramos por sus perfecciones, pero le adoramos debido a su dominio,
pues le adoramos como siervos153
.
Diocleciano abdica al poco, y las guerras que provoca su sucesión
acaban favoreciendo a Constantino uno de los siete aspirantes en
liza- gracias al apoyo de legionarios cristianos, respaldados por sus
comunidades occidentales y orientales. Faltan noticias precisas sobre
un proceso de acercamiento definitivo que parece comenzar con el emperador
Galerio (293-311) y el papa san Melquíades (311-314), cuando el
primero devuelve a la Iglesia algunas propiedades incautadas previamente.
El Edicto de Milán (313), fruto de deliberaciones entre el nuevo
César y el papa Silvestre I, pone en marcha la cristianización
del Imperio. La guerra entre Constantino y sus rivales ha concluido hace
tres años, y se cumplen entonces doce desde la aparición
del edicto sobre precios máximos.
Luchar a espadazos contra la espiral de los precios resultaba contraproducente
por no decir imposible, mientras acoger las tesis ebionitas completaba
el pobrismo de hecho con pobrismo espiritual, prestando nuevos ánimos
a la resignación. Entre los males inmediatos estaban un ciudadano
embrutecido por la inmovilidad social y una circulación monetaria
insuficiente hasta el extremo de generalizar un retorno al trueque. Pero
el mensaje evangélico era capaz de ver progreso donde otros sólo
percibían recesión, y estaba extendido en los grupos urbanos
menos vejados por el estatuto másico. Que la economía monetaria
colapsara le parecía un triunfo moral, freno decisivo para el comercio.
Para Constantino la cristianización justificaba también
requisar los bienes de templos paganos, un patrimonio hasta ahora intacto
y comparable en magnitud al derivado de saquear los ayuntamientos décadas
antes.
Tanto iban a compenetrarse el interés imperial y el eclesiástico
que el Estado alcanzaría un periodo de estabilidad sin precedente
en siglos, cuyo símbolo es la égida de Teodosio el Grande
(384-395). Pensar que la cristianización del Imperio precipitó
su hundimiento como sostuvo Gibbon- olvida que consumía sin
producir, fiando todo a la coacción, y que tanto las instituciones
eclesiásticas como su ideología colaboraron enérgicamente
en prolongarle la vida.
Libre de tributación y recluta -para que pueda dedicarse
completamente a servir su propia ley154
- la Iglesia asume con sus episkopos o supervisores las nuevas
divisiones administrativas creadas por Diocleciano, que no son provincias
sino diócesis -subdivididas ahora en parroquias- cuyos
servicios de beneficencia sirven de complemento al reparto militar de
anonas. En menos de medio siglo los obispados amasan un patrimonio sólo
comparable al de la casa imperial, y lejos de dejarse tentar por la insumisión
evitan o mitigan el estallido de motines y pillajes en las ciudades. Los
castigos y premios del más allá, tan estimulantes para el
cepillo de limosnas cotidianas y las donaciones testamentarias, funcionan
como un modo indirecto de aplacar el descontento.
Las religiones civiles desaparecen a la vez que el propietario antiguo,
protegido por Término y la santidad de sus mojones. El Estado lleva
siglos moviendo las lindes a su antojo, algo tradicionalmente aborrecible
que los cronistas cristianos no mencionan siquiera sea de pasada. El reinado
de Constantino les parece una enorme aportación al bien común155
en una época caracterizada por profunda paz y prosperidad156
, donde la ingente masa de venidos a menos puede redefinir su situación
y expectativas en términos espirituales, acogiéndose a la
caridad o practicando el ascetismo.
1. Novedades fiscales y sociales
Al nombrarse decimotercer apóstol -obispo de los sin Iglesia-
Constantino transforma la monarquía divina en cesaropapismo, y
su orden de quemar todos los ejemplares de un tratado escrito por el neoplatónico
Porfirio sobre los cristianos inaugura en Roma la censura teológica.
Los apologetas devuelven ese apoyo pasando por alto el asesinato de su
primogénito y a su esposa, pues como empieza diciendo Eusebio de
Cesarea en su Historia eclesiástica sólo aludiremos
a hechos útiles para los cristianos y la posteridad. Ser
César y Papa al tiempo le lleva a convocar el Concilio de Nicea
(325), donde acaba decantándose por el cristianismo trinitario
de Atanasio157
frente al cristianismo sin misterio de Arrio158.
En 310 -cuando derrote a su último rival-, el kilo de oro vale
120.000 denarios. Diez años más tarde se ha elevado a 550.000159,
una inflación superior a la padecida en tiempos de Diocleciano
que deriva de las causas previas y de saquear los templos paganos. Esa
fuente permite acuñar una moneda de oro -el solidus- que
apenas nadie ve en el Oeste, donde lo circulante son denarios viles o
de bronce. Como confirmarán tantas excavaciones, el efectivo de
calidad se ha enterrado, y para desenterrarlo el César-Papa añade
a los impuestos existentes uno en oro y plata (el chrysargiron),
que grava sólo a profesionales y comerciantes. Aunque son el sector
peor visto moralmente, su salud económica ha llegado a ser tan
ruinosa que Constantino debe reforzar el cobro con más violencia:
Cada cuatro años, cuando tocaba pagar este impuesto,
se oían llantos y lamentaciones por toda la ciudad, porque prescribía
tormento para quienes no pudiesen satisfacerlo. Las madres vendían
a sus hijos, y los padres prostituían a las hijas ante el apremio
de los recaudadores160.
Lo equivalente al chrysargiron para el populacho urbano son nuevas
limitaciones a la ya ínfima libertad de movimiento y profesión.
