CARGA FISCAL Y TIMO FISCAL

En junio de este año, cuando tocó presentar la declaración de Hacienda, el gestor me hizo saber que habían aumentado hasta 76.500 pesetas la deducción anual por custodia de dos menores y un anciano. Sacarles adelante a los tres –según piensan Cortes y Gobierno hace década y media- cuesta en torno a los mil duros mensuales. Eso me recordó cuando suprimieron la deducción por alimentos para la prole, manteniendo como deducible la pensión compensatoria al cónyuge.

Luego fui viendo que otras partidas deducibles dejaban de serlo, y me pregunto si a medio plazo quedará exenta alguna renta por su origen o destino. Menciono origen o destino porque el impuesto directo nunca evita un elemento ético. A diferencia del impuesto indirecto, que pagamos al comprar esto o lo otro, el directo evalúa lo que tenemos para comprar –el dinero-, y grava esa cuantía progresivamente. Cuanto más se parezcan nuestras rentas a una riqueza más corresponderá pagar, si bien ciertos gastos quedan exentos por razones obvias: el dinero empleado en cuidar de menores o incapacitados, en costear los instrumentos del propio oficio o en rescatar a unos náufragos, por ejemplo, no debe gravarse como “renta”.

Los tres mandatos de socialismo obrero español inauguraron una picaresca afín al Buscón Don Pablos, con desgravaciones que gradual o bruscamente se desvanecían, en función de que aspirase a un voto futuro o usufructuara un voto pasado. Ahora el señor Rato anuncia grandes cambios en el IRPF de 1999, y el país se pregunta si será cierto que rompemos con el modelo Don Pablos. Un impuesto que nació pensando en los opulentos, y orientado a redistribuir la renta, ha acabado ciñéndose casi exclusivamente a salarios de nivel medio, e incluso humilde. Aunque esto es miserable, su miseria no resulta para nada simple. Los paraísos fiscales nacieron hace medio siglo, cuando en países democráticos los altos niveles de renta llegaban a pagar hasta nueve décimas partes de sus ingresos.

Hoy se da por evidente que dicha política no afecta a los verdaderos ricos, estrangula la inversión privada y carece cada vez más de sentido en condiciones de economía global, donde los capitales emigran con toda libertad. La consecuencia es una crisis recaudatoria galopante, con carreras a la baja de unos territorios contra otros. “Vacaciones” fiscales –como las que otorgó el Ejecutivo vasco a una empresa coreana- y otros privilegios, visibles e invisibles, a distintas corporaciones son hace tiempo una pauta casi universal.

Del mismo modo que las personas físicas opulentas evaden sin dificultad sus responsabilidades tributarias, las personas jurídicas opulentas ponen a cada Gobierno contra las cuerdas: o me otorgas trato de favor o me instalo en otra parte. De ahí que el impuesto sobre sociedades recaiga cada vez más sobre las pequeñas y medianas, y cada vez menos sobre las trasnacionales. Así, aunque ahora el soberano sea la voluntad popular, el estado de cosas reenvía al ayer predemocrático, donde los más sobrados de recursos económicos -casas reales, nobleza, clero- estaban exentos de tributación.

Y como los servicios públicos suben de precio cada año, la componenda es inventar nuevos impuestos “ciegos”, del tipo IVA, mientras el peso de la carga fiscal se va ciñendo progresivamente a mano de obra menos cualificada y capital menos móvil. El tándem Reagan-Thatcher presentó esta perversión como parte de un “adelgazamiento” del Estado que -por lo demás- no se produjo, pues bajo su égida el porcentaje de gasto estatal en el PIB de EE.UU e Inglaterra aumentó considerablemente, lejos de experimentar la prometida contracción.

De hecho, engordó a la clase política, con sus ya bien nutridos sponsors, mientras adelgazaba hasta extremos anoréxicos el espacio de la clase media, cortando cauces redistributivos previos y fomentando bolsas de pobreza en sus respectivos países. Por otra parte, el sombrío panorama del fisco futuro no admite sermones edificantes, ni lemas basados en la progresía tradicional. Con las salvedades que confirman esa regla, uno a uno amamos abiertamente la ganancia. El socialismo “real” sólo subsiste en faraonismos provincianos, como los de Pyonyang o La Habana, y el modelo providencialista sueco -cuyo déficit en materia de pensiones da vértigo- no genera entusiasmo ni en el círculo polar ártico.

La asignatura pendiente es inventar algo acorde con el espíritu actual, una reforma humilde y tenaz que ni postule purismo ni acepte timo. Por ejemplo, que ya no exija a los ricos y muy ricos un pellizco tan grande de sus rentas -como trató de hacerse desde los años 50 a los 80-, y que precisamente por eso no siga tolerando que el impuesto directo caiga en exclusiva sobre rentas medias, y encima no se reinvierta para fomentar igualdad de oportunidades. Lo menos indirecto a tales fines es frenar la carrera fiscal a la baja, con normas como las de la UE, que prohiben a Estados y Autonomías otorgar graciosamente estímulos tributarios. En definitiva, a la globalización económica corresponde (por lógica “racionalizadora”) ser seguida de una globalización jurídica, que al chantaje del opulento –o tengo bula o me largo- permita contestar: “Vaya pensando a qué planeta, porque en éste pagará al menos la misma proporción que un asalariado o perceptor de nómina”. Me dirán que ningún partido político próspero va a prestarse a defender semejante causa, y contesto que eso no menoscaba ni su oportunidad ni su viabilidad.

Lo inviable, ya a medio plazo, es corromper la imposición directa. Para los propios Estados, y para la mayoría de sus habitantes, no parece discutible que una ley tributaria internacional contribuiría a mitigar tanto la extorsión como el fraude. Pero las casas se empiezan por abajo, y mientras estudiamos la carta del señor Rato sobre el nuevo IRPF podríamos ir pensando en reforzar los cimientos de nuestra casa europea. Ya que tenemos un territorio sin aduanas, una sola moneda y un conjunto de pactos e instituciones comunes, ¿a qué estamos esperando para tener un solo IRPF, y un solo impuesto sobre sociedades?

 

Antonio Escohotado
Artículos publicados 2003
http://www.escohotado.org



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