MASA Y NACIÓN

Temo haber entendido de modo sólo literal lo que Fernando Savater ha ido diciendo en dos artículos, escritos como réplica a otros tantos míos. Eso me hizo acreedor en el segundo al calificativo de ciego, sordo y medio bobo y en la última de sus misivas -una carta al director- al gusto de fabricar tesis de infalible majadería como si fueran opiniones suyas, agravios que le justifican para cortar el debate. Triste cosa, desde luego, cuando ingenuamente creía ir perfilando el núcleo del asunto. Con todo, al repasar nuestro abortado diálogo veo que mi ex interlocutor empezó poniendo objeciones al derecho de secesión, y acabó expresando susto y asco ante el nacionalismo. Fue él quien sugirió el resultado de los últimos comicios como evidencia de que la mayoría de los votantes no ansía la secesión y es insólito que luego me reproche considerarlo el mejor argumento contra un referéndum. ¿Qué le ha movido a omitir tanto tiempo ese argumento mejor?. Puestos a ponernos quisquillosos, bastante más sesgado es atribuirme que las comunidades se jerarquizan del paraíso al infierno según su bonhomía fiscal por ejemplo, o que el poder plebiscitario -reconocido expresamente por la Constitución- quizá reside en plenos municipales, asociaciones de vecinos o cabezas de familia.

Es displicencia arrogarse la posición de quien pregunta y pregunta, sin avenirse a responder con cosa distinta de sarcasmos o silencio. Tres veces quise entrarle al tema -que es la actitud ante el hecho nacional-, y otras tantas topo con comentarios de Fernando sobre él, sobre mí, sobre si se le caerá la sopa de la cuchara mientras viaja desde el plato a la boca, sobre cierto comentario hecho por Muñoz Molina, sobre el método de un tal Ollendorf, sobre las imaginarias opiniones de Leonard Cohen y diversas curiosidades más, cuyo referente común es eludir el fondo. Lo menos lejano a un pronunciamiento ha sido decir que el nacionalismo le asusta y le repele, pero eso es cosa tan insuficiente -a nivel de concepto- como decir lo opuesto. Guste o no, el hecho nacional constituye algo ubicuo y permanente, que lleva milenios fundando todas las aspiraciones políticas de autodeterminación, y ver en él sólo lo negativo es como juzgar el tamaño de un iceberg atendiendo a lo que sobresale del agua. Peor aún, tiene la virtud de exacerbar ese mismo lado negativo, preparando el camino para la cronificación de alguna violencia, que pronto se convierte en un lucrativo emporio para sicarios profesionales y políticos.

En la carta al director donde se desmarca del diálogo, Savater comenta: Sigo sin saber por qué el nacionalismo vasco (...) no se ha disipado como humo en el aire, según promete Escohotado. He ahí otro caso de sesgo al transcribir un pensamiento, pero así y todo la pregunta textual admite respuesta textual. Lo conducente a que el nacionalismo vasco -o el de cualquier otro territorio- se fuese disipando como apego a parajes y costumbres, en vez de concentrarse explosivamente, pasaba por la convocatoria de un plebiscito, unida a una disposición negociadora y flexible por parte del Ejecutivo central. Lejos de ello, la vena agresiva del abertzalismo ha sido alimentada por una treintena larga de asesinatos e innumerables torturas y atropellos, todavía impunes en su inmensa mayoría, que se perpetraron con fondos públicos y sirvieron para forrar a una caterva de ladrones, aupada al cosmopolita cénit del poder coactivo.

Que a algunos españoles -y por supuesto, a los vascos- les cueste digerir esa basura me parece síntoma de salud, del mismo modo que me parece no sólo enfermizo sino cínico seguir proponiendo dureza como salida al conflicto. Quienes en definitiva van a sucumbir por obra de metralla y balas no serán ministros, altos mandos de la Guardia Civil o cúpula etarra, sino blancos alevosamente fáciles como el ciudadano de a pie; nadie devolverá su vida a los muertos, ni su integridad corporal a los tullidos, pero cuando finalmente se negocie una paz será evidente que pudo pactarse antes y que las atrocidades no se prolongaron porque fuese inevitable, sino por una amalgama de arrogancia y lucro (tanto mercantil como político) a ambos lados del actual frente.

A título de despedida, Savater añade otra pregunta: ¿En qué difiere, a fin de cuentas, un referéndum convocado para desanimar a los violentos de la carta de Ortega Lara escrita con la pistola en la nuca?. Respondo que difieren como una expresión de madurez democrática se contrapone a lo declarado por quien padece secuestro. Y añado que tampoco esta pregunta carece de sesgo, pues pretende ligar una consulta dirigida a todos con la imposición de unos pocos, sugiriendo un nexo tan arbitrario como el que puede haber entre tañido de cierta campana y aparición de comida, Coca-Cola y chispa de la vida. Por extraño que parezca resultarle a Fernando, diálogo y consulta son la única solución para gran número de cosas, entre las cuales destaca el propio sentimiento nacionalista.

Además de soberbia, predicar lo contrario implica hacerle el juego a quienes secuestran y asesinan, presentando de paso como buenos gobernantes a aquéllos que -con el fin de exhibir la debida firmeza- montaron operaciones de exterminio al estilo nazi, adobadas por un fabuloso enriquecimiento personal de verdugos e instigadores. En definitiva, el nacionalismo contemporáneo merece pensarse a la luz de cambios políticos y tecnológicos tan profundos como los que se están produciendo. De ahí que trajese a colación coordenadas como el renacido poder plebiscitario, el surgimiento de una clase política, la relación fiscal entre centro y periferia, el modelo de Estado y las secesiones acontecidas -o anunciadas- en el mapa europeo.

No he logrado que Fernando Savater abordase las razones del obstinado alumbramiento grupal conocido como nación y mucho menos que reflexionáramos sobre sus coordenadas actuales. Otra vez será, si los dioses quieren. En previsión de que estas líneas merezcan la nota de bobada, majadería, etcétera, me despido recordando el concepto de masa animal según Elías Canetti. Masa es la consecuencia de una inversión en el temor a ser tocado. ¿Qué tipo específico de masa será la nación?

 

Antonio Escohotado
El mundo, 11 de junio de 2003
http://www.escohotado.org



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