En 332 un edicto suyo establece que los colonos sospechosos de querer
abandonar su tierra podrán ser encadenados indefinidamente. En
369 otro edicto, esta vez de Valentiniano, establece que ningún
miembro del gremio de traperos podrá abandonar furtivamente un
municipio [
] y el gremio será castigado si no lo denuncia
de inmediato161.
El hecho de que Constantinopla se esté convirtiendo en un brillante
emporio, sede del futuro Imperio oriental, no modifica que en Occidente
el cuadro sea una égida romana tan precaria como inaceptable.
El hecho de que godos y otras tribus bárbaras estén llamados
a imponerse no se experimenta allí como una catástrofe sino
más bien como mal menor ante un Estado-jaula, donde todos los oficios
son hereditarios y el profesional debe estar atado siempre a cierto territorio.
La propia proliferación de edictos en tal sentido indica hasta
qué punto cunde el desprecio hacia la ley, pero desobedecer no
cambia que hombres y mujeres sigan viéndose llevados a venderse
como esclavos a cambio de manutención. El sistema es recesivo con
independencia de la religión que profese, y el fugaz retorno al
culto politeísta ensayado por Juliano162
desencadena una represalia sin precedentes en la persecución religiosa.
Acoso al paganismo
Los Anales de Amiano son la única crónica fiable
sobre la segunda mitad del siglo IV, un periodo donde el estado de cosas
paraliza de horror a personas cultas de una u otra confesión.
Tres años después de morir Juliano, en 366, la elección
de san Dámaso como obispo de Roma produce 137 cadáveres,
fruto de las luchas entre partidarios suyos y partidarios de Ursino, el
otro aspirante163,
que le acusa de connivencia con los arrianos164.
El año siguiente entra en vigor la Lex maiestas de Valentiniano,
que define el paganismo como alta traición, restaura a los delatores
remunerados y autoriza el uso de torturas para las averiguaciones165.
Por todas partes, pero sobre todo en Oriente donde quedan más
bibliotecas privadas-, las familias destruyen libros, cuadros, estatuas
y cualquier objeto sospechoso de lesa majestad. Temen ser acusadas de
magia, apostasía o indecencia, y tienen motivos, pues resulta
difícil recordar a alguien absuelto, tras activarse la maquinaria
punitiva con poco más que un susurro166.
En Alejandría su obispo organiza la quema y posterior demolición
hasta los cimientos del edificio más imponente del orbe167,
el templo dedicado al Zeus egipcio que es Serapis. Algo después
otro obispo, Cirilo, maneja a su claque168
para que una turba encabezada por Pedro el Lector despelleje a la erudita
Hipatia, directora de la Biblioteca, tras lo cual son incendiadas algunas
alas de ese edificio. Justificando una nueva quema de la Biblioteca, tres
siglos más tarde, el califa Omar explicará que los libros
son superfluos: unos por decir lo mismo que el Corán169,
y otros por omitirlo.
El movimiento antialfabetización, que exalta la pobreza de espíritu,
es también el foco más activo de operaciones contra judíos,
politeístas y herejes. Constantino decretó que si un cristiano
se convirtiese al judaísmo sus bienes serían confiscados,
y los circuncisos son declarados inhábiles para profesiones como
la abogacía o cualquier cargo público. Esa discriminación
no evita la quema de sinagogas, a veces con la feligresía refugiada
dentro, o una masacre en su sector de Tesalónica. En el año
400 ciudadanos de Constantinopla exterminan a miles de godos por ser arrianos,
incendiando la iglesia donde habían buscado asilo. Centrado teóricamente
sobre la compasión, el sentimiento es en su inmediatez lo opuesto,
y aquella religión que se eleva contra la violencia de las
pasiones las exaspera hasta el furor170.
Ningún hereje será perseguido más implacablemente
que el maniqueo, y es oportuno decir algo sobre el único profeta
que según Mahoma dispuso de una inspiración comparable a
la de Moisés y Jesús.
Rivalidad entre iluminados
El iranio Manes (216-277)171
vivió décadas en comunas elcasaítas los ebionitas
persas- hasta oír la voz de un hermano gemelo (Syzigos),
divino e invisible para los demás, que le dictó un cristianismo
con elementos zoroástricos y budistas, diseñado hasta el
último rito y rebosante de imaginación mitológica.
Cuando la Iglesia cristiana y el Imperio se otorguen ayuda mutua, en tiempos
de Constantino, es ya urgente para sus obispos frenar una expansión
de los maniqueos en ambas orillas del Mediterráneo, que practicando
un comunismo fervoroso y sencillo son el grupo con más capacidad
para hacer prosélitos. Están mucho más cerca de los
bautistas originales que de la Iglesia tras el Edicto de Milán,
y aunque la persecución en todo occidente acaba devolviéndoles
a Asia central172
dejan tras de sí instituciones como celebrar el domingo o confesar,
no menos que el germen de las grandes herejías medievales. Maniqueo
empezó siendo san Agustín, por ejemplo, atraído como
tantos otros temperamentos religiosos de su tiempo por la forma más
radical de odiar esta vida.
Manes parte del cuerpo como inmundicia demoníaca, reflejo de la
humillación ante un ahora de tiempo y mundo que no
puede atribuirse a una entidad buena como la Luz sino a la Materia, cuya
perfidia consiste en raptarla. De ahí una epopeya desplegada en
tres Creaciones, donde incumbe al género humano contribuir con
un riguroso ascetismo a que la Luz se redima de su hundimiento en el más
acá y pase a ser un Salvador-salvado. Por otra parte,
todo se diría proceso y transformación pero ni lo bueno
ni lo malo producen un tercero o término medio, y el drama cósmico
oscila entre el estado inicial de dualidad perfecta donde la Luz
ocupa el norte, el este y el oeste, la Materia el sur- y el retorno del
universo a ese mismo estado, tras una etapa de mezcla donde
no llega a haber mezcla.
El universo emana de un dios maligno, coeterno e igual en poder al benigno,
a través de prolijos episodios173.
Manes coincide con la iluminación gnóstica previa en proponer
relaciones de ajenidad con la naturaleza y la existencia humana174,
mostrando un disgusto infinito por el aquí y el ahora. Como hay
un grado de dolor intenso en todas las creaciones, rechazar la propiedad
privada puede considerarse casi episódico comparado excluir al
resto de lo material. Audazmente extraños resultan algunos consejos
sobre las abluciones, el pudor y su sentido:
Lavar la comida no sirve, porque lo inmundo es el cuerpo. Lo
lavado no es en absoluto distinto de lo no lavado [
] Sólo
la separación de Luz y Oscuridad es genuina pureza redentora,
de la cual os apartasteis empezando a bañaros175.
El movimiento monástico
La gnosis maniquea acompaña a una pleamar de espiritualismo que
brilla también en escritores cristianos y neoplatónicos,
consumidos de sed por lo sublime y hastiados del goce sensible. Hasta
el siglo IV el factor responsable de que la población haya ido
mermando era una contracción en el intercambio de mercancías,
paralelo al deterioro en vías de comunicación. Pero con
los ahora numerosos cristianos llega un culto al ascetismo que incide
directamente en la tasa de natalidad. Las comunidades del siglo II y el
III intentaron evitar una proliferación de bocas hambrientas mientras
llegaba el Apocalipsis. Ahora cuando la Iglesia se ha organizado
para subsistir indefinidamente- lo que eso tiene de contradictorio con
su fervor mesiánico alumbra una especie de diáspora. No
hay nada contra la reproducción, salvo que evoca por fuerza sensaciones
lascivas y repugna a la integridad de espíritu.
Los captados por el ideal eremítico son sobre todo varones, sin
descontar algunas vírgenes y viudas de extracción aristocrática176,
que se diseminan por parajes agrestes mucho antes de san Benito (480-547)
y su primera regla monástica. Hacia el año 300, por ejemplo,
cierto desierto entre otros el de la Tebaida- está habitado
por unos 7.000 renunciantes177,
que practican ya la pobreza y la castidad. Pero tiene cada cual libertad
para vivir como le parezca, y una parte de los eremitas combina su existencia
retirada con visitas a las ciudades cuando toca elegir nuevo obispo o
procede sumarse a algún otro acto colectivo. Ese es el origen de
las llamadas bandas de anacoretas, que se alían con cristianos
pobres de cada ciudad (la chusma de Amiano) para alguna hazaña
terrorista. Un día cunden rumores de que tal edificio, barrio o
grupo ofenden a Dios, y otro día la banda monástica del
territorio ataca esos objetivos.
Es una venganza por las persecuciones anteriores, que si no exterminaron
a muchos más cristianos fue por falta de un celo perseguidor como
el que ahora exhiben ellos. Pero sería erróneo pensar que
los terroristas cuentan con el beneplácito de la casa imperial,
con el de obispos no demagógicos o con cristianos integrados e
incluso muy ricos como Melania la Vieja y su esposo Piniano, que regalaron
45.000 piezas de oro a los pobres. Al contrario, las bandas eremíticas
generan un malestar expreso en la mayoría de sus correligionarios,
entre otros motivos porque la Iglesia empieza a ser superior no ya emocional
sino intelectualmente a todas las otras escuelas y sectas.
2. La elite cristiana
Salvo Atenas, Alejandría, Constantinopla y Antioquía -donde
sigue habiendo academias dedicadas a cultivar distintas ramas del conocimiento-,
la involución general ha contraído la enseñanza a
lecciones de retórica178,
que los pudientes pagan a sus hijos para cuando deban hacer un discurso
o redactar un escrito. El género más cultivado del momento
es el panegírico, un elogio solemne de personas o convicciones,
y hay panegiristas paganos tanto como cristianos. Pero sólo entre
estos últimos florece un interés por la teología
que produce docenas de libros sobre la relación entre el Padre
y el Hijo, o la naturaleza dual e indivisible de Jesús y su Virgen-Madre.
Esta literatura acompaña a otra no menos abundante sobre historia
eclesiástica y vidas de mártires.
Cuando la entronización del cristianismo acabe con los mártires,
a partir de 313, el heroísmo eremítico suscita alguna actividad
económica. Llegan desde lejos comitivas de fieles para ver a renunciantes
excepcionales como san Zenobio o san Arsenio, y aunque los peregrinos
se mantienen a distancia para no molestarles la perspectiva de verles
siquiera es un foco adicional de interés para el flujo de personas
que flotillas y caravanas empiezan a trasladar a sus desiertos y a los
Santos Lugares. La principal cadena de tiendas y albergues jalona rutas
conducentes a Belem y Jerusalem, con etapas intermedias en Alejandría
o Antioquía, pues para el cristiano que puede permitírselo
esa peregrinación representa una obra piadosa de la cual nadie
vuelve sin escapularios, botellas con agua del Jordán o tierra
del Monte de los Olivos179.
Magnéticos como Lourdes y Fátima, esos enclaves seguirán
activos hasta que los mahometanos se hagan cargo de la zona.
A mediados del siglo IV los cristianos son ya hegemónicos en términos
políticos, y capaces por eso mismo de perseguir a cualquier otro
culto tanto en el Imperio de Occidente como el de Oriente. Esto no altera
que la aristocracia material e intelectual de ambos Estados se haya mantenido
básicamente al margen de una fe que prende sobre todo en las masas,
y tiene altos dignatarios de extracción humilde. Pero aquello que
empezó siendo una religión cómoda para el Estado
es a finales del siglo IV una institución tan decisiva como el
propio Estado, y el gobierno de la Iglesia se entrega a los más
ricos y cultos. Un círculo aristocrático que era cristiano
oficialmente ha pasado a serlo fervientemente.
Los primeros Padres
El ejemplo prototípico es san Ambrosio de Milán (340-397),
hijo de un prefecto de la guardia imperial que ostentaba el gobierno militar
de la provincia cuando fue nombrado obispo de la ciudad por aclamación.
No tuvo tiempo siquiera para bautizarse antes de ceñir la tiara,
pues urgía evitar una elección reñida que terminase
con un baño de sangre como el ocurrido poco antes en Roma. A su
obra como teólogo, moralista y prelado180
añadió ser el principal interlocutor de Teodosio el Grande,
a quien aplaca unas veces y riñe o hasta excomulga en otras, como
cuando castiga una masacre perpetrada por cristianos. En el fresco de
Pinturicchio porta en la mano derecha un látigo de tres puntas,
símbolo de la intolerancia demostrada hacia gentiles, judíos
y arrianos. No menos intransigente se mostraría hacia todo lo relacionado
con la carne.
El ascetismo fue la principal preocupación del serbio san Jerónimo
(c.347-c.419), un hijo de plutócratas que se pasó la vida
intentando ser un renunciante impecable, y a quien el papa san Dámaso
encargaría poner en latín la Biblia cristiana181.
Sus tres años de estancia en Roma para reunir documentación
le pusieron en relación con un círculo de acaudaladas vírgenes
y viudas, para quienes escribió su Defensa perpetua de la virginidad
de María, madre de Jesús (383), donde denunciaba la
confusión reinante entre virginidad y matrimonio virtuoso182.
Como acusar a su medio de laxitud e hipocresía sexual le hizo objeto
de críticas, abandonó esa Babilonia en dirección
al desierto acompañado por Paula y otras vírgenes, con ayuda
de las cuales logró terminar en Belén un complejo de monasterio
para hombres, convento para mujeres y hostal para peregrinos, inaugurado
en 389. Aunque fuese una empresa mixta con siglos de existencia en la
zona, el modelo de Jerónimo cubriría Asia Menor y Europa
de comunas monásticas semisuficientes, ajenas por principio al
comercio pero no a cultivar huertas o vender reliquias al peregrino.
La tríada de grandes Padres occidentales se completa con Aurelio
Agustín, luego san Agustín (354-430), un profesor particular
de retórica nacido en el seno de una familia acomodada aunque no
millonaria, que tras abrazar sucesivamente el misticismo maniqueo y el
neoplatónico será bautizado por san Ambrosio a los 33 años.
Como en el caso de éste, su valía impone nombrarle a toda
prisa adjunto del anciano obispo de Hipona, en la diócesis de Cartago,
cuyo cargo hereda pronto. Allí redacta La ciudad de Dios,
un extenso tratado donde exculpa a la deidad de que Roma haya sido tomada
y saqueada por los godos en el 410, algo atribuido por los paganos al
abandono de su religión ancestral. Buen escritor, conciliar la
omnipotencia y la gracia divina183
le llevó a sugerir una predestinación tesis pronto
declarada herejía-, mientras luchaba contra el cisma donatista
y la herejía pelagiana, incómodo el primero por atentar
contra el clero184
y peligrosa la segunda por negar el pecado original185.
Precisamente esa lucha le convenció de que era vano argumentar,
como en principio creía, y que la fe perseguir policialmente a
quienes fuese preciso.
A estas tres figuras debe añadirse una generación de teólogos,
filólogos y canonistas orientales muy activos, que en bastantes
casos serán obispos. Con una Iglesia cuyas decisiones se han puesto
a cubierto de los más fanáticos, sus comunidades no aspiran
a comodidades y las diócesis funcionan como almacenistas y distribuidores
para cualquier asomo de excedente. A medida que se desintegra la unidad
política aumenta el valor de cualquier vínculo, y la Cristiandad
no puede ir mejor atendiendo a sus propias expectativas. Mientras progresa
una redención colectiva que san Agustín plantea como proceso
indefinido y no exento de retrocesos, su victoria final sobre el paganismo,
el cisma y las herejías parece asegurada.
Por lo demás, el símbolo de fe popular más poderoso
desde Jesús es san Simeón el Viejo, también conocido
como Simón Estilita, cuya proeza será vivir entre 419 y
459 subido a lo alto de una columna, en el desierto que tiene Antioquía
al noroeste. A juicio de muchos, sus cuatro décadas de ascesis
demuestran que hasta dirimirse la batalla entre Cristo y el Anticristo
basta como residencia un espacio algo inferior al metro cuadrado. Cuando
muera lo llevarán en procesión siete obispos y la máxima
autoridad militar, cerrando la comitiva una escolta de 600 soldados seguida
por muchos miles de peregrinos.
Propiedad y compraventa
Los Padres griegos y los latinos razonan la maldición pronunciada
contra el comercio por los Evangelios. Clemente de Alejandría -el
más antiguo- observa que la salvación será imposible
si los propietarios no ponen su hacienda en manos de un santo o
profeta186,
y san Basilio de Cesarea presenta el comunismo espartano como sociedad
modélica187.
San Ambrosio asegura que la propiedad privada es una usurpación,
y que adquirir riquezas resulta imposible sin cometer injusticia. La caridad
constituye un derecho de los pobres, pues por su mediación
recobran algo que les pertenece. San Jerónimo añade que
las ganancias de un hombre van siempre ligadas a las pérdidas de
otro, y san Agustín completa esa perspectiva identificando el deseo
de comprar barato y vender caro como vicio social por excelencia188.
En definitiva, los bienes terrenales fueron creados para todos [
]
y sólo el pecado y la codicia explican diferencias tan flagrantes
entre quienes tienen y quienes no189.
Bien sea por haber dado en limosna los propios bienes, o por no haberlos
tenido nunca, lo esencial de la comuna cristiana es que todos puedan vivir
con modestia aunque sin agobio. Ello exige que la libertad de regalar
o ayudar no exista, pues cualquier acto de beneficencia es [
]
mero cumplimiento de un deber, que naturalmente no se agota con la primera
acción y continúa existiendo mientras persista la ocasión
determinante190.
La relación entre el acomodado y el necesitado resulta independiente
de que uno sea frugal y otro despilfarre, porque se trata de un vínculo
puramente moral. Como aclaró Jesús, si
sólo prestas esperando la devolución ¿qué
mérito acumulas? [
] Debes prestar sin esperanza de que te
sea devuelto191.
Por otra parte, confiar en la Providencia equivale a trascender responsabilidades
mundanas, y esto implica a su vez rechazar el negocio jurídico
en cuanto tal, con su regla de que los pactos tienen fuerza de ley entre
las partes. A juicio de los Padres, entender que los contratos son actos
libres y al tiempo vinculantes ignora el vínculo moral donde descansa
la libertad verdadera, que es el deber de compartir. De ahí que
cualquier compraventa sea siempre la relación entre un ganador
y un perdedor, desventajosa por necesidad para alguna de las partes.
Como sucede con el pecado de la carne, el de codicia nace de tolerar un
intercambio supuestamente autónomo que empieza relajando las buenas
costumbres y termina suscitando una movilidad social mórbida, llamada
a dividir cada comuna en ricos y pobres. En definitiva, el gran principio
dice que los seres humanos carecen de patrimonio particular legítimo:
o son de Dios o son del César. Por derecho divino la tierra
es del Señor, y suyo es todo cuanto contiene, observa san
Agustín, mientras por derecho humano pertenece a los reyes
y emperadores del mundo192.
Al hacerse propietarios los hombres relativizan a ambos jerarcas en mayor
o menor medida. Medio siglo antes el Sínodo de Paflagonia (340)
se declaraba incapaz de asegurar que si el creyente no cede
todos sus bienes al clero será condenado al infierno.
Situar al rico en el infierno empieza a ser delicado para una religión
ya ecuménica, que no evoca las mismas respuestas en el Imperio
occidental y el oriental. En 399 el patriarca de Constantinopla -san Juan
Crisóstomo (boca de oro)- aprovecha una homilía
sobre la primera comuna de Jerusalem para llamar la atención sobre
el inagotable tesoro formado por la puesta en común de todos
los bienes193.
Una plétora como el conjunto de los bienes de Constantinopla
se reproduciría por generación espontánea, al igual
que los bosques o el ganado, y Crisóstomo propone empezar creando
una comuna de 50.000 pobres, cuya vida feliz será la más
activa propaganda:
¿Acaso no haríamos así de la tierra un cielo?
¿Quién desearía luego seguir siendo pagano? Creo
que nadie. Todos querrán unirse y ser favorables a nosotros194.
Pero comparar a la buena sociedad bizantina con Ananías y Safira,
los primeros defraudadores de la Iglesia195,
enoja a la emperatriz Eudoxia y acaba con su destierro perpetuo de Constantinopla.
En vez de flagelar al rico con invectivas y amenazas, obispos y arzobispos
obrarán mejor obteniendo limosnas y legados. Para Occidente están
empezando las edades tenebrosas, y para Constantinopla el esplendor.
3. El despertar del medievo
Los últimos emperadores de Occidente fueron meros símbolos,
acompañados por una realidad prosaica donde los padres vendían
a sus hijos e hijas por pura miseria. En 472 un edicto imperial condena
dicha práctica, y nadie prohíbe aquello que nadie hace.
Antes y después de ser tomada por un reyezuelo bárbaro,
en 476, Roma parece apasionada ante todo por la elección de su
obispo, que se distingue de otros prelados cristianos por el nombre de
Papa. Tiene unos 60.000 vecinos, veinte veces menos que en otros tiempos,
y escandaliza a algunos por la nula resistencia ofrecida al invasor. Sin
embargo, un año antes cuenta Salvino -obispo de Marsella- que muchos
romanos huían a las regiones ya ocupadas por tribus bárbaras,
donde no llegaba la rapacidad de los funcionarios imperiales196.
Toca precisamente a los incivilizados hacerse cargo de la civilización.
Nada más saber que el último Imperator ha desaparecido
el franco Childerico reclama esa herencia, comprometiéndose a mantener
en sus dominios la organización y la lengua latina, como efectivamente
hará la larga dinastía merovingia. Lo mismo se proponen
anglos, sajones, suevos, vándalos, alanos, visigodos, ostrogodos
y lombardos, que están apoderándose entonces del resto de
Europa y el norte de África. A su favor está que el monarca
sólo sea para ellos un primum inter pares o mero jefe, exigiéndosele
una excelencia concreta que sólo irá cesando cuando la cristianización
mande consagrar el gobierno como algo derivado de Dios197.
Hasta entonces el Imperio había sido para estas tribus una mezcla
de presa y patrón, pero reinar sobre territorios donde hay cincuenta
o cien nativos por cada conquistador promueve leyes respetuosas con la
cultura grecorromana.
Para entonces la pretensión de consumir sin producir ha llevado
a sus límites la crisis del transporte198,
y en todo Occidente no se mantiene una sola explotación minera
considerable. Los ejércitos, que viven de metales nobles para la
paga, y de bronce y hierro para su equipo, deben importar esas materias
de Oriente tras siglos de abastecerse en Britania e Iberia, algo a su
vez imposible cuando el número de barcos ha caído de modo
espectacular y la liquidez se ha secado. Un caballo vale entonces seis
veces más que una vaca; la protección de torso más
barata la broigne, hecha de cuero con remates de metal- vale
tanto como un caballo, y un simple casco la mitad; en 761, cuando están
en su apogeo las guerras privadas, cierto minifundista de Suabia cambia
sus tierras por un caballo y una espada199.
Mientras el marasmo económico acelera la ruralización, los
únicos enclaves que mantienen visos de civismo son puertos marítimos
o ciudades situadas sobre buenas cuencas fluviales.
La positividad del aislamiento
En 488 el obispo de Niza es Valeriano de Cimiez, a quien incumbe tutelar
una zona que conserva alguna relación con el norte de África
y constituye entonces la menos empobrecida de Europa. Una de sus homilías
empieza recordando a san Pablo cuando decía Que nadie
engañe a su hermano con negocios200-
y aclara a continuación:
Las personas se arriesgan a los peligros del mar por culpa de
la avaricia, por odioso deseo de ganancia [
] Un marinero no habría
confiado nunca en un barco si la pasión por el comercio no hubiese
espoleado el deseo de navegar. Y entonces un hombre se ve arrastrado
por las olas contra las afiladas rocas, para cuadruplicar el dinero
de los negotiatores: ellos exportan oro, de manera que pueden
importar perjurio con falsedad. Porque cuando algo se compra barato
sólo así puede venderse caro al por menor. Hacer negocios
siempre quiere decir estafar201.
Una generación antes san Paulino de Nola piensa la navegación
de cabotaje como contagio con la iniquidad202. Ambos proponen
una autarquía a la cual sigue fiel santo Tomás de Aquino
ochocientos años después: Más digna es la ciudad
si tiene en su propio territorio abundancia de todo que si es opulenta
por obra de mercaderes203. Santo Tomás vivió rodeado
de comerciantes, pero Valeriano de Cimiez pronuncia su sermón cuando
el mercader ha empezado a esfumarse, expresando así una convergencia
entre lo ideal y lo inevitable. La desaparición de los armadores,
por ejemplo, forzará a interrumpir -cierto día de 618- una
costumbre tan ancestral en Roma como el reparto de pan gratuito; los persas
han tomado Alejandría y no hay modo de conseguir otro grano.
Para ser algo más precisos, a todo lo largo de Europa -en un área
que va desde Inglaterra a los Urales, y desde el Báltico al Mediterráneo-
un rastreo concienzudo de documentos indica que entre el siglo VII y el
X los hombres de negocios son mencionados un número absurdamente
pequeño de veces. Entre los 669 viajeros registrados sólo
19 son mercaderes de larga distancia204,
cuando ese mismo marco espaciotemporal basta para que las fuentes mencionen
a millones de personas caracterizadas por otros oficios y beneficios.
El desvanecimiento léxico se liga al desagrado ante un término
malsonante como negotiator; pero no excluye una contracción
del propio comercio, cuyo único vestigio son vendedores puerta
a puerta, conocidos en Franconia como pies polvorientos205.
La condena de lo superfluo empieza por el lucro en sí,
aportando las pruebas sobrenaturales que parezcan procedentes. Adrevaldo
de Fleury cuenta, por ejemplo, cómo obtuvo su escarmiento un individuo
que consiguió 12 dineros [en teoría 2,7 gramos
de plata] yendo a un mercado, pues al negarlo se le quedó paralizada
la mano que había tocado las monedas. Afortunadamente pudo comprar
una ofrenda votiva por ese precio, y al ponerla sobre la tumba de san
Benito sanó206. La oposición entre Dios y Dinero, con su
precepto de usar el efectivo para limosnas y otras obras pías,
ha arraigado en la mentalidad hasta el punto de que la moneda de ley es
primariamente un artículo de joyería207, acumulado en templos
y castillos para dar lustre a la autoridad.
Emplearlo para acelerar un intercambio de mercancías resulta inmoral,
y pasa a ser inviable cuando ese criterio se alíe con las reglas
del derecho germánico sobre propiedad inmobiliaria. La repugnancia
hacia toda suerte de negocios determina que las enajenaciones sólo
estén justificadas por la compulsión del hambre,
si bien aún entonces el dominio común prima sobre el individual.
Los familiares del que ha vendido pueden anular esa operación,
y en nueve de cada diez litigios los tribunales fallan a favor del pariente
desheredado, aunque hayan transcurrido muchos años
y los demandantes no sean descendientes sino colaterales208. La transmisión
de tierras sólo será indiscutible tratándose de donaciones
hechas a favor de la Iglesia, un rey o un señor poderoso,
y en este último caso cuando a cambio del obsequio el donante compre
su protección209. Como veíamos a propósito de san
Benito y su tumba, la ofrenda votiva acaba siendo el único acto
de disposición reconocido por las buenas costumbres.
Desde la caída de Roma a Carlomagno transcurren poco más
de tres siglos, marcados por la gradual conversión de los reinos
bárbaros al catolicismo y una actividad económica en retroceso,
que el Continente asume perdiendo habitantes. A finales del siglo V todavía
hay algunos eruditos y cronistas210, si bien el análisis del pasado
y el presente ceden pronto su sitio a una fabulación centrada en
vidas de santos y leyendas heroicas. Todo lo terrenal parece irse apagando
salvo la Santa Sede y sus delegaciones. En el apogeo del dinero concebido
como ornamento sólo Roma exhibe una demanda sostenida de seda y
otros artículos superfluos, que no compra para revender sino para
ennoblecer el culto. A lo largo del siglo VII los registros vaticanos
indican que importa una media anual de 70 kilos de plata y 5 de oro para
mobiliario litúrgico211.
Nuevos focos de socialización
Ceñirse a lo imprescindible, como mandan a un tiempo la moralidad
y las circunstancias, va de la mano con la consolidación de cortes
(curtes) que casi siempre parten de antiguos latifundios. Su modelo
típico incluye una casa solariega en piedra, más o menos
fortificada, con dependencias que son construcciones hechas de madera
y cuero. Los esclavos ocupan chozas distribuidas en torno a una huerta,
el horno de pan, establos, graneros y cobertizos; una valla de troncos
cerca ese conjunto, cuyas tierras de labranza no lindan con las de otros
propietarios sino con la espesura salvaje o algún otro accidente
natural como un río o una quebrada. Cuando estos núcleos
no sucumben a malas cosechas y plagas del campo o la cabaña tienden
a crecer, roturando tierras adicionales. En tal caso la empalizada se
adapta a más chozas, el palacio acaba siendo castillo y una parroquia
sustituye a la capilla señorial. Por otra parte, clarear demanda
sierras y hachas que faltan o son defectuosas, como otros aperos de labranza,
y el defecto tecnológico frena radicalmente la expansión.
Establecer comunicaciones sería imprescindible para que el sistema
curtense produjese cosa distinta del mínimo vital. Pero un campesino
cercado por bandas de mendigos, pequeños ladrones y salteadores
escucha con beneplácito el consejo de la autarquía ascética,
y responde al reino de la desconfianza absoluta con su exacto inverso:
En lo que me quede de vida no tendré derecho a retirarme
de vuestro poder y protección212.
A falta de ciudadanía la sociedad se asienta en el homenaje
(Mannschaft) que presta el vasallo213: genuflexo, junta las manos
mientras recita una breve fórmula de sumisión. Si el homenajeado
acepta la ofrenda ciñe con sus manos las del otro y le besa en
la boca.
Los condes prestan homenaje a los monarcas, los vizcondes a los condes,
los condes a los barones y así sucesivamente. Fuera del rey, será
un forajido quien pretenda tener derecho a vivir sin haber homenajeado
a un superior, y los carolingios añadirán a ese acto único
un juramento de lealtad hecho sobre los Evangelios o alguna reliquia,
exigible tantas veces como aconsejen las circunstancias. Es preciso ser
el hombre de otro hombre214 para no ser perseguido por
él y los demás, en el marco de una mentalidad cuyo signo
de excelencia es regalar todo al pobre.
Por su parte, el señor necesita a su vez una protección
que sólo le aseguran seguidores armados. Empiezan siendo parte
de la casa señorial, cuando ella prospera reciben en usufructo
alguna corte y andando el tiempo convierten esos dominios
en feudos hereditarios. El destino de los más afortunados será
vivir como reyes, homenajeados por muchos, que les entregan sus personas
y bienes para ver ambas cosas devueltas a renglón seguido, ya redimidas
y aseguradas por el pacto de homenaje. Pero la promoción de estos
grandes vasallos pasa por reconocer la humanidad de los suyos propios,
porque las condiciones imponen un campesino absolutamente dócil
aunque no esclavo. Al mismo tiempo que la rudeza alcanza cotas insuperables,
la esclavitud empieza a estar en retirada.
Antonio Escohotado
Marzo, 2007
NOTAS
153
Newton 1987, p. 619-20.
154
Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica X, 7.
155
Eusebio, Hist. Ecles. X, 7.
156
Según el panegirista Nazario; cf. Cameron 2001, p. 145.
157
El Credo propuesto por san Atanasio y aprobado en Nicea establece: Creemos
en un solo Dios, el Padre que todo lo gobierna, creador de todo lo visible
e invisible. Y en un solo señor Jesucristo, Hijo de Dios, engendrado
por el padre y unigénito [
] Y creemos en el Espíritu
Santo.
158
Arrio propuso una versión sencilla de la fe, sin dogma trinitario
y con Cristo como semidiós. Desde 325 esa postura pasa a ser
herética, pero haber convertido a casi todas las tribus nórdicas
evita que en los territorios ocupados por ellas los obispos arrianos
sean perseguidos hasta el siglo VI.
159
Cf. Cameron 2001, p. 127.
160
Zósimo, Historia nueva II, 38.
161
Codex Theodosianus XIV, 8.2.
162
El reinado de Juliano el Apóstata (361-363) ha hecho correr ríos
de tinta nostálgica, que a veces ven en él una mezcla
de Esquilo y Julio César. Más cierto es que vivió
fascinado por charlatanes como Jámblico y Máximo de Éfeso,
promotores de una técnica (la teurgia) orientada
a alcanzar contacto íntimo con Júpiter, Marte
y otros dioses. Sus adeptos se afanaron en prodigios como mover estatuas,
o lograr que hablasen, guiados por obras seudónimas como Oráculos
caldeos y otras expresiones de la llamada Gran Magia. Amiano Marcelino,
que estuvo a sus órdenes en el ejército, le reprocha intolerancia
por haber prohibido la catequesis cristiana.
163
Amiano XXVII, 3.
164
Dámaso I (304-384) definió la ortodoxia como doctrinas
proclamadas por el obispo de Roma.
165
Amiano, XVIII, 1.
166
Ibíd. XIV, 5.
167
Ibíd. XX, 16.
168
La claque un grupo homogéneo que abuchea, aplaude o lanza
consignas- es en la Antigüedad el principal representante de la
opinión pública. Los gobernadores romanos debían
informar puntualmente y por escrito sobre su conducta en circos, hipódromos
y teatros.
169
De hecho, Quran significa ya repetición.
170
Hegel 1967, p. 273.
171
Sus discípulos llamarán a Manes segundo Crucificado. Con
todo, el suplicio que le administró la autoridad persa por disidencia
ideológica parece haber sido cargarle con enormes cadenas. Las
llagas, el esfuerzo y los calambres terminaron con su vida en menos
de un mes. Cf. Eliade 1978, vol. II, p. 375.
172
Desde allí llegan a China, donde tendrán también
un papel destacado.
173
A 5 moradas luminosas (intelecto, razón, pensamiento, reflexión,
voluntad) corresponden 5 pozos infernales (humo, fuego devorador,
viento destructivo, barro y tinieblas); a 5 tipos de demonios
corresponden otros tantos héroes positivos (el Ornamento
del Esplendor, el Rey del Honor, el Adamas de Luz, el Rey de la Gloria
y Atlas). En cierto momento el Tercer Mensajero decide desnudarse
adoptando forma femenina- ante los Arcontes demoníacos,
para que su lujuria les lleve a eyacular y cedan con su semen parte
de la Luz devorada antes por ellos mismos. En otro momento se descubre
que la Tierra entera arderá 1.468 años para desprender
las partículas luminosas presas aún en ella.
174
Eliade 1978, vol. II, p. 382.
175
Manes, Codex Coloniae. Tomo la referencia de la actual Iglesia
Maniquea Ortodoxa (http: essenes.net).
176
Hasta en esos círculos sucede, según san Agustín,
que muchas casadas con padres más bondadosos [que el de
Agustín] llevaran marcas de golpes y tuviesen el rostro desfigurado;
Confesiones IX, 9.19.
177
Cf. Eliade 1983, vol. II, p. 400.
178
Clases de gramática y oratoria (elocuentia en latín,
fakundia en griego).
179
Excavaciones en el desierto del Neguev muestran que atender a los peregrinos
indujo la construcción de importantes regadíos; las aldeas
de la zona crecieron como nunca, y Gaza llegó a ser una ciudad
muy prósperaCf. Cameron 2001, p. 192.
180
Esto incluía asimilar católicamente la teología
neoplatónica (una tarea ya iniciada por cristianos de Oriente),
sustituir a los héroes romanos por patriarcas bíblicos
y santos, regular las obligaciones del clero y justificar el rechazo
de la vida mercantil, una tarea de crítica al abuso social
que compendian los sermones De Nebuthe.
181
Esto es, el texto griego de la tradición hebrea (la Septuaginta
o Biblia de Los 70) y el Nuevo Testamento.
182
Su tesis es que no hay diferencia entre sexo no pecaminoso y posibilidad
de procreación. Por lo mismo, son meras vaginas lúbricas
las esposas cuya edad hace improbable el embarazo. Cuando una madre
le acusó de haber matado a su hija con ayunos demasiado severos,
se eximió de responsabilidad aclarando que la joven anacoreta
estaba ya en el Cielo; cf. Spiegel 1973, p. 62.
183
La creación sería la voluntad de un Dios bueno de
que haya cosas buenas (De civitate Dei, XI, 21).
184
Donato y sus sucesores cuya feligresía era entonces mayoritaria
en el África romana- negaban validez a cualquier sacramento administrado
por clérigos corruptos, pues no puede conferir una santidad
de la cual carece.
185
Pelagio y sus sucesores consideraban absurdo un pecado involuntario,
insistiendo en que esa construcción convenía a quienes
alegan la debilidad humana como excusa para sus fracasos. Al argumento
agustiniano de que el pecado original se trasluce ya en que reproducirnos
requiera lascivia uno de esos herejes, el obispo Juliano,
objetó que los instintos son éticamente neutros.
186
Cf. Spiegel 1973, p. 64.
187
Cf. Fetscher 1977, p. 18.
188
Cf. Spiegel 1973, p. 60-66.
189
Troeltsch 1992, vol. I, p. 116.
190
Simmel 1977, vol. II, p. 495.
191
Lucas 6:34-35.
192
En Spiegel 1973, p. 65.
193
Cf. Mises 1968, p. 437.
194
Cf. Fetscher 1977, p.18.
195
Cf. supra, p. x.
196
Cf. Engels 1970, p. 189.
197
Stahl, en Troeltsch 1992, vol. I, p. 178.
198
Desde Diocleciano, que lo menciona expresamente en su edicto sobre precios
máximos, es más barato y seguro a despecho de naufragios
y piratas- llevar en barco una carga de grano desde Gibraltar a Constantinopla
que trasladarla en carros un centenar de kilómetros.
199
Cf. Bloch 1961, p. 152.
200
I Tesalonicenses, 4:6.
201
Cf. McCormick 2006, p. 93-94.
202
Ibíd., p. 28.
203
En Cipolla 2003, p. 234.
204
McCormick 2005, p. 728-733.
205
Cf. Bloch 1961, p. 63.
206
Cf. Miracula sancti Benedicti, en Biblioteca hagiographica
latina 1.123.
207
Cf. Duby 1978, p. 66.
208
Ibíd, p. 132-132.
209
Esto determina, por ejemplo, el título LXII de la lex Saxonum.
210
La mejor colección de libros pertenece entonces a san Isidoro
de Sevilla, un obispo hispanorromano de los visigodos, seguida por la
de san Gregorio I en Roma. Sus contemporáneos, el franco Gregorio
de Tours y el anglosajón Beda, se esfuerzan por hacer historia
aunque ya no saben usar los géneros y preposiciones latinas.
211
Cf. McCormick 2005, p. 578.
212
Para la fórmula completa de algunos protocolos merovingios cf.
Bloch 1978, p. 45-46,.
213
Del galo vasalus, criado.
214
Bloch 1978, p. 145.
©
Antonio Escohotado 2007
LOS ENEMIGOS DEL COMERCIO
http://www.escohotado.org
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